1999
CRIOLLO ES EL NEGRO que ha nacido en América, por oposición al negro venido y nacido en África. Criollo o créole; al parecer el uso del vocablo comienza en las Antillas. Luego se aplicaría a los hijos de españoles y franceses nacidos fuera de la patria de los padres y sin mezcla de otras razas; aunque tal connotación ha caído en desuso, ha quedado confinada a añejas explicaciones sobre las historias patrias criollas americanas. En Cuaji se utiliza para designar a lo nacido en estas tierras por oposición a lo que viene de afuera, a lo frastero. Hay mango criollo, chile criollo, melón criollo, sandía criolla, mai[1] criollo, perros criollos... y negros criollos, nativos de aquí —dicen, decimos.
Ñique ha ideado o compilado un modo de conocer el grado de criollez de un cuijleño sometiéndolo a tres pruebas. La primera consiste en la tolerancia al quelite —o propiamente pápaloquelite, planta compuesta, mejicana, aromática y sabrosa, comestible cruda; medicinalmente empleada como antirreumático, según Francisco J. Santamaría—. Si el individuo a prueba come crudo el criollo quelite, según este primer resultado, parcial, se trata de un indio. Una acotación: se puede saber, según lo anterior, que Santamaría, por la definición que da del pápaloquelite, tenía gran parte de sangre india, sobre todo porque el quelite le parece sabroso y comestible. Se sabe de negros de criollez absoluta que, por accidente al sabanear[2] en pos del ganado, llegan a atropellar alguna planta de quelite y caen privados del sentido; tanto es su rechazo al vegetal de marras. O de la intolerancia de otros a su tufo o tujo aromático; por ello, algunos con cierta mezcla india en la sangre, no lo comen crudo sino chamuscadito en el comal para que el tufillo desaparezca y puedan engullirlo con presteza, aunque sacrifiquen su sabrosura y consistencia.
La segunda prueba es la tolerancia al mexcal, que en este caso no es tan mexcal sino aguardiente de caña: el mexcal es una bebida alcohólica que se elabora por destilación a partir de algún tipo de maguey, sea de la penca o de la cabeza. En la zona se consume aguardiente de caña, manufacturado en Huajintepec o Huixtepec. Si el individuo en observación consume tres xícaras medianas del criollo mexcalli (a) mezcal o chimisco, y no se apendeja o ataranta, la conclusión parcial se resume así: el sometido a prueba tiene más de indio que de negro criollo. Dos acotaciones: antes de que Cuaji fuese Cuaji, fue Cuijla —es curioso que la introducción de la carretera nacional cambiara la denominación de Cuijla a Cuaji, tal vez porque el último es abreviatura difundida a partir de los rótulos carreteros—; y en aquel entonces en Cuijla no conocíanse botellas de espumeante cerveza, y el animador de las fiestas era servido en xícaras criollas para fortalecer la xácara y el xolgorio; y luego los pasodobles, chilenas y corridos a surgir de los instrumentos y el zapateo a resecar la a propósito humedecida tierra para evitar las molestias del polvo y a calentar el agua o endulzarla con miel para la garganta de los cantantes y verseros, estos enfrascados en pícaros torneos donde la imaginación y el ingenio prestos se despicaban para ofender y ganar al rival y complacer a los escuchas o impresionar a la negra criolla o india guanca pretendida de amores; y luego los duelos a mano armada de machete o arma por amores o por qué me ves o por borrachera de chimisco. Acoto la acotación, o acotación segunda: xícara de xicalli: vaso hecho del fruto del xicalcuahuitl, que sólo crece en las costas; y hasta la costa de la Mar del Sur bajaban los artesanos de Olinalá, primero a pie, luego en bestias y ahora en vehículos automotores, para adquirir las xicaritas, ya cortadas, raspadas y secas, listas para ser grabadas y laqueadas y comerciadas.
La tercer prueba es la resistencia a la música: Suena una cumbia y el por tercera vez investigado muestra, en su silla, casi siempre dos extremos: permanece impávido o acompaña el ritmo con la patita, de perdida. Acotación: cumbia, al parecer, es voz africana o cuando menos cubana, y sirve para nombrar el ombligo; además, se nombraba así a la danza que los negros bailaban ombligo con ombligo; por esa costumbre, y porque enseñaban a las indias a bailarla en las profundidades del monte, eran azotados o quemados, según la gravedad del juicio. Si el sujeto en cuestión, sometido a la prueba no se inmuta con la criolla cumbia —como “Pata cambá”—, con seguridad es indio (guanco, a resultas de los resultados); el negro criollo nativo sacudiría la patita, primero, y se desensillaría para buscar el éxtasis en los ritmos cumbancheros, aunque no hubiere una india o una negra o una con quien arrepegarse o traerla montada en la esa cosa, volviendo a bailar esa danza ancestral que hoy adquiere nombres como lambada o quebradita.
Mestizo o mestiza aplícase a la persona nacida de padre y madre de razas diferentes, y con especialidad al hijo de hombre blanco e india, o de indio y mujer blanca, dice Santamaría. Mulato o mulata es, en general el nacido de negra y blanco, o viceversa. Y el zambo o zamba, hijo del negro e india, o de indio y negra. Y ese es el dilema de la criollez: nada ha permanecido sin mezcla, nada es puro e incontaminado, por lo que uno de sus valores lo descalifica. Y los epítetos de mestizo, mulato y zambo para las castas son obsoletos porque no hay, cuando menos en Cuaji, negros, indios o blancos puros, sino mestizos, mulatos, zambos que tampoco han permanecido puros en su hibridismo, puesto que han continuado ayuntándose, copulando, haciéndolo bien sin importar con quien o sin fijarse si es mestizo, mulato o zambo; y así hasta confundirnos, aunque en los rasgos aparentes aparezcan algunos de los tipos o castas. Y como no somos castos ni estamos castrados, mas nos vale seguir siendo los hijos del machomula, al fin y al cabo hemos aprendido a comer como indios y europeos (que el chile, el frijol y el mái, son dieta india; y la vaca y el cuche cerdo cochino chancho marrano puerco, entre otros, fueron traídos por los europeos); bebemos como buenos borrachos y, como se estila en cualquier parte del mundo, el alcohol embriaga y ataranta y apendeja; sólo en eso de bailar, y no es muy seguro, somos pero muy alegres, más que otros... aunque eso tal vez sólo muestre que algo de la criollez heredada de África pervive.
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