miércoles, 27 de enero de 2016

De la condena desde el púlpito laico y otros pecados mundanos

LA ESQUINA DE XIPE
Eduardo Añorve

Soy lector asiduo de El Faro de la Costa Chica desde su fundación porque coincido con las palabras que alguna vez le escuché a su subdirectora: es un referente obligado para informarse de lo que pasa en la región. Aclaro que desde que fui despedido dejé de leerlo y sólo paso la vista por encima hasta que encuentro algún artículo o nota que me interesen, hecho que ocurre de vez en cuando. El lunes pasado leí por encima su editorial y me dejó anonado la diabólica beligerancia utilizada para enjuiciar a la iglesia católica, la pobreza de los argumentos presentados y las falacias o falsedades de alguno de estos para justificar esa reprobación, sobre todo porque su actuar no coincide: utilizan un rasero para medir a los otros y otro para medirse a sí. Así que puse a leerlo totalmente para tener una opinión más puntual, la que ahora comparto.

Lo primero que me parece repugnante es el uso de una tribuna aparentemente laica y liberal para impartir un rancio catecismo a los lectores, repugnante e hipócrita, pues. Porque El Faro se maneja como un medio informativo laico... y ético. “El periodista de El Faro de la Costa Chica debe asumir el compromiso de informar con rigor profesional y por lo tanto no puede estar sometido a ninguna disciplina ideológica, partidista o de grupo, que coarte su objetividad y credibilidad”, presume, en lo que llama “Código de ética”.

No puede estar sometido a ninguna disciplina ideológica... o de grupo, repito sus palabras. Que están sometidos a una doctrina ideológica lo prueba el hecho de que sus argumentos se fundan en un libro cuya pertinencia ética tiende a cero, pues es de orden religioso y no filosófico, como debe ser, en expresiones como: “La mies está lista, dijo Jesús. Pedidle al señor de la mies que mande a sus obreros”; “‘Instruye al niño en su camino, y aun cuando sea viejo, no se apartará de él’, se cita en el libro de Proverbios”; o “Los homicidas y delincuentes deben saber que hay un camino hacia la redención. Jesús es el camino, la verdad y la vida. Pero nadie puede convertirse a Cristo o ser un discípulo de él, sin conocerlo”.

Y ese velo religioso contamina la mirada que ofrece ese editorial sobre la realidad mundana, pues aunque por un lado apela a la racionalidad para explicarla, por otro, al enmarcarla dentro de una ideología religiosa (como el concepto de pecado) la tergiversa, la deforma y la pervierte, pervirtiendo de origen el dictamen y posteriormente la propuesta para trascenderla o remediarla: “...la descomposición social que está llevando a muchos a delinquir, tiene mucho que ver con situaciones económicas y políticas”, afirman con certeza, pero fallan cuando proponen la falta de catecismo (pobre evangelización de las masas) como causa de esa descomposición social: “...pero también con la degradación de la mente y el corazón humanos, producto de una pobre evangelización de las masas, que obviamente están actuando sin guía y sin pastor, siguiendo al dios dinero”. Incluso, si fueran estrictos o puntuales, no utilizarían expresiones como “dios dinero” pues admiten con ello que el dios que preconizan no es único y verdadero sino que coexiste con otros, como el “dios dinero”, claro.

Otro tema polémico es la sobada falacia de que no hay valores (o principios) entre los pobres: “Los niños y jóvenes que carecen de oportunidades de desarrollo, tarde o temprano entran en rebelión, primero con sus padres, y luego ante el resto de las autoridades. Y una persona que está en rebelión es capaz de muchas cosas, porque no tiene principios que los sujeten a la familia y al resto del esquema de gobierno”. También se notan determinismo y desprecio: los pobres siempre delinquen. Falso, como una moneda de 30 dinares. Y termina delinquiendo porque no tiene principios que lo sujeten... pero si pertenece a una familia, al ser la familia un ente social, la familia tiene principios o valores, y en consecuencia también los tiene el individuo “rebelde” que delinque. El problema no son los valores, pues nunca cambian, son universales; el problema es cómo se jerarquizan en situaciones concretas, es decir, estamos moralmente obligados a respetar la vida de las personas, a no matar (como dicen también su libro), excepto cuando esté en riesgo nuestra propia vida, en este caso la supervivencia toma el lugar del respeto a la vida, es decir, sólo cambian de posición.
Pero lo que nos sujeta a la familia y a la estructura social no sólo son los valores, también es la ley, el sistema de derecho, no el pecado o la obediencia a los religiosos ilustrados, de la iglesia que sean. “Lo grave es que es en las familias donde se tolera, en primera instancia, el delito. Y hasta lo presumen. De algún modo esta sociedad se acostumbró a convivir con el pecado, en todas sus formas, y se ha vuelto tolerante. Más aún, complaciente. Muchos pecados ya no le llamamos como tal. Por ejemplo, el alcoholismo pasó a ser una ‘enfermedad’, y apenas hace unos meses se estaba promoviendo el aborto como un ‘derecho’”, apuntan.

¿Las familias toleran el delito?, pregunto, ¿sus familias presumen el delito?, ¿sus familias se acostumbraron a convivir con el pecado? ¡Santos diablos! Como le gusta decir a la subdirectora (cuyo azufre hiede en el trasfondo de estas opiniones), a confesión de parte, relevo de pruebas. Además, según la ciencia y el derecho, y la experiencia social de siglos, el alcoholismo no es un pecado sino una enfermedad. Lo mismo con el derecho al aborto, aunque aquí sí proceden más tramposamente: se usa un término absoluto para referirse a un derecho particular. La ley se refiere a que la interrupción legal del embarazo o aborto no se considerará un delito sólo bajo ciertas condiciones; repito: no se considerará delito; la ley no dice que el aborto es un derecho.

El aborto podrá proceder cuando se produzca embarazo como resultado de una violación, cuando se produzca de manera culposa o por imprudencia, cuando la vida de la mujer está en peligro como consecuencia del embarazo, cuando el feto o producto tenga graves malformaciones, cuando de continuar con el embarazo se podrían provocar daños a la salud de la mujer, cuando el embarazo se produce por una inseminación artificial no consentida, cuando la mujer está en una situación de pobreza y tiene al menos tres hijos. Y, una condición ineludible: cuando la mujer se encuentra en las primeras 12 semanas de embarazo. Es decir, por ningún lado se establece que el aborto es un derecho, como asegura el editorial de El Faro de la Costa Chica.

Al final del texto, su juicio perverso se manifiesta: van contra la iglesia: “La iglesia en todas sus denominaciones ha fallado en la enseñanza del perdón y el arrepentimiento. Los homicidas y delincuentes deben saber que hay un camino hacia la redención. Jesús es el camino, la verdad y la vida. Pero nadie puede convertirse a Cristo o ser un discípulo de él, sin conocerlo”. Y no sólo ello, también confunden el derecho con la moralina religiosa: los homicidas y delincuentes deben saber que hay castigo a sus delitos, (otra cosa es la impunidad y la corrupción del sistema de justicia), los homicidas y delincuentes deben saber que sus delitos son inmorales, que son hechos de maldad, y que su redención no se limita sólo al perdón de sus pecados ni al arrepentimiento, sino que tienen que ser juzgados por un sistema de derecho y en caso de ser culpables, serán recluidos, encarcelados o lo que dispongan los juzgadores. Ése es el deber ser, no la moralina bíblica.

Si Jesús es el camino, la verdad y la vida, eso está bien para quien lo crea, pero ello no obliga a quien no lo crea a creerlo, ni siquiera a aceptarlo. Que quien quiera se convierta a Cristo, qué bien si es su elección, incluso para homicidas y delincuentes... [Inevitablemente pienso en Job, quien participa de la muerte de su familia y al final lo recompensan], pero el perdón y el arrepentimiento no pueden sustituir a la justicia. Pero como bien apuntan, no basta con predicar: “esta tarea, sin embargo, no debe hacerse desde el púlpito solamente, sino en las calles, en las familias, en los barrios y colonias”; es decir, no basta con predicar desde un editorial, pues. Bueno, ¿o cómo entiende uno esa necedad que tiene, de asumirse como conciencia religiosa de la Costa Chica, gente que de moral no conoce ni la ‘o’?, ¿no les basta con ser la voz de los poderosos?, ¿o, ya de perdida, “el primer sitio online de la Costa Chica”? Bueno, la ambición es un pecado, ¿no?

1 comentario:

vardisfacemire dijo...

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