miércoles, 4 de octubre de 2023

“TATA DIOS” EN CUAJINICUILAPA

(Algunos datos sobre la estancia de Francisco Goitia en Montecillo)    
Eduardo Añorve
CUAJINICUILAPA DE SANTA MARÍA
5 de enero de 2020
 


Cuando Goitia ganó el Gran Premio Internacional de la Primera Bienal Interamericana de Pintura y Grabado de 1958 estaba en Cuajinicuilapa, en la localidad de Montecillo.

En Montecillo, durante unos meses de ese año, a Francisco Goitia la gente lo conoció como Tata Dios, por la larga barba que traía y por vestir de blanco y ser blanquito; además de comportarse como buena gente y parecer venerable.

El zacatecano no se enteró en su momento que por su cuadro intitulado Tata Jesucristo había sido el ganador del primer premio de pintura en la Bienal, organizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes, la Secretaría de Educación Pública y el Museo Nacional de Artes Plásticas, del 6 de junio al 20 de agosto, en las salas de este museo, en el Palacio de las Bellas Artes de la Ciudad de México.

La Bienal fue una exposición nutrida con pinturas y grabados de artistas de Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Haití, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
«La importancia de esta Primera Bienal pronto quedó de manifiesto, pues antes de su inauguración despertó las más encendidas controversias entre espíritus al parece increíblemente misoneístas [hostiles a las novedades] y aquellos más abiertos a la comprensión universal del hombre. En este enorme muestreo de la pintura y grabado de todo un continente, de manera elocuente mostráronse las tres corrientes vigorosas que le personifican en materia de arte», según reseñó por esas fechas el historiador de arte Xavier Moyssen Echeverría.

Al evaluar la Bienal, Moyssen escribió: «A nuestro juicio, el lote mexicano estuvo mediocremente seleccionado por los propios artistas concursantes. Sin embargo, lo salvaron, aparte de Goitia, Cordelia Urueta, Juan Soriano, Jesús Guerrero Galván y, sobre todo, los dos cuadros de ese gran maestro que es ya, Guillermo Meza».

Goitia se encontraba lejos de la ciudad capital en esas fechas, cercano a unos cuantos kilómetros del Océano Pacífico, en las cálidas y extensas llanadas de la zona sur del municipio de Cuajinicuilapa, irrigadas por un constante viento del sur, cuyo clima es cálido, pero húmedo.

Según Joel Zapata Montalván, el pintor se hallaba hastiado del paisaje urbano y quería ver un mundo diferente, y que el ometepecense Constantino Zapata López le habló de la Costa Chica; interesado, Goitia decidió explorar estos rumbos para ver si encontraba panoramas que le fueran atractivos.

«Francisco Goitia ganó el Gran Premio Internacional, otorgado por la Secretaría de Educación Pública de México», consignó Xavier Moyssen; curiosamente, en ese mismo certamen también fue premiado Alberto Beltrán por su trabajo de grabado, con el Premio Panamericano, otorgado por la Universidad Nacional Autónoma de México, quien ilustró el libro Cuijla. Esbozo etnográfico de un pueblo negro, del Dr. Gonzalo Aguirre Beltrán.

Pero cuando se emitieron esos dictámenes, en julio de 1958, el artista zacatecano ya se encontraba en Montecillo, donde vivía y pintaba, aunque a veces se quedaba a dormir en San Nicolás, localidad cercana a aquella y de la cual dependía. El cantante Tomás Anica Salinas asegura que él, siendo un adolescente, le llevaba la correspondencia a Goitia a Montecillo desde San Nicolás, y que a veces hasta lo trasladaba a él mismo en sus bestias equinas.

«Goitia llegó primero a Ometepec, por ser uno de los lugares más comunicados de la región en ese tiempo —relata a Semanario Trinchera Joel Zapata—; sin embargo, a él no le gustó esta población porque sus paisajes se le hicieron muy comunes y decidió seguir buscando otros, hasta dar con las llanadas de San Nicolás y Montecillo. Precisamente fue el piloto aviador de Ometepec Jesús Pérez, conocido como El Bode, quien lo llevó en su avioneta, y al ver Montecillo, el maestro Goitia dijo que le gustaba y que residiría allí».

Y vivió unos meses en esa comunidad compuesta mayormente por criollos (descendientes de indios amuzgos y mixtecos y de sudsaharianos que fueron esclavizados y traídos, de la cultura bantú-conga) en los cuales predominan los rasgos de estos últimos.

También relata Zapata Montalván que en la ciudad de México, después de que resultara ganador de la Primera Bienal, los funcionarios del INBA y la SEP buscaban a Francisco Gotia sin encontrarlo y sin tener noticia de su vida, ni de su lugar de residencia.

Hasta que «alguien les dio indicios de que el maestro Goitia andaba por Oaxaca», comenta, sin precisar.
Tata Dios estaba en Montecillo. Algunos informantes aseguran que el pintor vivía de manera frugal: Comía una solo vez a día; mandaba a que le guisaran un caldo de pollo en blanco y se lo comía enterito; pero nomás daba una comida al día. 

Montecillo, en esos tiempos, no contaba ni cien casas; incluso, todavía no dotaban a los campesinos (la mayoría oriundos de San Nicolás) de terrenos ejidales, sino hasta diciembre de 1962; vivían y trabajaban en terrenos de sus parientes, los ejidatarios de San Nicolás, a quienes les birlaron esos suelos.
Allí, entre medio de casas de jaulilla y grandes árboles, chiquitillos y animales pululando por las calles, el maestro dibujaba y pintaba todo el día —comentan—, no hacía otra cosa que pintar. Pintó a unas muchachas; a una le hizo un cuadro, el cual le regaló, pero no se sabe qué pasó con él (parece que la familia del pintor lo recogió cuando vinieron para llevárselo al altiplano, aventuran).
Allí vivía ajeno al ajetreo causado por la Primera Bienal.

«Pero nuestra crítica mayor está en contra de la admisión de Atl y Goitia como artistas concursantes; su participación, honrosa, por otra parte, debió ser puramente de homenaje pues restó posibilidades, por razones fácilmente comprensibles, para que triunfaran los otros artistas», escribió, sobre el barullo que causó la Bienal, Moyssen Echeverría.

Y precisó: «La presencia de Francisco Goitia con su ya clásico Tata Jesucristo, no dejamos de comprender que dignificó a la Bienal, mas nos parece injusto el premio que se le dio, no porque no lo merezca un gran maestro como él, pero todos sabemos que su obra extraordinaria obedece, más bien, a un tiempo y un espacio determinados por circunstancias históricas. La obra poética del Hombre se hace y se rehace constantemente, y un estímulo mayor habría resultado tal premio para un Guillermo Meza o a un Juan Soriano que, con su pintura, están rehaciendo hoy la obra del Hombre». 

Sobre la inscripción de su cuadro Tata Jesucristo en esta Primera Bienal, no se sabe si fue él quien lo hizo, o ni si contó con su consentimiento, en el caso de que haya sido inscrito por alguien más.

A decir de Zapata Montalván, fue don Herminio Noyola, oriundo de la vecina localidad de Santiago Tapesla, estado de Oaxaca, y residente en Montecillo, quien le dio hospedaje al artista en su casa.

Una vez que las autoridades de la SEP se enteraron de que el maestro estaba en Montecillo, vinieron a por él. «Vino su familia y se lo llevó; se llevaron todas sus cosas», comentan en la cuadrilla.
Sin embargo, algunos de sus cuadros y dibujos y bocetos y otros enseres quedaron en Montecillo; incluso se dice que alguien propuso a alguna persona cuyo nombre no se conoce: «El viejo barbón dejó esas cosas; ¿por qué no te las llevas?».

Pero «Mauricio Magdaleno, quien era subsecretario de la SEP, ordenó que se trajesen los cuadros de Goitia», asegura Joel Zapata, y cree que «el cuadro quedó en casa de Herminio Magadán, un maestro de Derecho», refiriéndose a la pintura Madrugada en Montecillo, Guerrero (1958).

De los cuadros que el artista pintó durante en esos cinco meses que vivió por acá, de los que se tiene noticia pública, se mencionan tres: Mañana de marzo/Paisaje de marzo, Mañana de mayo/Paisaje de mayo y Madrugada en/Paisaje de Montecillos.



Datos del Fondo documental Francisco Goitia


Rebeca Jiménez Calero, en la Guía-inventario del Fondo documental Francisco Goitia anota:  «Francisco Goitia García nació en la Hacienda de Patillos, municipio de Fresnillo, Zacatecas, el 4 de octubre de 1882. Aunque su padre tenía intenciones de que se dedicara, como él, a la administración de haciendas, Goitia mostró interés desde pequeño por las artes plásticas. Hacia 1898 se trasladó a la ciudad de México y se inscribió en la Escuela Nacional de Bellas Artes (Academia de San Carlos), donde recibió enseñanzas de los artistas Germán Gedovius, José María Velasco, Julio Ruelas, Santiago Rebull y Félix Parra».


Allí precisa: «Hacia 1944 fue contratado por la Secretaría de Educación Pública como productor de pintura, por lo que se comprometió a entregar una obra al año. Asimismo, se desempeñó como profesor de artes plásticas de niños de primaria. En 1958 se llevó a cabo la Primera Bienal Interamericana de Pintura y Grabado convocada por el Instituto Nacional de Bellas Artes; el jurado, formado por Miguel Salas Anzures, Justino Fernández y David Alfaro Siqueiros, decidió otorgar el Gran Premio Internacional a Francisco Goitia por su obra Tata Jesucristo.

»En ese tiempo, debido a su precaria salud, se le recomendó trasladarse a un lugar más templado y se instaló en Montecillos, Guerrero, donde capturó en sus pinturas varios amaneceres y atardeceres de la zona. A finales de 1959 regresó a Xochimilco con la idea de concretar el proyecto de construir una galería que albergara su obra y para la cual había adquirido terrenos que colindaban con el suyo. Sin embargo, su estado se deterioró aún más y el 26 de marzo de 1960 falleció en su choza a la edad de 78 años».

De acuerdo con esta guía-inventario, el 26 de enero de 1958, Goitia está ya en Ometepec, en el inicio de su incursión a la Costa Chica.

Ya en Montecillo, José Farías Galindo, cronista y y director del Archivo Histórico de Xochimilco, le comunicó por carta (fechada el 20 de junio en esa delegación del D. F.) que fue electo ganador de la Primera Bienal.

El 24 de junio, Zócalo, periódico de la Ciudad de México, publica la nota intitulada Muy enfermo de asma, Francisco Goitia se refugia en Guerrero.

Y el 28 de junio, el noticiero Cine Mundial publica la nota Todavía no sabe Goitia que ganó la Bienal; Jiménez Calero la resume así: «Nota en la que se afirma que por encontrarse en la selva oaxaqueña, Francisco Goitia desconoce que ganó el Gran Premio Internacional en la Bienal Interamericana de Pintura y Grabado».

Pero el maestro no está interesado en esas cosas, pues responde a su amigo y protegido José Farías, en carta datada en Montecillo, el 10 de julio, que «le agradece las noticias inesperadas (el premio de la Bienal) y afirma que no puede decir nada de su regreso, pues está comprometido con su trabajo».

Todavía el 13 de julio, Cine Mundial publica la nota ¡Misterio! Insisten: ¿Dónde está el triunfador de la Bienal?, cuyo resumen es: «Nota en la que se afirma que aún no se ha podido localizar a Francisco Goitia y que posiblemente se encuentre en las selvas de Chiapas o Tehuantepec».

Y el 22 de julio, este medio de comunicación insiste, con la nota Sigue la incógnita... Pero, ¿dónde está Goitia? Ni quién encuentre al triunfador de la Bienal del INBA, la que «anuncia que sigue sin conocerse el paradero de Francisco Goitia y que de no aparecer antes de la clausura de la Bienal, el premio que se le concedió tendrá que ser devuelto al Estado».

Farías Galindo, el 28 de julio «le anexa artículos de El Nacional y Cine Mundial, en donde se dice que si no se presenta antes del 20 de agosto, perderá el premio de la Bienal; además, le comunica que su exposición en la Galería Clemente Orozco está teniendo éxito».

Finalmente, Cine Mundial publica ¡¡Localizado Francisco Goitia!!, que es una «nota en la que se transcribe una carta que envió Francisco Goitia a José Farías Galindo, en la que le comunica que aún no ha recibido notificación oficial del Premio de la Bienal. El pintor se encuentra en el estado de Guerrero»; ello, el 31 de julio.

A mediados de agosto, el maestro Goitia se encuentra en la Ciudad de México; incluso, es retratado leyendo un ejemplar de la edición del día 15 de Cine Mundial.

El 1 de septiembre, se avisa públicamente que «Francisco Goitia regresará a su casa al terminar una pintura en Montecillos, Guerrero».

El 25 de septiembre, El Universal «anuncia que Francisco Goitia exhibirá dos nuevas obras en el Museo de Arte Moderno: Mañana de marzo en Montecillos y Mañana de mayo».

Al final, el 30 de septiembre de 1958, Gotia leyó un discurso al recibir el premio.

Ya no regresó a Montecillo, pero no olvidó a la gente ni al lugar ni a los paisajes en que paseó. En carta a José Ángel Ceniceros, secretario de Educación Pública, fechada el 24 de noviembre de 1958, «le solicita pizarrones, banderas mexicanas y retratos de héroes nacionales para las escuelas de San Nicolás y Montecillos, Guerrero».

Casi dos años después, el Diario de Acapulco, el día 10 de abril de 1960, reportó: Fueron rescatadas las obras de Goitia en la Costa Chica: «Nota sobre el rescate de obras y objetos pertenecientes a Francisco Goitia, que dejó en Montecillos, Guerrero».

Epílogo

Desde algunos años, los lugareños han agregado el nombre del maestro pintor al de su pueblo y lo llaman Montecillo de Goitia.

En 2020, hay personas de Montecillo que hablan de Goitia como si lo hubiesen visto, cuentan anécdotas escuchadas a otros y hasta dicen tener recuerdos sobre él; incluso, un chofer cuyos familiares estuvieron en contacto con Tata Dios recuerda un corrido sobre la estancia del artista en esa comunidad, aunque no recuerda quién lo compuso ni quién lo canta; apenas recuerda algunas estrofas, que canturrea de cuando en cuando, en espera de saber más, tanto del corrido, como de Francisco Goitia García y los cuadros que pintó allí, quien vivió y vive entre ellos, y cuya huella todavía los enriquece.

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