miércoles, 20 de mayo de 2009

AFROMEXICANOS: ENTRE NEGROS Y MESTIZOS

(2005)

Cuando la historia se mira desde abajo se humaniza, el mundo se ve más ancho. Germán Arciniegas

I. Reflexiones introductorias

La historia de nuestros pueblos y su cultura, los de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, es nuestra historia escrita por otros, los extraños, los extranjeros, los frasteros[1]. Por eso es una historia ajena y, muchas veces, espuria o basada en concepciones determinadas de antemano. La ausencia de una historia propia tiene como una de sus causas la falta de escuela, la ausencia de instrucción; hasta hace poco tiempo ha privado la supremacía de la tradición oral por encima de la escrita. Todavía existen en la Costa Chica personas que ni siquiera conocen su fecha de nacimiento, ni siquiera el año en que nacieron o la edad que tienen. La historia y la cultura nuestras han sido contadas e interpretadas por otros. Ni siquiera importa si esas versiones y esas interpretaciones son o puedan ser verdaderas, sino que son ajenas: corresponden a una visión y una intención distintas. Por otra parte, las pocas veces que escritores costeños han escrito sobre ellas, prefieren privilegiar la anécdota y lo banal, antes que la historia fundada en datos y documentos o la reflexión autónoma sobre el ser y el pensar propios, aunque existen excepciones.

1966 es un año que divide en un antes y un después la vida de nuestros pueblos; en ese año se inauguró la carretera que comunica a Acapulco con Pinotepa Nacional (y hasta Puerto Escondido), a Guerrero con Oaxaca, y que permitió mayor velocidad en el traslado de personas y transporte de los productos agrícolas y ganaderos producidos en la región. Si bien es cierto que el objetivo central del gobierno de la República era “construir una red de carreteras que facilite el cultivo de las zonas más fértiles, y ampliar y abaratar el crédito agrícola a ejidatarios y pequeños propietarios para incrementar las áreas cubiertas de oleaginosas y maíz[2]”, para lo cual habían “proyectado un programa funcional de caminos que liguen zonas agrícolas, mineras y turísticas[3]”, la carretera sería una vía de comunicación en muchos sentidos, resaltando entre ellos el relacionado con el espíritu y el conocimiento, con la cultura, estimulados a través de la educación y los centros de enseñanza, las escuelas, y con ellas la escritura y la lectura, la cultura escrita y asentada. En una de esas, en Cuajinicuilapa, por ejemplo, el nombre regional del pueblo dejó de ser Cuijla y se convirtió en Cuaji, dado que los señalamientos y anuncios en la carretera se referían a Cuajinicuilapa y, por si eso no bastara, la documentación burocrática empezó a abundar; de allí al apócope transcurrió poco tiempo. Hoy en día sólo algunas personas nostálgicas o muy viejas y uno que otro libro prefieren utilizar el antiguo Cuijla. Nos estamos civilizando.

“Sólo se buscan quienes no se encuentran”, escribí hace tiempo. Y el costeño se encuentra, se ubica, se acomoda en ciertos modelos, muchos de los cuales ha contribuido a construir y mitificar a lo largo de incontables años inmemoriales. “Soy el negro de la Costa/ de Guerrero y de Oaxaca./ No me enseñen a matar/ porque sé cómo se mata,/ y en el agua sé lazar/ sin que se moje la reata[4]”, compone y canta Álvaro Carrillo a mediados del siglo veinte. Con la electrificación de la zona y el uso de aparatos electrónicos para reproducir la música en formatos accesibles al público (discos 45 rpm, LP y cassette), a fines de la década de los sesenta, en la de los setenta y hasta principios de los ochenta se difunde y populariza esta chilena. Se convierte en una especie de himno regional. Es común que los varones quieran ser el negro de la costa, a quien nadie puede ni debe enseñar a matar porque domina esa actividad con suficiente maña, el que es diestro en las suertes de la vaquería y la charrería, quien es galán de las negras bonitas. “Cierto que echo mis habladas,/ pero Sóstenes me llamo./ A mí nadie me hace nada,/ como quiera yo las gano,/ y no hay ley más respetada/ que el machete entre mis manos”, enuncia, declara y reta el negro de la costa por boca de Darvelio Arredondo, un tanto fanfarrón, lo reconoce, pero implacable en el combate[5], dueño de la ley, la ley él mismo, sobre todo si tiene un machete y con él amenaza o pelea, y mata. No es casual que se utilizara el primer verso de esta chilena para poner título a un fonograma de “música y poesía afromestiza de la Costa Chica”: me refiero a “Soy el negro de la Costa…”, publicado en 1996 por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, cuyas “notas, comentarios a los ejemplos musicales, fotografías de portada e interiores y grabaciones de campo” estuvieron a cargo de Gabriel Moedano Navarro, quien estudió las manifestaciones culturales de la zona desde mediados de la década de los sesenta. En materiales como éste se manifiesta la ambigüedad que recorrerá y recorre los estudios sobre afromexicanos en el país: verlos oscilar entre negros y mestizos, aunque a este último concepto frecuentemente se le anteponga el prefijo afro para señalar el origen de la tercera raíz constituyente de lo mexicano, la africana.

Nos estamos civilizando, globalizándonos, y lo que permanece, ha resistido y continúa, es lo que nos da identidad: la cultura. Plagiando a Eliot, intuyo que la cultura costeña existe en gran medida porque tenemos un modo específico de cocinar, y de comer. Tamales de carne cruda en hoja de plátano, barbacoa de res con chile rojo, mole de iguana verde con huevos (y los consabidos tamales), caldo de iguana prieta, cerdo en chileajo o en chirmole, viuches de cerdo, caldo de vaca en chile rojo con tanilpa, baso relleno al horno, pozole blanco de cerdo, mole de pescado, tamales de tichinda, chilate, etcétera. Una cultura que no se reduce a la cocina sino que se manifiesta en la música, en la poesía, en el baile y la danza, en la pintura, en la fotografía. Cultura adolescente, con sus zonas irracionales y sus destellos magistrales, cultura en fin.

La fuerza elemental del paisaje, la imaginación metafórica y la renovación de las formas[6] de la chilena en José Agustín Ramírez; el romanticismo y la universalización del dolor y la desesperanza amorosa de Álvaro Carrillo, a través de imágenes sofisticadas; los conceptos básicos del desamor encarnados en escuetos versos parcos y certeros de Indalecio Ramírez; todos ellos compositores de canciones omnipresentes y necesarias. La interpretación vocal vigorosa y grave de Vidal Ramírez, Darvelio Arredondo, Ismael Añorve –cuya maestría interpretativa en la guitarra es ejemplo y modelo[7]–, Chanta Vielma, Baltazar Velasco e Higinio Peláez, en contraste con las voces impostadas y serpenteantes de Jesús Hernández[8], Los Cimarrones[9], Jesús Barete[10], Emiliano Gallardo[11], pasando por la música de fusión[12] y la maestría instrumental de Los Magallones, la alegría congénita y fresca[13] y el humor[14] de Juan Morales y Los Multisónicos de la Costa, la lírica popular, el sentimiento y la pasión de Los Gallardo[15], el refinamiento y la versatilidad de Blanco y Negro[16], la ingenua ternura del Apache 16[17], la rusticidad de Los Donnys[18], la arrechura de Esteban Bernal[19] y su acordeón de botones, y la elegancia y virtuosismo de Aniceto Molina[20] al frente de la Luz Roja de San Marcos; mención aparte merece la canción Maldición[21], en voz de Constantino Gallegos y acompañamiento de Flama Tropical; como colofón, la perfección técnica de Francisco Pérez Melo, guitarrista clásico.

En el terreno de la poesía, el erotismo de algunos sonetos de Juan García Jiménez; la musicalidad y el regionalismo de Rubén Mora; la prodigalidad imaginativa de Citlalli Guerrero; la sobriedad y la manía por el estilo de Eduardo Añorve; teniendo de fondo los versos y los verseros y verseras. En el terreno de la danza, se va desde la elemental monotonía en el taloneo de la artesa, la fuerza, la rusticidad y el éxtasis rítmico en el baile de los diablos, hasta la elegancia, el colorido y la finura de la chilena. La pintura ingenua y colorida de Julia López y Casiano García y la búsqueda de las formas trascendentes en los grises de Jaime d’Angela. Las imágenes fotográficas de Ariel Baños que se centran en los afromexicanos de la costa oaxaqueña, y las de Eduardo Añorve, quien pretende retratar seres humanos. Anoto, también, algunas artesanías ahora en desuso o desaparecidas en la zona baja de la Costa Chica y preservadas entre los amuzgos y mixtecos: la elaboración de telares[22], el calado y adorno de la jícara y la elaboración de máscaras[23] en muchas poblaciones, casi siempre con propósitos prácticos.

La historia que tenemos pendiente por contar es la historia de todos, la colectiva, no la de unos cuantos, la de la cultura afromexicana, la de la Costa Chica. En esta empresa, conceptos como raza o etnia resultan excluyentes, discriminatorios. Como afirma Francisco Moreno Fernández, la identidad no impide compartir elementos con otros grupos o individuos. Y la historia de la Costa Chica nos enseña que los límites no existen, y si existen son ensanchados y estrechados continuamente por el zig-zag del devenir de los hechos sociales, políticos, económicos y culturales.

II. Recuento de algunas formas de organización y reconocimiento afromexicanos

El movimiento de auto-reconocimiento étnico y cultural en la Costa Chica tiene demasiados vericuetos, difíciles de conocer y agotar, y difieren de pueblo a pueblo y de individuo a individuo, lo que imposibilita hacer un recuento total, asunto que requeriría un equipo humano formidable para investigarlos. Por ahora, retomo algunos hechos significativos, a mi juicio y según mi ignorancia; hablo de ellos porque los conozco con cierta profundidad y porque sin conocerlos o enunciarlos, entender este proceso sería imposible.

1. Los cimarrones y Son de artesa, San Nicolás, Guerrero

En 2001, Silbestre Tiburcio, (a) Bucho, Noyola, de San Nicolás, Guerrero, recibió el premio nacional de ciencias y artes, en el rubro de arte y culturas populares. Bucho, hombre dado en fantasear, como cualquiera que se respete, tiene un tanto más de veinte años recogiendo corridos y cantándolos, grabándolos en forma casi artesanal y vendiendo casi casa por casa sus cassete o CD. La historia viene de atrás tiempo, de principios de los años ochenta, y tiene que ver con el trabajo que Miguel Ángel Gutiérrez Ávila y Javier del Río Azurmendi realizaran en San Nicolás, convenciendo a viejos y no tan viejos para guardar la memoria de la comunidad, fuesen “cuentos, versos, adivinanzas, proverbios y corridos [que] son el fundamento de su cultura y el perfil de su identidad[24]”. Uno de los frutos de ese trabajo fue el álbum Traigo una flor hermosa y mortal, editado bajo los auspicios del Instituto Guerrerense de la Cultura, Fotón, S. A. y del Programa de Artesanías y Culturas Populares, donde músicos sannicolareños interpretan corridos y canciones, algunos de autoría propia; entre ellos aparece el amigo Bucho Noyola. “Este disco es resultado y testimonio del esfuerzo realizado por los miembros del Taller de Música por preservar, transmitir y reforzar la tradición musical del pueblo afromestizo de San Nicolás… El Programa de Artesanías y Culturas Populares ha impulsado el apoyo para la conservación y reforzamiento de la Cultura Afromestiza…”, puede leerse en la contraportada. Conviene resaltar el nombre adoptado por este grupo, Los Cimarrones, porque, como señala Gutiérrez Ávila, denota que existe conciencia del legado africano, si bien no sustentada en el conocimiento académico.

En 1982 se había inaugurado en San Nicolás una casa de cultura, centro de operaciones de los investigadores citados y donde se daban cita los viejos y jóvenes de la comunidad para transmitir algunas tradiciones empolvadas, como el baile de las pastoras, la artesa, la huída y otras danzas y bailes, además de los enunciados en el párrafo anterior. De entre ellas, el baile de artesa tendría mayor impacto y difusión entre los jóvenes, a tal grado que durante los últimos veinte años se han dedicado a recorrer el país bajo el nombre de Son de artesa, llevando sus sones bailados, cantados y recitados a muchos lugares. Los sones de artesa sannicolareños[25] influirían en los famosos sones de Tixtla, los cuales han sido estilizados y dotados de una coreografía atractiva.

En 1990, La Unidad de Culturas Populares Guerrero iniciaría trabajos en San Nicolás, además de Maldonado y Huehuetán, poniendo en marcha el proyecto Vigencia de la cultura afromexicana de la Costa Chica del estado de Guerrero. Tres libros serían publicados, producto de ese proyecto: Jamás fandango al cielo. Narrativa afromestiza, Choco, chirundo y chando. Vocabulario afromestizo y Cállate burrita prieta: poética afromestiza[26].

2. Museo de las culturas afromestizas Vicente Guerrero Saldaña

En el año de 1986, un grupo de jóvenes profesionistas del municipio de Cuajinicuilapa tuvieron la idea de formar una asociación con el fin de conseguir mejoras para la población, y el 24 de febrero de 1988 logran registrarse legalmente bajo el nombre de Asociación de profesionistas del municipio de Cuajinicuilapa, quedando integrada ésta por las comisiones de salud, educación, deportes, saneamiento ambiental y sociocultural y por la mesa directiva.

Después de varios esfuerzos por trabajar organizadamente en pro del municipio, los miembros de la asociación dejaron de participar poco a poco. Fue la comisión sociocultural, en persona de Jorge Añorve Zapata, quien presentó la propuesta de construir un museo, tomando en cuenta la gran cantidad de restos arqueológicos prehispánicos que se encuentran en el suelo y el subsuelo de la región. Esta fue una de las propuestas que permitieron dar continuidad al trabajo de la asociación, además de la realización del festival del baile de los diablos que, desde 1986, venía realizando, por iniciativa del mismo Añorve Zapata, considerando que este baile es uno de los más representativos de la cultura de esta zona de la Costa Chica.

Con la idea de construir un pequeño museo que albergara objetos de la vida cotidiana del pasado inmediato de la población y las numerosas piezas arqueológicas que se descubrían y que recibían en donación, se comenzó a conseguir un lugar donde edificarlo. Se obtuvo para tal propósito, incluso, un terreno cedido por las autoridades ejidales. Mas no sería sino hasta principios de los noventa, en 1994, cuando se acudió a una reunión del Programa Nacional de Museos Comunitarios en Santa Ana del Valle, Oaxaca, donde se tuvo clara conciencia, al confrontar sus experiencias con las de los demás participantes de que la orientación museográfica debería atender a la raíz africana, uno de los constituyentes más fuertes en la población de la Costa Chica.

Los socios activos de la antigua asociación de profesionistas, y otros más que se sumaron en el camino, se constituirían informalmente en la organización Pro-museo Cuijla, A. C., con el objeto definido de construir un museo que recuperara las tradiciones y manifestaciones culturales de los costeños, logrando registrarse legalmente el 15 de noviembre de 1995, bajo el nombre de Museo Comunitario Cuijla, A. C. En estas fechas, el objetivo central estaba definido: “la fundación de un museo comunitario que llevará por nombre Cuijla” además de “fomentar la cultura afroamericana de los grupos étnicos de la región, sus tradiciones, sus costumbres” y de “contar con una fuente de datos históricos e impulsar las artesanías de la cultura afroamericana” e “inculcar en las generaciones de estudiantes y público en general la importancia de los mismos”.

A solicitud de la asociación civil, a fines de 1997, las autoridades municipales, presididas por Andrés Manzano Añorve, reúnen a funcionarios del Programa Nacional de Museos Comunitarios, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, de la Dirección General de Culturas Populares (en sus diferentes áreas: Dirección de Acción Regional, Programa Nuestra Tercera Raíz y la Unidad Regional Guerrero); también asisten representantes del gobierno del estado de Guerrero y socios de la organización Museo Comunitario Cuijla, A. C. con el objeto de trabajar en “la planeación de lo que será el primer Museo de la Cultura Afromestiza en nuestro país”.

Durante 1997, 1998 y 1999 se trabajó intensamente para fundar el museo, con la participación de los tres niveles de gobierno, el municipal, el estatal y el federal. Al Ayuntamiento Municipal, le correspondería aportar “el terreno que se destinará al museo de la tercera raíz”, según se lee en el acuerdo de Cabildo Municipal del 14 de marzo de 1997, y aportar recursos económicos y materiales para que los trabajos de capacitación y construcción se realizaran en los mejores términos. El gobierno estatal aportaría aproximadamente un millón de pesos para las obras de remodelación y construcción del inmueble, que incluiría el edificio del museo, la biblioteca municipal, la casa de la cultura y el conjunto de redondos. Por su parte, las autoridades y los funcionarios federales aportarían la colección museográfica, así como la asesoría histórica y etnográfica. Conviene precisar que la Dra. Luz María Martínez Montiel estuvo a cargo del diseño museográfico.

La inauguración del museo se programó para el 21 de marzo de 1999, donde se haría realidad el “Decreto 001. Que crea el Museo de las Culturas Afromestizas General Vicente Guerrero Saldaña”, cuyo artículo 1, a la letra dice: “Se crea el día 21 de marzo de mil novecientos noventa y nueve el Museo de las Culturas Afromestizas General Vicente Guerrero Saldaña en Cuajinicuilapa, Guerrero, como un organismo desconcentrado del H. Ayuntamiento de Cuajinicuilapa, Guerrero, que será gobernado por el Comité de Museo Comunitario Cuijla, A. C. como organización comunitaria”. Sin embargo, por cuestiones administrativas, la presencia del gobernador del estado, Ángel Aguirre Rivero, adelantó la ceremonia de inauguración, siendo celebrada el 17 de marzo del mismo año, en presencia del Secretario de Educación Pública federal.

Luego de un periodo de bonanza al estar asistida por el Ayuntamiento Municipal, la organización Museo Comunitario Cuijla, A. C. se vería en apreturas económicas cuando el gobierno municipal fue relevado por otro con signo político distinto y que pretendió desaparecerlo. Durante tres años, el museo y la asociación civil resistieron el embate del presidente municipal en turno, Constantino García Cisneros, quien decidió desobedecer los acuerdos de Cabildo Municipal que otorgaban recursos económicos y administrativos al museo. En esa pretensión, el gobernante convirtió la casa de la cultura –parte del conjunto cultural que albergaba al museo– en un centro de rehabilitación del DIF municipal. Sin embargo, la organización y el trabajo de la asociación permitieron defender el museo y conseguir recursos económicos apenas suficientes para su funcionamiento. La siguiente administración municipal tampoco apoyó el mantenimiento y la manutención del museo.

El museo es visitado constantemente por estudiantes de los distintos niveles educativos y escuelas de la Costa Chica, y se ha convertido en una referencia obligada de investigadores y estudiosos de la afromexicanidad. Es interesante notar que varios de los miembros de la asociación civil que administra el museo son egresados de la escuela secundaria técnica local y que tuvieron como maestros a Efrén Flores Villaseñor, quien les enseñó a disfrutar y recitar, en la modalidad de poesía coral, los poemas de Nicolás Guillén, y a Valdemar Mérida González, quien les mostró y los indujo a leer el libro Cuijla, esbozo etnográfico de un pueblo negro, además de discutir con ellos sobre el color de la piel y enviarlos a elaborar una monografía del pueblo como parte del curso de ciencias sociales. Casi una decena de generaciones escolares tuvieron esos maestros, a partir de 1973.

3. La experiencia de José María Morelos, Oax.

Desde 1991, varios maestros y algunos jóvenes de José María Morelos, pertenecientes al Comité de Cultura de la Casa del Pueblo, con la intención de “educar a la gente en cuanto a su conciencia originaria, particularmente, su raíz africana[27]”, se dedicaron a realizar actividades para “ofrecer información sobre la historia local y sobre nuestra ascendencia africana”. En enero de 1994 elaboran un “panfleto hecho en mimeógrafo” de aparición mensual, titulado Raíces, donde reproducen y elaboran textos para dar forma al objetivo anterior. Al año siguiente, el proyecto se convierte en una revista elaborada con mejores materiales, con periodicidad mensual y en la que incluyen “historia local, poesía, literatura, corridos, notas comunitarias y otros temas que contribuyan a la enseñanza de los orígenes de la cultura negra en la Costa Chica”; su título era Cimarrón.

En mayo de 1996 se consigue un espacio en la radiodifusora de Jamiltepec, donde se realiza un programa semanal, con duración de treinta minutos. Cimarrón, la voz de los pueblos negros, era su título. En él se incluían música y entrevistas, y se abordaban temas sobre danza, tradiciones y personajes relevantes de la cultura afromexicana, siguiendo el propósito de las dos publicaciones anteriores: “ofrecer información para concienciar a nuestra gente”. El locutor era Israel Reyes Larrea, impulsor principal del grupo. El programa radiofónico duraría tres años.

En el año 2000 se constituye la organización AFRICA[28]. “Se trataba de acompañar nuestro andar, de no ser excluyentes, de no caminar solos”, explica. Desde entonces hasta la fecha han realizado actividades culturales, talleres y actividades ligadas al desarrollo de proyectos productivos.

4. México Negro, A. C.

En 1996 se reunieron en Pinotepa Nacional Oaxaca un poco menos de diez personas interesadas en dar forma a inquietudes relacionadas con la identidad de los afromexicanos y sus formas de organización; a partir de allí se fundaría el Comité de Pueblos Negros, quien realizaría el primer Encuentro de pueblos negros en 1997 en El Ciruelo, Oaxaca, donde acudieron representantes de varios pueblos costeños de ambos estados. Fue un hecho inusitado no sólo en la región sino también en el país, al grado tal que la Secretaría de Gobernación federal envió a dos agentes[29]. A decir de Juan Ángel Serrano, su actual presidente, México negro es una organización de las llamadas ONG y se constituyó formalmente en 1998[30]. El encuentro se ha venido realizando desde 1997: cinco veces en Oaxaca –El Ciruelo (1997), San José Estancia Grande (1998), Collantes (2000), Santiago Tapextla (2001), Santo Domingo Armenta (2003) y Corralero (2005)–; y tres en Guerrero: Cuajinicuilapa (1999), San Nicolás (2002) y Huehuetán (2004).

Cuatro fueron los ejes de acción fundamentales de México Negro: 1) productivo, y se refiere a obtener recursos para desarrollar proyectos productivos presentados por “los pueblos negros”; 2) organizativo, y se refiere a las formas de interacción de la asociación civil con la población y de la población misma; 3) educativo, y se pretende contribuir a disminuir las carencias en la materia de la población; y, 4) cultural, y se refiere a rescatar y estimular las formas de producción cultural de los “pueblos negros”.

“No es un movimiento político”, aclara Sergio Peñaloza[31], de Cuajinicuilapa, ex-presidente de México Negro, quien declara Glyn Jemmot dirige realmente la asociación aunque formalmente no pertenece a ella. A su vez, Glyn negará pertenecer a México Negro. Sobre la escasa participación de la población en los encuentros y dentro de la asociación, Glyn plantea que “la ambigüedad en definir y asumir plenamente la negritud del movimiento ha hecho que la gente no se comprometa con él[32]”, aunque coincide con Peñaloza en que el movimiento no tiene reivindicaciones políticas ni se agota en lo racial y cultural, sino que ha sido incapaz de organizar a nivel comunitario a los “pueblos negros” para valorar su participación en la conformación de la nación mexicana, buscando ocupar un lugar protagonista en ella. A pesar de aceptar que los habitantes de la Costa Chica son afromexicanos, Glyn se resiste a dejar de utilizar el término negro para designar el movimiento, argumentando que sería una concesión que restaría fuerza a sus acciones y a su presencia. “Es un modo de atraer la atención, la mirada, hacia estos pueblos. Una afirmación del movimiento”, dice. Y acepta que esa afirmación tenga que estar acompañada con acciones que vayan más allá del mero escaparate cultural y del turismo social que han propiciado los encuentros.

En el cuarto encuentro, año 2000, donde la participación de los “pueblos negros” era escasa, el fracaso fue evidente. El diagnóstico hecho por Glyn fue certero, y puede aplicarse a los posteriores encuentros: reconoce que no han sido capaces de motivar y encauzar el desarrollo comunitario de proyectos productivos para mejorar la calidad de vida de estos pueblos: “Cuando creímos llegado el momento de dejar que el movimiento se nutriera con la participación autogestiva y fuera dirigido por los líderes naturales de las comunidades, la respuesta no llegó; por ejemplo, pocos asistieron al [cuarto] encuentro. Ha habido trabas organizativas; sin embargo, en el fondo hay poco compromiso de la gente”. Y cuando dice “gente” se refiere a su grupo de trabajo.

Las diferencias y divisiones en la asociación comenzaron incluso antes de estar constituida legalmente. Israel Reyes Larrea relata que él dejó de participar desde el segundo encuentro ante la intolerancia que comenzaba a mostrarse: “se le quería imponer una carga religiosa a los encuentros, la católica, y eso no se vale porque en nuestros pueblos existen creyentes de distintas religiones”. También existen quejas de que México Negro es un grupo cerrado en torno a Glyn, cuyos miembros asumen con enjundia las actividades, sin que hayan sido capaces de involucrar en ellas a más personas. Otra causa esgrimida[33] es que se dejaron de lado dos de los principios normativos de México Negro: la independencia y la democracia. En efecto, excepto el primero, los restantes encuentros han sido financiados por gobiernos municipales o estatales o el federal, a través de distintas instancias; lo que pone en entredicho la pretensión de su independencia. En relación a la democracia, Glyn ha formado un equipo de trabajo en torno suyo, cuyos miembros ocupan cargos formales dentro de la estructura de la asociación y del comité coordinador; sin embargo, las decisiones las toma él, sin tomar en cuenta la opinión de los demás. En 2000, Juan Ángel Serrano, presidente actual de México Negro, se quejó de mal uso de los recursos de la asociación, de influyentismo, de falta de trabajo y de perspectivas; de que la población sólo se acercara a ellos para conseguir créditos o dádivas y luego se alejaba[34]. Hace unos días se mostraba molesto: “En el tercer encuentro [realizado] en Cuajinicuilapa, le dije al padre Glyn que esto ya había reventado, que todo parecía una fiesta que hubiéramos preparado para los gringos. Y él se molestó. Y es que él es autoritario. Todo lo quiere hacer él, todo lo hace él: el programa, el manejo de los recursos. Y así, hemos ido de fracaso en fracaso. Fracasaron los encuentros porque la gente negra, la gente de los pueblos no se acerca. Sólo se acerca cuando le das algo, cuando les proporcionas apoyo y luego no quiere saber nada de nosotros. Ahí tienes el proyecto de cajas de ahorro populares; fracasó también; de las doce cajas, sólo funciona bien la de Santo Domingo y esa no quiere saber nada de México Negro; de hecho, no tiene nada que ver con México Negro. La caja del Ciruelo es como un niño chiquito, a la que Glyn tiene que llevar de la mano. Y es que él no escucha. Si uno le dice algo, se molesta. Y tenemos problemas. Hay desorden administrativo; él no sabe manejar los recursos, se enreda, se hace bolas, pero no quiere escuchar a sus subordinados. Por eso se ha quedado solo. Ve nomás lo pasó en el último encuentro, el de Corralero, no hubo nadie”.

México Negro no ha sido capaz de convertirse en un movimiento social que represente a los “pueblos negros”; es más, en las comunidades donde se han realizado los encuentros la gente no sabe quienes son ni conoce sus principios ni sus acciones. En 2001, en Tapextla, los representantes de Afroamérica XXI[35], entre ellos Michael Franklin, reclamaron con molestia la ausencia de organización de los “pueblos negros”, se dijeron engañados por Glyn, quien les pintó una situación optimista. Amenazaron, incluso, con demandarlo por fraude[36]. En los encuentros de San Nicolás y Huehuetán, autoridades locales y candidatos del PRI estuvieron entre los invitados especiales; y la participación se “logró” acarreando estudiantes de secundaria y preparatoria a los actos culturales. Al encuentro de Huehuetán asistiría el diputado federal Ángel Heladio Aguirre Rivero, en un acto de proselitismo político[37].

Dos son las lecciones que aprender de este intento organizativo: ningún movimiento, organización o instancia que pretenda tener legitimidad entre los afromexicanos debe ser excluyente, en función de una supuesta pertenencia racial o étnica ni mucho menos basándose en el color de la piel. La segunda es: las culturas tienen su propio tiempo de crecimiento y maduración; la inducción exógena y violenta no los acelera. En este caso, la pretensión de hacer conciencia a los afromexicanos acerca de una verdad histórica lejana culturalmente, ha devenido en fracaso.

5. A por el reconocimiento legal de la etnia afromexicana

El 14 de julio de 2004, Ángel Hilario Aguirre Rivero, Diputado Federal por el PRI, hizo una proposición “Con punto de acuerdo para solicitar al Ejecutivo Federal otorgue el reconocimiento de etnia a la población afromexicana”, presentada “sin intervención en tribuna”, y turnada a la “Tercera Comisión de la Comisión Permanente”. Esta proposición aparece más completa y explicada en la Gaceta de la Cámara de Senadores[38].

Se pide “darle status de etnia a la cultura afromexicana”; ello implica un contrasentido porque una cultura no puede ser reducida a una etnia.¿Por qué le interesa ahora al Diputado proponer lo tal? ¿Por qué en esos momentos preelectorales en el estado? En principio, el Diputado ni siquiera conoce el tema. Veámoslo: Pretendiendo lograr un paralelismo a favor de su causa, la primer consideración que hace es: “en el año de 2001 se aprobó la reforma constitucional en materia indígena, estableciendo principios constitucionales de reconocimiento y protección a la cultura y los derechos de los indígenas, sus comunidades y sus pueblos, dando cuerpo y significado pleno a la presencia viva de la población indígena”. Omite e ignora que la reforma aludida no fue producto de un punto de acuerdo sino de un proceso social y político venido desde lejos, cuya más reciente crisis provocó la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994. Las consecuencias son de sobra conocidas. Y el “asunto indígena” sigue sin resolverse. Es decir, no parece ser esa la ruta adecuada: nadie se volverá afromexicano por decreto o atendiendo un punto de acuerdo, por muy poderosos que sean los poderes de la Unión.

Otro desaguisado en las consideraciones de la proposición se refiere al territorio y la pluralidad étnica involucrados: “Actualmente la población afromexicana se encuentra establecida en el Estado de Veracruz, y principalmente en 37 ciudades ubicadas en la región de Costa Chica en los Estados de Guerrero y Oaxaca”, se afirma. En primer lugar, no existen 37 ciudades en la Costa Chica. En segundo, el proponente no tiene claro el significado de “afromexicano”. ¿Qué liga a Veracruz con Guerrero y Oaxaca? ¿Los mascogos –tamaulipecos descendientes, también, de africanos– son afromexicanos? ¿Tampoco lo son gente de Acapulco y de la Costa Grande de Guerrero? Para mejor abundar, se dice: “nuestros pueblos afromexicanos… estas familias que también son mexicanas”; denotando ignorancia al redundar, pues afro-mexicano incluye lo mexicano. La confusión se agrava cuando se enlista la “población afromexicana” de Guerrero: “Cerro del Indio, Cuajinicuilapa, Maldonado, Montecillos, El Pitayo, Punta Maldonado, San Nicolás, El Cacalote, Cerro de la Tablas, Copala, Azoyú, Banco de Oro, Barra de Tecoanapa, Huehuetán y Juchitán”. Casi todas estas poblaciones pertenecen al municipio de Cuajinicuilapa, excepto Copala, Azoyú y Juchitán, que pertenecen cada una al municipio del mismo nombre. En Cuajinicuilapa existen más poblaciones que no se enlistan; del mismo modo, se omiten poblaciones de los municipios de Ometepec, Igualapa, Azoyú, Marquelia, Copala, Cruz Grande y San Marcos, cuando menos. Al estado de Oaxaca ni se le menciona.

En la proposición se habla de la “raza negra”. Es inmoral referirse a los grupos humanos y étnicos como razas. Taxonomía. Asunto de zootecnia; tal vez de botánica. Hablar de razas es desconocer la historia de la humanidad. La mezcla, el mestizaje, son constantes y necesarios en el devenir social, en la vida de los seres humanos, esenciales. La mera noción de raza implica diferencia por el origen y alude a conceptos como pureza, superioridad y otros igualmente estúpidos. Se ha utilizado para esconder y justificar la explotación de algunos grupos humanos por otros. “Raza negra” dijeron los europeos y esclavizaron hombres africanos para utilizarlos como mano de obra; mercancía, piezas de ébano. “Raza negra”, y los despojaron de su condición humana, los convirtieron en cosas, en sub-humanos. “Raza negra”, dice todavía nuestro diputado Aguirre. ¿Será racista y no se da cuenta? ¿Ignorancia? ¿Desdén? ¿Superioridad?

Y el asunto se desnegra, se aclara cuando leemos los resultados que se pretenden: “Se exhorte al titular del Poder Ejecutivo Federal para que otorgue el reconocimiento a la población afromexicana como la tercera raíz cultural de México, concediendo el status de etnia a estos pueblos para que puedan recibir los mismos beneficios de los pueblos indígenas y puedan ser incluidos dentro de los programas que maneja la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas[39]”. Y sigue: “Se exhorte a la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública para que dentro del Presupuesto de Egresos de la Federación para el siguiente ejercicio fiscal, se incrementen los recursos destinados a la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, para que los pueblos afromexicanos sean incorporados como participes de los beneficios[40] que reciben los pueblos indígenas”. Como colijo, asunto de dineros. ¿Quién ha de manejar los “beneficios”, los “recursos”? Asunto de manejar dineros, vuelvo a colegir. ¿Quién ha de ser el beneficiado directo con los tales recursos?

Las otras dos exhortaciones, más importantes, apenas se bosquejan, cuando debieran explicarse: “Se exhorte a la Secretaría de Educación Pública para que en aras del reconocimiento histórico de la aportación de los pueblos afromexicanos, se instrumenten los programas correspondientes mediante los cuales se difunda la cultura afromexicana”, se pide, así sin más, con una ignorancia y un desprecio tales cuales los desplegados por los esclavistas; con prisa, como para salir rápido del mal paso, justificando, encubriendo. Al final se propugna porque: “Se exhorte al Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática para que aplicando el criterio de origen afromexicano, emita las estadísticas necesarias que permitan conocer de manera oficial el número de habitantes afromexicanos, así como los lugares en donde se encuentran sus principales asentamientos”. A todo esto, el “criterio de origen afromexicano”, ¿cuál ha de ser?

III. Conceptos en disputa

1. Negros

Discutiendo con un teórico negro sobre la negritud de los afromexicanos

Académicamente no está fundado; sin embargo, en la discusión de ideas entre los costachiquenses se utiliza el método llamado “como veo doy” para intercambiar argumentos y discurrir hasta llegar a razón o a verdad o a conclusión, o a pleito irreconciliable. La cultura de la oralidad priva, antes que la de la lectura; ello implica que se discuta según se expresen los argumentos, en modo de diálogo y sin tener una visión general anticipada del asunto.

En 2004, Bobby Vaughn publicó una veintena de páginas bajo el título de “Los negros, los indígenas y la diáspora. Una perspectiva etnográfica de la Costa Chica[41]”. Al reflexionar antropológicamente, Bobby emite una opinión controversial cuando distingue entre los términos indígenas, pueblos indígenas e indios: “… la mayoría de los mexicanos de ascendencia africana utiliza la palabra más desagradable, indio”, afirma; y un poco adelante, continúa: “para referirme a los mexicanos de ascendencia africana utilizaré los términos afromexicanos y negros…”. Según expone, a Bobby la palabra indio le parece “desagradable”; ¿se habrá preguntado si la palabra negro también resulta desagradable? Si ese es el caso, seguro es que respondió: “no”; que la palabra negro aplicada a una persona de la Costa Chica no resulta desagradable, hecho por demás equívoco puesto que, en la vida cotidiana no académica, puede resultar desagradable y discriminatoria, y hasta ofensiva. En la vida cotidiana y académica de un estudioso estadounidense, habituado a utilizar la palabra negro hasta en sí mismo, su connotación es distinta a la nuestra. Tal vez, conjeturo sin apresuramientos, Bobby utilizó el adjetivo “desagradable” cuando debió utilizar “despectiva”; en la mayoría de las veces que se les utiliza, las palabras indio y negro pueden y suelen sonar en forma despectiva, no desagradable. Otra pregunta que debió hacerse Bobby es: “los mexicanos de ascendencia africana” de la Costa Chica, ¿tienen o no, también, herencia mixteca, zapoteca, acateca, cuahuiteca, ayacachteca, amuzga, huehueteca, cinteca, nahua, tuzteca y yope, es decir, indígena?

En el mismo párrafo, Bobby precisa: “…mi empleo del término negro es una forma abreviada para referirme a los «afromexicanos» y no sugiere un color de piel en particular”. Ahora me preguntó yo lo que él no pudo preguntarse, ni responder: Si el término negro no sugiere un color de piel particular, ¿por qué no utilizar otro término como afromexicanos o costeños que, para el caso, da lo mismo? Como si hubiese leído mi objeción, Bobby aclara: “Afromexicanos, entonces, equivale más o menos al término local moreno cuando en algunos casos los lugareños se refieren a toda la comunidad étnica, sin tomar en cuenta el color”. Lo primero que no aclara el buen Bobby es quiénes y de dónde son esos “lugareños” que “se refieren a toda la comunidad étnica, sin tomar en cuenta el color”, porque en toda la Costa Chica decir moreno es referirse a un color de piel y no a rasgos culturales o étnicos. Difícilmente a alguien que tenga color de piel claro o blanco, aunque pertenezca a una comunidad étnica tenida por afromexicana, se le llamará moreno; es decir, al de piel blanca o clara, en cualquier lugar de la Costa Chica se le nombrará güero, güerito, blanco o blanquito, etcétera.

Luego, Bobby Vaughn define la Costa Chica: “Esta región costera de casi 400 kilómetros de largo, que incluye también partes de los estados de Guerrero y Oaxaca, alberga alrededor de 50 000 mexicanos de ascendencia africana que viven en proximidad íntima con indígenas y mestizos”. La primera precisión impropia que hace Bobby, en el sentido de que la Costa Chica “incluye también[42] partes de los estados de Guerrero y Oaxaca”, denota que desconoce la geografía mexicana, pues deja entrever que además de los limítrofes territorios guerrerense y oaxaqueño, la Costa Chica está integrada con alguno otro. Es discutible, igualmente, el dato de “50 000 mexicanos de ascendencia africana”, en primer lugar porque no precisa en qué consiste o cómo se manifiesta esa “ascendencia africana” y, por tanto, cómo se cuantifica.

“Los poblados con habitantes principalmente afromestizos se localizan en la subregión de la costa chica de Oaxaca, en los distritos de Jamiltepec y Juquila, de la región de la Costa. En menor medida se encuentran en los distritos de Cuicatlán, Pochutla, Juchitán y Tuxtepec. Los municipios con mayor presencia negra son: San José Estancia Grande, Santo Domingo Armenta, San Juan Bautista Lo de Soto, Santa María Cortijos y Santiago Tapextla. Le siguen con rasgos mulatos: Mártires de Tacubaya y Santiago Llano Grande. En comunidades pertenecientes a municipios mixtecos hay fuerte presencia en: Santiago Jamiltepec, Santa María Huazolotitlán, San Andrés, Huaxpaltepec y en Santiago Tututepec. En municipios mestizos destaca la presencia negra en Pinotepa Nacional y en Tututepec”[43]. En Guerrero, la población afromexicana abarca los municipios de San Marcos, Florencio Villarreal (Cruz Grande), Copala, Marquelia, Juchitán, Azoyú, Igualapa, Ometepec y Cuajinicuilapa; en los municipios de Ayutla y San Luis Acatlán es escasa. Haciendo números, en la zona oaxaqueña, la población “afromestiza” se calculó en alrededor de 20 000 individuos durante 1990, según el sitio web del gobierno de Oaxaca[44]; es de suponerse y aceptarse que ese número se ha incrementado en los últimos años. En Guerrero, la población afromexicana asciende a más cien mil personas, conforme a datos del XII Censo General de Población y Vivienda 2000[45]. Conviene notar que Acapulco no pertenece formalmente a la Costa Chica; sin embargo, su población afromexicana es abundante. Los números, pues, rebasan la estimación que hace Bobby Vaughn.

En su definición de la Costa Chica, Bobby introduce a otro grupo étnico, los “mestizos”, a quienes tampoco define, lo que conduce a varias preguntas: ¿se refiere a los llamados mestizos por la “academia mexicana”, concepto incrustado “en un contexto ideológico específico –el mestizaje nacionalista unificador–“, según lo expresa en párrafos anteriores?; es decir: ¿los mestizos que menciona son productos de la mezcla entre españoles e indígenas? Si es el caso, ¿los considera una etnia?; en consecuencia, ¿por qué no considera etnia a los lobos, productos de mezcla entre negros e indias, grupo más numeroso que los otros de la Costa Chica? ¿Y los españoles?; ¿cuál es o fue su presencia poblacional en la zona? Finalmente, al introducir el concepto de mestizos, ¿convalida el uso de ese término con fines antropológicos, y acepta “la ideología específica” de la “academia mexicana” y, en consecuencia, los postulados del “mestizaje nacionalista unificador”?

Y la gota que anega el vaso de esta discusión fingida –en cuanto que no estamos frente a frente, ni palabra contra palabra– es la delimitación de la zona de estudio: “Este ensayo se basa en investigaciones etnográficas llevadas a cabo, principalmente, en el pueblo de Collantes, localizado en la municipalidad de Pinotepa Nacional, Oaxaca, y sus alrededores”. Y abandono tan dialéctica disputa, no por putería sino por no prestarme a farsa: ¿Será posible que un académico que se precie de serio intente vendernos un ensayo cuyas investigaciones se limitaron solamente a Collantes y pretenda hacer pasar las conclusiones como concernientes a toda la Costa Chica?

Neocolonialistas

Es frecuente que los defensores y propagadores de la visión negrista, la mayoría de ellos de origen estadounidense, actúen como colonizadores. ¿O cómo explicarse que, por ejemplo, la directora del Museo de arte africano en Detroit se empeñara en que el presidente municipal de Cuajinicuilapa (en 1999) fuera un negro?; ¿que Glyn Jemmont peleara porque el director del Museo de las culturas afromestizas fuera un negro?; ¿porque Michael Franklin (2000), líder de la organización Afroamérica XXI me llamara “traidor a mi raza” por no aceptar el esquema “blancos versus negros” para entender y explicar las relaciones entre grupos étnicos y humanos en la Costa Chica? ¿Cómo aceptar que ciertos investigadores pretendan imponer como concluyentes y definitivas sus visiones, cuando es notorio que las trasladan de otra realidad social a la nuestra?

Finalmente, hay una razón suficiente para oponerse al uso del término negros para designar a los afromexicanos actuales –independientemente de lo que signifique o quiera significar–: es excluyente. Además, implica casi siempre color de la piel y pocas veces cultura o etnia.

2. Mestizos y afromestizos

En la disputa por las riquezas novohispanas, los criollos iniciaron la construcción de un discurso que recupera el pasado de las naciones indias (el mito de la fundación nacional es náhuatl), asume el discurso tradicional del poder estatal español y recupera el discurso ilustrado (libertad, igualdad y fraternidad). En este proceso de disputas, cambios y guerras, el concepto de libertad transita del ámbito del esclavo al del individuo: del hombre que ya no es esclavo al que sabe gobernarse a sí mismo; finalmente, se instituye la falacia de la naciente nación como libre de la esclavitud a la que la sometía España, siendo que los únicos esclavizados fueron los indios, primero, y los africanos después. Astutos los criollos, que nunca fueron esclavos, se asumen como tales para “liberarse” de la Madre Patria. Además, erigen un ente que enmascara a los distintos: el mestizo. Es innegable que la Nueva España es suma de distintos que se mezclaron biológica, cultural, económica, política y socialmente; es cierto que este proceso fue ágil, flexible y enriquecedor; pero, también es verdadero que el concepto de mestizo alude a cualquier mezcla humana, en cualquier tiempo y lugar. Aunque tal concepto otorga igualdad a los afrodescendientes y demás castas e indios, la realidad la impide: los derechos civiles que obtienen son sólo papel, palabras, discurso: la jerarquización social, la discriminación por el color de la piel continúa, la presencia de sangre negra en un individuo lo sigue haciendo infame; amén la discriminación económica. Por ello, los afrodescendientes se asumen como mexicanos, pretendiendo negar lo innegable: el estigma de infamia, la desigualdad; porque con el concepto de mexicano se niega lo distinto, se impide el derecho al disentimiento, a la diferencia.

Se pretendió, luego de la Independencia, hacer tabla rasa de los no blancos; el ideal era blanquear a los indios y morenos. Sobre ambos, Don Carlos María de Bustamante comenta: “Los pardos aspiran a la estimación de los blancos: desean confundirse con ellos, y a la segunda o tercera generación están ya enlazados en sangre y en intereses, de modo que forman un sola casta entre los blancos: por cuya razón la influencia de los morenos es nula, y su poder físico y moral de ningún riesgo, si se toman con previsión las medidas correspondientes.” Como él anota, se pretende el blanqueamiento para evitar el espíritu conflictivo de los quebrados de color.

Consigna Francisco Santamaría[46] que el término mestizo “aplícase a la persona nacida de padre y madre de razas diferentes, y con especialidad al hijo de hombre blanco e india, o de indio y mujer blanca”. Anota, además, que mestizaje, en principio, es “cruzamiento de dos razas de animales”. El filósofo de la Raza Cósmica, José Vasconcelos, observa que “es fecunda la mezcla de los linajes similares y que es dudosa la mezcla de tipos muy distantes, según ocurrió en el trato de españoles e indígenas americanos... Entre nosotros, el mestizaje se suspendió antes de que acabase de estar formado el tipo racial, con motivo de la exclusión de los españoles, decretada con posterioridad a la independencia”. El académico por excelencia, Alfonso Reyes, abona con: “No hemos encontrado todavía la cifra, la unidad de nuestra alma. Nos conformamos con sabernos hijos del conflicto entre dos razas”. El poeta Octavio Paz encuentra[47], dentro de un solitario laberinto trágico, al perdido y deshumanizado producto de la cruza de dos razas, el mestizo, que no deja ni puede dejar de ser lo que es, ni alcanza a ser el otro, el hombre blanco, a que tanto aspira.

En esta concepción de las mezclas, del mestizo, el africano no existe como raíz original. La educación, la enseñanza de la historia nos impuso el deber de explicar nuestro pasado a partir de indios y españoles: nosotros mismos, los afromexicanos hemos negado y negamos nuestra raíz africana, asumiendo el mote de mestizos –sinónimo de mexicanos–, aunque el color de la piel, lo cuculuste[48] del cabello, la chatez de la nariz y la anchura de la boca delaten la diferencia; aparte de los hábitos y las costumbres culturales. No es fácil aceptar que no somos mestizos, que en esa visión somos invisibles, que se extirpa lo africano como raíz original. Los afrodescendientes que habitamos la Costa Chica nos asumimos como mexicanos, somos mexicanos; sin embargo, si la construcción de lo mexicano sólo se debe a europeos y a indios americanos, tal concepto nos excluye. Ser afromestizos, como pretenden algunos estudiosos y algunas instancias gubernamentales es no tapar el sol ni a dos manos: en buen sentido, afromestizo es cualquier afrodescendiente que tenga, además, otra raíz étnica; así, pueden serlo brasileños, estadunidenses, peruanos, franceses, alemanes, libaneses o de cualesquiera nacionalidad donde haya habido presencia de africanos. Si bien es cierto que uno de los propósitos, y logros, que los afrodescendientes y los individuos de las castas tuvieron al participar en la guerra de Independencia fue la eliminación del sistema de castas, la desaparición de las distinciones que impedían su movilidad, no es menos cierto que con el concepto del mestizaje se encubren las desigualdades sociales y económicas que permanecen, luego de obtenido el status de mexicano y, por ende, de mestizo. Por ello, es discriminatoria esta visión, pues la igualdad jurídica no se traduce en igualdad de oportunidades; y en el caso de los afromexicanos, ni siquiera se reconoce su participación en la construcción del país, de la nacionalidad[49]. Tendría que aceptarse, como lo hacía Emiliano Zapata, que el mestizo mexicano es producto de negros, indios y españoles, asunto hasta ahora improbable.

3. Afromexicanos (fin de las disquisiciones)

Luego de varios siglos de mezcla, donde los ayuntamientos entre indias y negros fueron frecuentes, los valores etnocéntricos perduraron, asumidos por los afrodescendientes, hoy costachiquenses[50]: la pretensión del blanqueamiento de la piel, la identificación de lo negro con lo malo y lo negativo, etc. De este mestizaje nació el ser costeño, cuyos elementos unificantes e identificadores se encuentran en el modo de hablar, dialecto del español; el “gusto” para festejar los ciclos vitales (nacimiento, matrimonio y muerte, cuando menos); la música, siendo el bolero costeño, la cumbia, el corrido y la chilena las formas más populares y tradicionales; el baile; algunas danzas; las expresiones verbales; el exaltamiento de valores ligados a la agresividad; la predilección por el juego y la apuesta: los gallos, la baraja; la comida; la agricultura y la ganadería como actividades económicas básicas; etc. En suma, la cultura afromexicana.

Los costachiquenses tenemos esta cultura, aunque sin la conciencia plena de ello; pendiente queda una organización corporativa interna que nos permita transitar de costachiquenses a afromexicanos; es decir, a individuos dueños de una cultura que incluye a los distintos grupos étnicos que la comparten y que, además, seamos conscientes de nuestro origen e historia, capaces de impugnar el Estado nacional mexicano que nos ha excluido, que nos excluye, negándonos el derecho a existir legalmente, a ser sujetos de la historia y la cultura mexicanas, restituyéndonos la condición de ciudadanos, enriqueciendo la plurietnicidad de este país de morenos, también nuestro.

Una de las acciones obligadas y necesarias que debiera emprender el Estado mexicano es reescribir y enseñar la historia del país, donde se incluya a todos los grupos étnicos y su participación en la construcción de lo mexicano. En palabras de Aguirre Beltrán: “demostrar la importancia que tiene el negro en la constitución de la sociedad mexicana en un momento clave de su historia; aquél en que toma forma la nacionalidad actual”[51]; y con base en las propuestas de Martínez Montiel[52] y de Enrique Florescano[53]. Los afromexicanos existimos, independientemente del concepto que mejor los denomine. Un acto de justicia para con nosotros y con el país entero sería hacer realidad las palabras de Emiliano Zapata, las que aluden al mestizo perfecto, él que aloja y conjuga los varios y distintos, armonizándolos.




[1] Frastero: Forastero, el que viene de fuera, el ajeno.

[2] Adolfo Ruiz Cortínez, candidato a la presidencia de la República, durante un discurso dicho el 9 de marzo de 1952 en Chilpancingo, Gro.

[3] Ibid.

[4] La sureña (Soy el negro de la Costa), 1954.

[5] Kalimán dixit.

[6] El uso de eneasílabos en vez de octosílabos en Caleta, por ejemplo.

[7] La malagueña curreña, pongamos por caso.

[8] Cantante y compositor del bolero costeño del grupo Mar Azul.

[9] Tiburcio Bucho Noyola e Ildefonso Rendón, los últimos y actuales Cimarrones.

[10] Cantante y compositor del bolero costeño del grupo Miramar.

[11] Estoy sufriendo por ti es uno de los boleros costeños más líricos y emotivos, después del clásico Tarde de marzo, en virtud al oficio del compositor y al estilo llorativo y con voz serpenteante del cantante, que se resumen en uno: Emiliano.

[12] Pioneros en utilizar instrumentos electrónicos para interpretar chilenas, logrando consolidar un híbrido entre la chilena y la cumbia.

[13] El poquilín.

[14] La mosca coqueta y El santo seco, por ejemplo.

[15] Con don Eulalio Gallardo al arpa, último ejecutor, al parecer, de ese instrumento en la Costa Chica.

[16] Nabor Anica y Juan Estevez.

[17] La han visto llorando.

[18] Sus primeros corridos.

[19] Ya me voy pa’ Carolina.

[20] Acordeonista de origen colombiano.

[21] De autor desconocido.

[22] Todavía en 1948 y 1949, cuando Aguirre Beltrán visitó Cuajinicuilapa pudo encontrar que la mujeres trabajaban con telares de cintura para fabricarse sus telas, aparte de confeccionar sus propios hilos, actividades propias de una zona algodonera (“once máquinas desmotadoras… desde Nexpa hasta Jamiltepec, en Oaxaca”).

[23] Para las danzas de los diablos, el machomula, la tortuga, el Terrón y la Minga, por ejemplo.

[24] Traigo una flor hermosa y mortal. Corridos de la Costa Chica de Guerrero. IGC/ Fotón, S. A./ PACUP, México, 1985.

[25] En el pueblo de Cuajinicuilapa la artesa dejaría de bailarse en fiestas populares y en ocasiones especiales al término de la década de los setenta.

[26] Las recopiladoras de los cuentos, vocablos y versos son: Francisca Aparicio Prudente, María Cristina Díaz Pérez y Adela García Casarrubias.

[27] En conversación tenida con Israel Reyes Larrea, en abril de 2005.

[28] Alianza para el fortalecimiento cultural de los pueblos indígenas y las comunidades afromestizas.

[29] Datos obtenidos en conversación con Israel Reyes Larrea, en distintos lugares y fechas; él fue impulsor del Comité de Pueblos Negros y quien propuso el nombre de México Negro para la organización.

[30] Juan Ángel es originario de Santa María Cortijos y no asistió al encuentro en Santiago Tapextla (2001) ni al de Corralero (2005) por diferencias con Glyn. En marzo de 2001 me comunicó que estaba en desacuerdo por la forma en que había sido nombrado: sin convocar a asamblea ni estar presente la mayoría de socios. Se reconoce dependiente de la influencia de Glyn y por ello ha aceptado durante 9 años a ser relegado y utilizado, aun contra su voluntad.

[31] En conversación tenida en marzo de 2000.

[32] En conversación tenida en Marzo de 2000, durante los recesos del encuentro de pueblos negros.

[33] Conversaciones tenidas a lo largo del año 2000 con Guadalupe Ávila Salinas, asesinada en 2004 siendo candidata del PRD a la presidencia municipal de San José Estancia Grande, Oax.

[34] El Sur (de Acapulco), marzo de 2000.

[35] Organización extremista, de visión maniquea donde todo se reduce a la lucha de los negros contra los blancos.

[36] El Sur (de Acapulco), marzo de 2000.

[37] Estaba en búsqueda de la candidatura de su partido, el PRI, a la gubernatura del estado.

[38] Gaceta parlamentaria. Senado de la República. Nº 11, año 2004/ miércoles 14 de julio/ 1º año de ejercicio, Segundo periodo permanente.

[39] Las cursivas son mías.

[40] Siguen siendo marcadas por mí las cursivas.

[41] Vaughn, Bobby y Ben Vinson III. Afroméxico. El pulso de la población negra en México: una historia recordada, olvidada y vuelta a recordar, México, FCE/ CIDE, 2004, 135 pp.

[42] El énfasis es mío.

[43] http://www.oaxaca.gob.mx/gobtecnica/indigenas/mono/negros/negros.htm

[44] Ibíd.

[45] El total de la población de los municipios mencionados (sin incluir a los de Ayutla y San Luis Acatlán) asciende a 199 492; de ellos, 19 353 personas están censadas como población indígena.

[46] Diccionario de mexicanismos.

[47] En El laberinto de la soledad.

[48] Cuculuste: ensortijado o rizado.

[49] "Es inconcebible que la Historia de México (1978), editada por Salvat y coordinada por Miguel León Portilla, preclaro profesional, con quien colabora la flor y nata de nuestros historiadores, no mencione una sola vez al negro, o a la esclavitud negra, en alguna de las 3100 páginas contenidas en trece volúmenes profusamente ilustrados." AGUIRRE BELTRÁN. El negro esclavo en Nueva España.

[50] La población de la Costa Chica puede y se asume fácilmente como costeña o costachiquense; denominarla afromexicana tiene el propósito de hacer notar que junto con la herencia indígena y la española, la africana también es importante.

[51] AGUIRRE BELTRÁN, El negro esclavo en Nueva España.

[52] “Hace falta, pues, para activar los factores de identidad, esa nueva historia cultural que incluya la de los indios y la de los negros, además de la de los europeos.” MARTÍNEZ MONTIEL. “Un imperativo para la educación: rescribir la historia cultural”.

[53] “Los estudios históricos y las reflexiones teóricas de Gonzalo Aguirre Beltrán ejercieron una influencia decisiva en las transformaciones que enriquecieron el análisis de la historia social. Su estudio original y aun no superado sobre la presencia de los negros en la sociedad colonial, fue uno de los primeros en señalar el carácter pluriétnico del virreinato, y el primero en señalar la importancia demográfica, social y cultural de los negros en la formación colonial”. “... ante la densa y desordenada acumulación de conocimientos históricos heredados, y ante la prodigiosa multiplicación de nuevos conocimientos, los historiadores de este final de siglo XX estarían obligados a desarrollar un esfuerzo consistente en colectar ese vasto legado de obras que permitan su consulta racional, su enriquecimiento y actualización progresivas, y su transmisión adecuada a las nuevas generaciones”. FLORESCANO, ENRIQUE. El nuevo pasado mexicano, Cal y Arena, 1991.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante lectura, sin embargo una pregunta, por que los afromexicanos solo habitan en esas areas. Creeria que hubieran estado mas dispersos en la sociedad Mexicana.

Chiapas y Veracruz tienen otras poblaciones afromexicanas, pero aun asi no veo muchos migrantes ya que Mexico colinda con un pais principalmente negro como lo es Belize.

Tambien afroamericanos que llegaron del sur de estados unidos tras la abolicion de la esclavitud en Mexico antes que la de estados unidos. Sin embargo en el norte es muy muy difícil localizar algun asentamiento.

Finalmente los cubanos tampoco tiene una migracion importante afrodecendiente aunque si hay mucha de raza mixta en lugares como Yucatan.

Aun asi muy completa nota sobre el estilo, me interesaria conversar con usted mi skype es: Jzarecta