miércoles, 4 de octubre de 2023

“TATA DIOS” EN CUAJINICUILAPA

(Algunos datos sobre la estancia de Francisco Goitia en Montecillo)    
Eduardo Añorve
CUAJINICUILAPA DE SANTA MARÍA
5 de enero de 2020
 


Cuando Goitia ganó el Gran Premio Internacional de la Primera Bienal Interamericana de Pintura y Grabado de 1958 estaba en Cuajinicuilapa, en la localidad de Montecillo.

En Montecillo, durante unos meses de ese año, a Francisco Goitia la gente lo conoció como Tata Dios, por la larga barba que traía y por vestir de blanco y ser blanquito; además de comportarse como buena gente y parecer venerable.

El zacatecano no se enteró en su momento que por su cuadro intitulado Tata Jesucristo había sido el ganador del primer premio de pintura en la Bienal, organizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes, la Secretaría de Educación Pública y el Museo Nacional de Artes Plásticas, del 6 de junio al 20 de agosto, en las salas de este museo, en el Palacio de las Bellas Artes de la Ciudad de México.

La Bienal fue una exposición nutrida con pinturas y grabados de artistas de Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Haití, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
«La importancia de esta Primera Bienal pronto quedó de manifiesto, pues antes de su inauguración despertó las más encendidas controversias entre espíritus al parece increíblemente misoneístas [hostiles a las novedades] y aquellos más abiertos a la comprensión universal del hombre. En este enorme muestreo de la pintura y grabado de todo un continente, de manera elocuente mostráronse las tres corrientes vigorosas que le personifican en materia de arte», según reseñó por esas fechas el historiador de arte Xavier Moyssen Echeverría.

Al evaluar la Bienal, Moyssen escribió: «A nuestro juicio, el lote mexicano estuvo mediocremente seleccionado por los propios artistas concursantes. Sin embargo, lo salvaron, aparte de Goitia, Cordelia Urueta, Juan Soriano, Jesús Guerrero Galván y, sobre todo, los dos cuadros de ese gran maestro que es ya, Guillermo Meza».

Goitia se encontraba lejos de la ciudad capital en esas fechas, cercano a unos cuantos kilómetros del Océano Pacífico, en las cálidas y extensas llanadas de la zona sur del municipio de Cuajinicuilapa, irrigadas por un constante viento del sur, cuyo clima es cálido, pero húmedo.

Según Joel Zapata Montalván, el pintor se hallaba hastiado del paisaje urbano y quería ver un mundo diferente, y que el ometepecense Constantino Zapata López le habló de la Costa Chica; interesado, Goitia decidió explorar estos rumbos para ver si encontraba panoramas que le fueran atractivos.

«Francisco Goitia ganó el Gran Premio Internacional, otorgado por la Secretaría de Educación Pública de México», consignó Xavier Moyssen; curiosamente, en ese mismo certamen también fue premiado Alberto Beltrán por su trabajo de grabado, con el Premio Panamericano, otorgado por la Universidad Nacional Autónoma de México, quien ilustró el libro Cuijla. Esbozo etnográfico de un pueblo negro, del Dr. Gonzalo Aguirre Beltrán.

Pero cuando se emitieron esos dictámenes, en julio de 1958, el artista zacatecano ya se encontraba en Montecillo, donde vivía y pintaba, aunque a veces se quedaba a dormir en San Nicolás, localidad cercana a aquella y de la cual dependía. El cantante Tomás Anica Salinas asegura que él, siendo un adolescente, le llevaba la correspondencia a Goitia a Montecillo desde San Nicolás, y que a veces hasta lo trasladaba a él mismo en sus bestias equinas.

«Goitia llegó primero a Ometepec, por ser uno de los lugares más comunicados de la región en ese tiempo —relata a Semanario Trinchera Joel Zapata—; sin embargo, a él no le gustó esta población porque sus paisajes se le hicieron muy comunes y decidió seguir buscando otros, hasta dar con las llanadas de San Nicolás y Montecillo. Precisamente fue el piloto aviador de Ometepec Jesús Pérez, conocido como El Bode, quien lo llevó en su avioneta, y al ver Montecillo, el maestro Goitia dijo que le gustaba y que residiría allí».

Y vivió unos meses en esa comunidad compuesta mayormente por criollos (descendientes de indios amuzgos y mixtecos y de sudsaharianos que fueron esclavizados y traídos, de la cultura bantú-conga) en los cuales predominan los rasgos de estos últimos.

También relata Zapata Montalván que en la ciudad de México, después de que resultara ganador de la Primera Bienal, los funcionarios del INBA y la SEP buscaban a Francisco Gotia sin encontrarlo y sin tener noticia de su vida, ni de su lugar de residencia.

Hasta que «alguien les dio indicios de que el maestro Goitia andaba por Oaxaca», comenta, sin precisar.
Tata Dios estaba en Montecillo. Algunos informantes aseguran que el pintor vivía de manera frugal: Comía una solo vez a día; mandaba a que le guisaran un caldo de pollo en blanco y se lo comía enterito; pero nomás daba una comida al día. 

Montecillo, en esos tiempos, no contaba ni cien casas; incluso, todavía no dotaban a los campesinos (la mayoría oriundos de San Nicolás) de terrenos ejidales, sino hasta diciembre de 1962; vivían y trabajaban en terrenos de sus parientes, los ejidatarios de San Nicolás, a quienes les birlaron esos suelos.
Allí, entre medio de casas de jaulilla y grandes árboles, chiquitillos y animales pululando por las calles, el maestro dibujaba y pintaba todo el día —comentan—, no hacía otra cosa que pintar. Pintó a unas muchachas; a una le hizo un cuadro, el cual le regaló, pero no se sabe qué pasó con él (parece que la familia del pintor lo recogió cuando vinieron para llevárselo al altiplano, aventuran).
Allí vivía ajeno al ajetreo causado por la Primera Bienal.

«Pero nuestra crítica mayor está en contra de la admisión de Atl y Goitia como artistas concursantes; su participación, honrosa, por otra parte, debió ser puramente de homenaje pues restó posibilidades, por razones fácilmente comprensibles, para que triunfaran los otros artistas», escribió, sobre el barullo que causó la Bienal, Moyssen Echeverría.

Y precisó: «La presencia de Francisco Goitia con su ya clásico Tata Jesucristo, no dejamos de comprender que dignificó a la Bienal, mas nos parece injusto el premio que se le dio, no porque no lo merezca un gran maestro como él, pero todos sabemos que su obra extraordinaria obedece, más bien, a un tiempo y un espacio determinados por circunstancias históricas. La obra poética del Hombre se hace y se rehace constantemente, y un estímulo mayor habría resultado tal premio para un Guillermo Meza o a un Juan Soriano que, con su pintura, están rehaciendo hoy la obra del Hombre». 

Sobre la inscripción de su cuadro Tata Jesucristo en esta Primera Bienal, no se sabe si fue él quien lo hizo, o ni si contó con su consentimiento, en el caso de que haya sido inscrito por alguien más.

A decir de Zapata Montalván, fue don Herminio Noyola, oriundo de la vecina localidad de Santiago Tapesla, estado de Oaxaca, y residente en Montecillo, quien le dio hospedaje al artista en su casa.

Una vez que las autoridades de la SEP se enteraron de que el maestro estaba en Montecillo, vinieron a por él. «Vino su familia y se lo llevó; se llevaron todas sus cosas», comentan en la cuadrilla.
Sin embargo, algunos de sus cuadros y dibujos y bocetos y otros enseres quedaron en Montecillo; incluso se dice que alguien propuso a alguna persona cuyo nombre no se conoce: «El viejo barbón dejó esas cosas; ¿por qué no te las llevas?».

Pero «Mauricio Magdaleno, quien era subsecretario de la SEP, ordenó que se trajesen los cuadros de Goitia», asegura Joel Zapata, y cree que «el cuadro quedó en casa de Herminio Magadán, un maestro de Derecho», refiriéndose a la pintura Madrugada en Montecillo, Guerrero (1958).

De los cuadros que el artista pintó durante en esos cinco meses que vivió por acá, de los que se tiene noticia pública, se mencionan tres: Mañana de marzo/Paisaje de marzo, Mañana de mayo/Paisaje de mayo y Madrugada en/Paisaje de Montecillos.



Datos del Fondo documental Francisco Goitia


Rebeca Jiménez Calero, en la Guía-inventario del Fondo documental Francisco Goitia anota:  «Francisco Goitia García nació en la Hacienda de Patillos, municipio de Fresnillo, Zacatecas, el 4 de octubre de 1882. Aunque su padre tenía intenciones de que se dedicara, como él, a la administración de haciendas, Goitia mostró interés desde pequeño por las artes plásticas. Hacia 1898 se trasladó a la ciudad de México y se inscribió en la Escuela Nacional de Bellas Artes (Academia de San Carlos), donde recibió enseñanzas de los artistas Germán Gedovius, José María Velasco, Julio Ruelas, Santiago Rebull y Félix Parra».


Allí precisa: «Hacia 1944 fue contratado por la Secretaría de Educación Pública como productor de pintura, por lo que se comprometió a entregar una obra al año. Asimismo, se desempeñó como profesor de artes plásticas de niños de primaria. En 1958 se llevó a cabo la Primera Bienal Interamericana de Pintura y Grabado convocada por el Instituto Nacional de Bellas Artes; el jurado, formado por Miguel Salas Anzures, Justino Fernández y David Alfaro Siqueiros, decidió otorgar el Gran Premio Internacional a Francisco Goitia por su obra Tata Jesucristo.

»En ese tiempo, debido a su precaria salud, se le recomendó trasladarse a un lugar más templado y se instaló en Montecillos, Guerrero, donde capturó en sus pinturas varios amaneceres y atardeceres de la zona. A finales de 1959 regresó a Xochimilco con la idea de concretar el proyecto de construir una galería que albergara su obra y para la cual había adquirido terrenos que colindaban con el suyo. Sin embargo, su estado se deterioró aún más y el 26 de marzo de 1960 falleció en su choza a la edad de 78 años».

De acuerdo con esta guía-inventario, el 26 de enero de 1958, Goitia está ya en Ometepec, en el inicio de su incursión a la Costa Chica.

Ya en Montecillo, José Farías Galindo, cronista y y director del Archivo Histórico de Xochimilco, le comunicó por carta (fechada el 20 de junio en esa delegación del D. F.) que fue electo ganador de la Primera Bienal.

El 24 de junio, Zócalo, periódico de la Ciudad de México, publica la nota intitulada Muy enfermo de asma, Francisco Goitia se refugia en Guerrero.

Y el 28 de junio, el noticiero Cine Mundial publica la nota Todavía no sabe Goitia que ganó la Bienal; Jiménez Calero la resume así: «Nota en la que se afirma que por encontrarse en la selva oaxaqueña, Francisco Goitia desconoce que ganó el Gran Premio Internacional en la Bienal Interamericana de Pintura y Grabado».

Pero el maestro no está interesado en esas cosas, pues responde a su amigo y protegido José Farías, en carta datada en Montecillo, el 10 de julio, que «le agradece las noticias inesperadas (el premio de la Bienal) y afirma que no puede decir nada de su regreso, pues está comprometido con su trabajo».

Todavía el 13 de julio, Cine Mundial publica la nota ¡Misterio! Insisten: ¿Dónde está el triunfador de la Bienal?, cuyo resumen es: «Nota en la que se afirma que aún no se ha podido localizar a Francisco Goitia y que posiblemente se encuentre en las selvas de Chiapas o Tehuantepec».

Y el 22 de julio, este medio de comunicación insiste, con la nota Sigue la incógnita... Pero, ¿dónde está Goitia? Ni quién encuentre al triunfador de la Bienal del INBA, la que «anuncia que sigue sin conocerse el paradero de Francisco Goitia y que de no aparecer antes de la clausura de la Bienal, el premio que se le concedió tendrá que ser devuelto al Estado».

Farías Galindo, el 28 de julio «le anexa artículos de El Nacional y Cine Mundial, en donde se dice que si no se presenta antes del 20 de agosto, perderá el premio de la Bienal; además, le comunica que su exposición en la Galería Clemente Orozco está teniendo éxito».

Finalmente, Cine Mundial publica ¡¡Localizado Francisco Goitia!!, que es una «nota en la que se transcribe una carta que envió Francisco Goitia a José Farías Galindo, en la que le comunica que aún no ha recibido notificación oficial del Premio de la Bienal. El pintor se encuentra en el estado de Guerrero»; ello, el 31 de julio.

A mediados de agosto, el maestro Goitia se encuentra en la Ciudad de México; incluso, es retratado leyendo un ejemplar de la edición del día 15 de Cine Mundial.

El 1 de septiembre, se avisa públicamente que «Francisco Goitia regresará a su casa al terminar una pintura en Montecillos, Guerrero».

El 25 de septiembre, El Universal «anuncia que Francisco Goitia exhibirá dos nuevas obras en el Museo de Arte Moderno: Mañana de marzo en Montecillos y Mañana de mayo».

Al final, el 30 de septiembre de 1958, Gotia leyó un discurso al recibir el premio.

Ya no regresó a Montecillo, pero no olvidó a la gente ni al lugar ni a los paisajes en que paseó. En carta a José Ángel Ceniceros, secretario de Educación Pública, fechada el 24 de noviembre de 1958, «le solicita pizarrones, banderas mexicanas y retratos de héroes nacionales para las escuelas de San Nicolás y Montecillos, Guerrero».

Casi dos años después, el Diario de Acapulco, el día 10 de abril de 1960, reportó: Fueron rescatadas las obras de Goitia en la Costa Chica: «Nota sobre el rescate de obras y objetos pertenecientes a Francisco Goitia, que dejó en Montecillos, Guerrero».

Epílogo

Desde algunos años, los lugareños han agregado el nombre del maestro pintor al de su pueblo y lo llaman Montecillo de Goitia.

En 2020, hay personas de Montecillo que hablan de Goitia como si lo hubiesen visto, cuentan anécdotas escuchadas a otros y hasta dicen tener recuerdos sobre él; incluso, un chofer cuyos familiares estuvieron en contacto con Tata Dios recuerda un corrido sobre la estancia del artista en esa comunidad, aunque no recuerda quién lo compuso ni quién lo canta; apenas recuerda algunas estrofas, que canturrea de cuando en cuando, en espera de saber más, tanto del corrido, como de Francisco Goitia García y los cuadros que pintó allí, quien vivió y vive entre ellos, y cuya huella todavía los enriquece.

miércoles, 6 de septiembre de 2023

DOÑA BERTA CALLEJA

DOÑA BERTA CALLEJA
[Digan que Calleja fue]


Cuando era joven siempre creí que lo mejor que tenía doña Berta era ser tía de Norma Jean —esa hermosa rubia coqueta, de cabellos rizados y andar de cuijleña que se dirige a fiesta para lucir su mejor gala, que es ella misma. Con la premonición del tiempo y de la muerte, la inteligencia se afina y sus criterios depura: así me enteré —porque lo había visto y no lo conocía— que tía Berta era coplera, juglar o trovadora.

Berta Calleja Hernández. De aquí de Cuaji... Yo no soy de aquí, legítima de Cuaji, nací en Santo Domingo, me bauticé en Santo Domingo; ya, me vine como de cuatro años, así que hago de cuenta que ya soy de Cuaji; toda la gente me pregunta y digo que soy de Cuaji. [Le da vueltas a su puro mientras chupa y los totoles magnifican su escándalo.] Porque me gustan... No... de mi atolento —talento— no... yo ponía atención cuando los echaban y aprendí; porque había personas mayores más que yo... entonces venían y yo les disparaba cualquier cosita...  

—¿No quiere’ un traguito? Pero me vaj a decí’ unoj verso’...

Y los anotaba, unos que otros. Y de mi mamá también, como mi mamá era de Santo Domingo y toda esa gente de Santo Domingo son verseras... Así es que mi mamá, meciendo a su hijo y cantando, diciendo versos, y yo le ponía atención... y fui aprendiendo. Los anoté, pero los he perdido. 

Y grita: !Ayayayay¡

Si preguntan quién gritó,
no le nieguen la verdá’;
digan que Calleja fue
y tempranito se va.
Si la quieren conoce’
no va largo, allí no má’.


Grito de batalla y declaración de guerra, o provocación para los diestros y llamada de atención para los legos, o remedo de una copla, acoplada a la circunstancia personal a modo de presentación.


Una señora, ayer tarde
chirimollaj me vendió;
ella se quejó al alcalde
y yo mi queja le di.
La que no me pueda ver
que se separe de aquí.


Es curioso el uso de la rima en esta copla: son rimas asonantes, en que coinciden las vocales y no las consonantes de las dos sílabas últimas de los versos 1-3 y la última vocal en las líneas 4-6. Normalmente la rima se da en los versos 1-3-5 o 2-4-6, sea una sola serie o alternándose las dos; en este caso son dos rimas distintas que no se alternan sino que se oponen: se esperaría que, como consecuencia de tarde(1) y alcalde(3), el quinto verso terminara con vocales a, e; o, para dar sentido fónico a di(4) y aquí(2), el verso 2 tuviera i como final. Esto provoca un brusco movimiento de transición al pasar del verso 3 al 4, como parte de la agresión que se pretende hacia una rival presente —la que no me pueda ver— y a la que se quiere retar o alejar del pozo de agua, del arroyo donde se lava o del molino —en todo caso, de donde sea el lugar de reunión habitual de las mujeres.

Soy Calleja, y no lo niego,
lo digo con vanidá’,
que cuando otra cuelga el pico
a Berta risa le da.

Soy Calleja, y no lo niego,
mi semblante lo dirá;
que se dé gujto quien quiera,
que Berta paga y se va.


Y de seguro hasta tú, lector, quieres contestarle. Ánimo.


 

¡Ay, Dios mío! ¡Hombre!... Yo con Beto, el putón, que ya murió... nos juntábamos, y con ése me gustaba porque nos decíamos ambos. En las fiestas nos sacaban video; él, de aquel lado y yo, de este lado, y me decía:

Yo le pregunté a Cupido
que ‘onde ‘bía mujer honrada;
y me rejpondió afligido
qu’en en el mundo no había nada:
pa’ puta’ toda’ son puta’,
mayormente laj casada’.


Cómo no van a ser putas... no ves que ahí lo tienen.

Seguramente no se refiere a que tienen al marido a la mano. Y el concepto de putería no como culpa, sino como festejo del cuerpo. Doña Berta responde al reto que le lanzan:

Cupido me dijo a mí
que anduviera langoreando
con solteritoj y viudoj;
con casadoj, ni a fandango.

Cupido me dio un cuaderno
para que yo lo ejtudiara.
Yo no quiero ser querida
ni tampoco dejpreciada:
si hemo’ de ser, por igual,
y si no, que no haya nada.


Y se seguían, ya picaditos por la pasión del trago, para complacer a los oyentes y darle un ambiente tradicional a la fiesta... hasta llegar a lo esencial, a la pulla para restar méritos al otro, desnudarlo, despojarlo de su verbo y de su verdad, instigándolo a decir verdad:

Bonito Santo Domingo
por el quince de febrero.
Ahora quiero que me diga’
quién te la metió primero.


"Cuidado, que la boca es arma", dice Bucho el sannicolareño. Antes de esta verseada le había tocado a doña Berta ser portadora del presente que se entrega a la familia de la novia como pago simbólico de la honra robada, de la novia huida, del casamiento del monte, y recitar las coplas de quien pide y, además, de quien recibe, en la ceremonia del perdón. Y luego, la fiesta en grande. Hay coplas de gran maestría poética en su custodia:

Yo por dentro, y tú por fuera;
y llorando me decíaj:
!Ah, mal haya, se pudiera!

 

Ahorro verbal, y versero. En tres líneas se dice todo: la situación de los amantes separados por la pared o la puerta, y la apariencia guardada; el anhelo de él y el recato de ella; la pasión estancada que, en fin, se desborda en llanto, o en simulación de llanto para ablandamiento de su recato; y el mal haya que prueba lo fingido del llanto, pues denota frustración con tenida y no emoción desatada —sobre todo porque lo menos verdadero que hacen los hombres es llorar ante una mujer—; por ello, el se pudiera es deseo racional de una pasión cegada.

No, de mis hijos nadie sacó eso de los versos... Estoy solita; aquí me la paso, con la puerta cerrada... me pongo a lavar ropa, me pongo a coser... como ahora en navidad no vino nadie; en año nuevo es igual. Aquí solita, nomás con mis pastorcitas, que ensayo mis pastoras, y vamos a visitar los nacimientos y la iglesia. Yo, con mi esposo, como a él también le gusta, luego me dice:
—Vamoj a la fiejta.
Y nos vamos; y ya con dos tragos, a soltarse versos y versos. Pero ya la gente grande...

 

Sí es grande, no por edad, por gracia de su arte. Doña Berta Calleja, trovadora natural, gente de magia y maravilla versera. Y esto por hoy, que la palabra es infinita. Como despedida una copla de ternura, la que nunca le dije a Norma Jean:

Te quiero no sé hajta dónde,
sin comparación ninguna:
te vu’a ser tu rejplandor
que le protege a la luna.



 

martes, 17 de enero de 2023

SERÉ FIEL

The first cut is the deepest
Cat Stevens

En una de tantas, sin proponérmelo, acudo a misa en Huehuetán, y la oigo, la escucho, la atiendo; aunque tengo puestos audífonos ipoderos, cavilo con las cavilaciones del sacerdote sobre el significado del sacramento católico que se conoce como matrimonio, religioso, por supuesto, no civil ni de otro orden. El hombre se explaya sobre el ejemplo de Tobías y Sarah y establece una regla para el matrimonio: es para siempre, hasta que la muerte los separe; es decir, lo que ha sido unido por Dios no podrá ser desecho, sino por él mismo; se establece también, de modo implícito, que el dominio de la vida y la muerte es competencia de Dios. Excepto la muerte, ninguna otra causa es suficiente para deshacer, romper o divorciar el matrimonio. Se condena a la pareja a compartir penas y alegrías para siempre, hecha de dos inmutables, de dos que seguirán siendo ellos por los siglos de los siglos, sin cambios.

Recurre el hombre que predica a ejemplos concretos, después de haber advertido a los casandos sobre la importancia de una elección certera; curiosamente, lo hace ahora que ya no pueden arrepentirse, ahora que están hincados frente a él y con el sí en el umbral de la boca, y las cervezas amarillas se están enfriando en las tinas por el friolento y benigno efecto del yelo; y la lumbre ya ha sido suficiente para cocer el mole y la barbacoa y el arroz, dándoles la blandura necesaria para ser manjares del diente y la lengua y el olfato, y de los ojos; y el conjunto musical ya está instalando su equipo de sonido en la cancha para el baile de la tarde; en fin, los reconviene ahora que las cosas sólo podrían detenerse a riesgo de una desgracia, ahora que ya no tiene sentido, pues van a decir sí cuando se les pregunte, y se destaparán las chelas, se comerán las comidas y se bailarán las cumbias; y no habrá pleitos, pues, dos mujeres, armadas con ramos de flores y cubetas, han rociado agua bendita por toda la pista. «Así no se vale», debería decir alguien, pero nadie habla, todo mundo acepta el hecho de que, si elegiste a ésta o a éste, tendrás que aguantar toda tu vida, hasta un fracaso, pero no has de rajarte, pues, no se vale desmatrimoniarse, porque Dios lo prohíbe, los hombres y mujeres de Dios lo prohíben.

Intento, de nuevo, recuperar los tres motivos, de ejemplo, con que el hombre que oficia la misa aleccionó a los en matrimoniándose: ni la flojera ni la borrachera ni la infidelidad son causa de divorcio o separación. Y, no sólo ese hombre piensa así: esa herencia viene de lejos, cuando menos en nuestras tierras data de hace unos cinco siglos. En ese instante de escucha religiosa, algo en mi mente se revela, y ésta se rebela, y me provoca incomodidad de pensamiento, y me obliga a vislumbrar seis escenarios en donde ensayar esos ejemplos y compararlos con lo aquí dicho para caer en cuenta que tales sólo aplican (y uso palabra en sentido ejecutivo, para estar a tono con el espíritu capitalista y de derecha, propio del predominio del pensamiento panista en esta época), aplican estos ejemplos, decía, solamente para las mujeres y no, para los hombres. Y, es congruente, aunque anormal y enfermizo: Es la boca del hombre de la iglesia diciéndole a ella: Si él es borracho, flojo y enamorado como perro flojo, pos, te aguantas, mija. Digo, es posible que mi traducción de sus palabras sea un tanto inexacta en su enunciación, pero, no en sus términos y significados. Porque... ¿sería posible un escenario donde ella sea borracha, floja e infiel o coqueta o puta, o alguno de los tres? Todos sabemos que la única infidelidad condenada es la de las mujeres; la de los hombres, se presume y se festeja.

Kabrón de Kura, pensé en impuro e imperfecto alemán, en ese instante de la revelación por verdad no sancta. Se vale que él no sea fiel y ella sí está obligada a serlo. ¿Por qué no aplicar ese precepto católico de con la varas que midas serás medido o el de ojo por ojo, diente por diente? O, pensar el asunto desde la igualdad de género, entre hombres y mujeres. Pero no, la iglesia católica, y muchas iglesias, en este sistema social obedecen a los intereses de una cultura masculina y sexista, y los fieles o creyentes, también. Patriarcado. En el fondo, la mujer se convierte en propiedad privada del marido con quien casa. O, de quien la mantiene, agrego, saliéndome del terreno del matrimonio religioso y civil e incursionando en esa cosa que ahora no está de moda y se nombró Economía PolítiKa en sus épocas de bonanza, propiciada por la esperanza de un mundo mejor y más equitativo. En esta concepción del matrimonio, el peso, inequitativo, le corresponde cargarlo a las mujeres, a las con yugo conyugal.

Asunto de fe, ése, el de la fidelidad. Hace años, alguien me enseñó el concepto de solidaridad, para oponerlo al de fidelidad. Fiel, se aplica a la persona cuyo comportamiento corresponde a la confianza puesta en ella, o a lo que exige de ella el amor, la amistad, el deber, etc., según anota la siempre servicial María Moliner. Confianza que se deposita en el otro; es decir, la confianza es un acto unilateral, que va de uno hacia otro u otra, para el caso. Ello no significa ni implica que el o la en quien se confía tenga que corresponder a esa expectativa de confianza. Es decir, la confianza no necesariamente es recíproca. Del mismo modo, la fidelidad: no necesita que ambos miembros actúen con fidelidad, ni exige tampoco reciprocidad: Yo puede serle fiel a quien me sea infiel, y ése es un fenómeno recurrente, aunque injusto, desde esta perspectiva católica.

O, será que en cosas de amores, las cuales, se supone y desea, sustentan el matrimonio o cualquier tipo de unión semejante, prefiero la exclusividad absoluta: Yo, para ti; y tú, para mí. Esa exclusividad absoluta conlleva una confianza absoluta y, porsupuestamente, recíproca o de doble condicional, según nombran los lógicos: Yo te obedezco a ti, y tú me obedeces a mí. Una de de las condiciones obligadas para ello es la existencia de un interés común (o, como dijo el filósofo Carlos Reynoso: Que nos una lo que tenemos en común, y no, que nos desunan las diferencias). Esto funciona solamente si las cosas ocurren como deben, y es una experiencia excelsa, más que simples declaraciones de iglesia. Solidaridad entre pares, entre semejantes, entre iguales, no otra cosa, nada que no se conozca, pues. Parecido al apotegma cristiano, que bien se conoce y se repite y poco se practica: Trata al próximo como a ti mismo.

Lo que no puede ocurrir, es que una relación así dure para siempre. En realidad, es difícil, si no imposible, que alguna relación humana pueda permanecer sin cambios todo el tiempo. Sin embargo, en tanto dos personas puedan tener el mismo interés o los mismos intereses, habrá mayores probabilidades de permanecer unidos, sobre todo si esa obediencia al otro les permite libertad y les obliga también a permitir libertad: el mejor modo de obedecer, es por voluntad propia, pues.

Indudablemente es que la infidelidad llega, cuando no existe desde el inicio del matrimonio, en el momento en que las cosas no funcionan entre los enmaridados: la tercera o el tercero (menos probable éste que aquella, y más reprobable por la moral social) aparece cuando hay ruptura en la relación. Y no predico yo, desde este pseudo púlpito, en beneficio de la una o de la otra: sé que la fidelidad no es normal ni la motiva la libertad, sino que es impuesta y arbitraria, y falsa y monótona y aburrida, carcelaria; en fin, no tiene sentido de ser. Tal vez, los contratos matrimoniales (y el de la iglesia católica lo es) debieran firmarse por tiempos cortos, con opción a renovarse o no, pues, mucho ganaríamos los humanos si casamos con la persona acertada, hecho que sólo puede saberse después de algún tiempo. No debiera ser una condena eterna vivir con la persona equivocada, para uno, para el otro, y para los vástagos que suelen venir de tales uniones, quienes muchas veces son quienes las sufren, sin deberlas. Amar y vivir en matrimonio sólo el tiempo que se puede, libremente, y no forzarse a hacerlo; no, en contra de la voluntad de alguno de los dos.

Vale más un hombre que una mujer, parece afirmar, sin decirlo, este hombre de Dios que perorata sobre las bondades de una situación en la que nunca ha vivido: el matrimonio; porque no es lo mismo casarse con un ser tan bondadoso, compasivo, paciente y todopoderoso como Dios, que casarse con el prójimo o la prójima, llenos de olores y malos hábitos y peores vicios, aun en el caso de encontrarlos perfectos. No, no vale más el uno que la otra, ni viceversa. Y el verdadero acto de amor que debiera dar sustento al matrimonio es que él la trate como si fuera su próxima.

Acabaré estas reflexiones con un poemita del maestro Cobo Borda, ahora que lo colombiano anda de moda:

SERÉ FIEL

No a lo que a veces siento
y quizás me engañe
no a lo que a veces sientes
y quizás sea cierto
seré fiel
no a tus dudas
sinceras como el asco
no a esta derrota
que es de ambos
seré fiel
no a lo que digo
o tacho
sólo seré fiel
monte de mirra
collado de incienso
a tu cuerpo
en mi cuerpo.

[La Esquina de Xipe. 20 de julio de 2009]