martes, 24 de enero de 2012

KALI GONZÁLEZ, EL ÉXITO Y LAS CAÍDAS

[segunda de tres partes]

10 de enero

EDUARDO AÑORVE

COPALA

Kali González, el salineño, estuvo a punto de ser campeón del mundo como boxeador, y estuvo clasificado como el quinto peleador de su peso en Estados Unidos, tercero en México y noveno en el mundo. En esta segunda parte de esta entrevista habla de su terquedad por pelear en Estados Unidos, creyendo que su calidad lo merecía, y con ello, malas experiencias en un medio muy competido y difícil, su necedad en destacar en ese país, su primer derrota por nockout, su segunda derrota por lesiones, su última pelea, su retiro sin despedida y otros temas.

KG: …me empiezo a rozar con gente grande. En ese tiempo surge a la fama el Maromero Páez, Gilberto Román El Cachanilla, que se portaron bien. Pero dicen que siempre hay cuatro que hace un cuatro tan cuatrero de una cosa tan sencilla, como dice Rubén Mora.

Debuta De la Hoya, Óscar…

EA: Que también dejó lo amateur por lo profesional…

KG: Ajá… Va Narciso Chicho Valenzuela, contra el debuta este chamacho, De la Hoya, a seis round, y va Chicho y ¡pin!: fue el primero que tumba a De la Hoya; le gana Óscar De la Hoya a Chicho, pero no sin antes Chicho lo pone en la lona. Y Chicho me empieza a dar ánimos. Me dice: Oye, mira Kali, la neta, la neta, tú pegas demasiado fuerte, ese; ese compa, no lo sentí, me noqueó, pues, pero no lo sentí, y yo en los entrenamientos siento tu pegada, tú tienes todo para… Eso a mí me hacía sentir bien, me motivaba.

Ajá, se corona Genaro León, en súperwelter, por la Organización Mundial de Boxeo, Mauricio Aceves, aquellos que fueron olímpicos, Marco Geraldo. Me entra la onda ésa, nomás porque fue Narciso fue a pelear con De la Hoya, no me atonto yo, me apendejo, y ya no quiero pelear en México, me chocanteo, se me suben los humos. Pues no, si no me llevan a Estados Unidos mejor ya no peleo… O sea, poniéndole trabas al asunto en vez de andar humilde, andaba yo poniéndome… cómo se desubica uno… sí, soberbio, de una manera que le podía ganar al más soberbio del mundo yo, creyéndome Don Juan Chingón…

EA: ¿Los peleadores mexicanos en realidad podían, pueden compararse con los gringos?

KG: Mira que los gimnasios de Estados Unidos están llenos de gabachos, negros, güeros y de todos los colores buenisisísimos. Tú vas para allá y te juegas el pellejo. Yo, incluso, hablo de que cuando llevan a la gente de aquí a allá es carne de cañón: los negros pelean por cualquier cosa, sabiendo que el mexicano es pan comido. Pero eso uno no lo ve, porque de este lado piensa uno que es ir a ganar dólares, y yo era de esos, y lo digo honestamente. Yo quería ganar dinero, lo mío era el dinero. De repente me entra la codicia que… a mí me ofrecían una pelea barata acá, en Mexicali, donde ya era yo un estrellón, en Tijuana, donde llegué a pelear varias veces… atrás de bueno, también, atrás de bueno.

Ya, cuando Julio César Chávez llega allá, a Tijuana, allí al Cheto Torres… porque ya me tienen a mí en el [gimnasio] Cheto Torres… él era el campeón del mundo, Julio César Chávez, de peso ligero, todavía. También llega Javier Lucas, un Guerrerense, de acá de Tenexpa. Un día coincidimos con Julio César… No sin antes, ¿verdad?, me paso de mojado, por mis pantalones… En ese tiempo fue la primera amenaza de Alberto Maurino, que me dice: Bueno, si tú quieres andar por tu lado ahí muere la bronca. Yo, si quieres, te compro el boleto de avión para que vueles esta noche, vas a Acapulco y quédate allá.

Obviamente, allí caben muchas envidias. Andas desubicado y yo me desubiqué ese tiempo; andaba sentido con Julio César Chávez, que no hacía nada por mí… porque a todos nos apadrinaba él, él era el chingón, nos pegábamos a él… Y un día me dice: Va, ya está, güey, esta misma semana se resuelve tu problema. Y ya cambia mi vida, ya había comprobado yo que así no era la cosa. Fui allá, estuve en Estados Unidos, pero ¿quién chingados me iba a promover?

EA: Nadie te conocía…

KG: Nadie, nadie. Ahí estuve con Ismael Rivera en Los Ángeles… ¿Quién eres? ¡Nadie! Pues, tú, ¿quién eres? Yo nada más he oído que eres regular, pero tú no eres nadie. Entonces, ¡qué errorzote! ¿Sabes? ¡Qué equivocadota! Ahora lo platico, se lo platico a mi mujer, y digo: ‘uta, qué pendejo, ¿no?

EA: No tenías ni sabías administrar tu carrera…

KG: Fíjate que yo fui un tipo de esos de tantos errores… La primera vez me pasé de mojado, y siendo un estrellón en México, allá me encuentro con Al Castro. Estuve con un famoso entrenador de apellido Díaz, argentino, y allá también me encuentro con Al Castro que también se vino de Argentina de mojado, allá nos juntamos los balines. No, pues, ¿quién nos iba a contratar? Allá nos andaban ofreciendo frías… mil dólar, dos mil dólar… daba lástima. Y en Estados Unidos hay boxeo en todos lados, no nada más en Las Vegas, hay los lunes, martes, toda la semana, en diferentes lados, está lleno de boxeo.

EA: El mundo era más grande de lo que creías. Pero para ese tiempo ya habías ahorrado algo de dinero, ¿no?

KG: Sí, eso sí, siempre fui precavido. Y allá vengo otra vez. De allá para acá ya se vale pasar por la puerta. Afrentado. Ya, otra vez llego al Cheto Torres. Y ahora, tú cabrón, ¿qué onda? Pues sabían que venía fracasado…

EA: ¿Cuánto tiempo estuviste en Estados Unidos?

KG: ¿Sin pelear? El primer viaje me eché como tres meses, me vine. No, y allá hay un compa que es cubano, Maifren Muñoz… a ver: sin apoyo, sin respaldo, obviamente tu alimentación es mala. Llegas donde los pasisanos, duermes mal. Entonces, Maifren Muñoz se había venido a Tijuana y acá le dijeron: No, pues, allá anda el Kali González, y es un chamaco que pega pero tremendo, y me localiza, a mí, en Pasadena, y me ofrece ayuda él, pero él es concertador de peleas, él, lo más que me regaló, parece ser, que dos mil dólares para que yo estuviera más o menos bien, y me dijo: Espérate, te voy a conseguir una pelea más o menos para que… no creas que eso lo iba a hacer nadie. Entonces, esos dos mil dólares los agarro y me vengo otra vez a Tijuana, afrentado. Era la segunda vez que yo me pasaba.

Y ya, ya estando acá surgieron los consejos. Ya vez que siempre se ha hablado que Julio César Chávez era un soberbio. ¡No es cierto! Era un cuatazazazo, muy sincero. Yo lo quiero mucho, y me agravian cuando hablan mal de él, porque, digo… Así es que, ya, me dijo: Va. Me consiguen la visa y contrato allá, para que yo justificara que iba a hacer un trabajo profesional. La primera pelea me la consiguen en San Diego, un japonesito, Iroshi Arada, ese que le puso el nocaut al Chapo Rosario en el estadio Azteca, me lo comí en el primer round a ese cabrón, como saber dios.

Entonces, ¡no!, revivo, ¿no? Y ya, viene John John Montes, campeón de Norteamérica… conozco a ese señor, Holmes, de los que hacían las clasificaciones de Norteamérica, y una tarde cualquiera se presenta en el Cheto Torres. Me dice: Mira, vas a aparecer con el número cinco en la clasificación de Norteamérica por tu triunfo. Lo que quería, uno motivación extra. Mi anterior manager, el italiano, él se da cuenta de que yo necesito su ayuda: va a Tijuana, viene y me dice: No, tú necesitas mi ayuda, no te hagas pendejo, ponte chingón. ¿Quieres vivir en Estados Unidos?, vas a vivir en Estados Unidos, y órale. Me llevan a vivir a Chino, California. Allí en Chino iba onde el Mau Rivera, porque allí llegaban todos los mexicanos a entrenar. Mau Rivera es un mercenario, un tipo que, vayas como vayas… si llegaba yo, ahorita, mañana tenía pelea en Tailandia, en China, en Corea, en Japón. A él le valía, él los mandaba, él ganaba una lana por enviar. Ése es su negocio.

Entonces, allí, llegué cambiadote. ¿Cómo vienes? No, pues, medio mal. Pero yo iba requetebien, llevaba documentos y toda esa onda. Porque hay una pelea buena en Honolulu, ¿qué te parece si vas contra Orlando Navarrete? Aquel que fue campeón del mundo. Ya Orlando Navarrete tenía como los 44 años, yo tenía 26, 27 años. No, pues, sí, échame al Orlando. Y voy a medio matar a Orlando, a su tierra. Ah, pues, ¿no me traen a Luis Santana al Western Forum de los Ángeles, aquel que le gané en Monterrey? Y lo aplasto, a Luisito Santana. No, pues, ya está visto que donde quiera que te tope te voy a chingar.

Allí empiezo a crecer, me paro en las arenas y ya saben que estoy allí, o sea, mi presencia, ya me mencionan, ya salgo en las páginas de los periódicos, no tanto como Julio César Chávez, pero allí se abre un… Entonces, me dicen: Oyes, hay una pelea contra Juan Látigo… hay una lana, y te van a quedar más o menos como los cien. Oh, sí. Oye, pero dicen que ese cuate pega muy fuerte y es muy bueno, le digo yo. No, pero aquí se va a ver. Loonie Smith, se llama, y voy, ¡pum!, ahí pa’bajo, ahí pierdo lo invicto yo. Me cuesta…

Mira, te voy a decir, paisano… quizá nosotros los guerrerenses somos así, somos muy sentimentales. Todavía me duele haber perdido…

EA: ¿Y por qué te duele?

KG: No sé. Como que yo sentí que todo lo que había ganado se derrumbó, me hizo ver la verdad del planeta, no sé qué onda…

EA: Te diste cuenta que si mirabas pa arriba había otros más…

KG: No, sí. Me dolió mucho, yo me decepcioné feo, me derrumbé todo. Yo nunca había perdido. Yo, pierdo lo invicto, me noquea en el quinto round ese vato…

EA: ¿Y tú no tenías manos, no le pegabas, eras la mona de los cerillos o qué?

KG: No, sí lo tiré en el primer round… Mira, Julio César Chávez peleó por el campeonato con él, Julio César Chávez no le hizo ni pío, le ganó por decisión, pero yo lo tiré en el primer round a ese cuate. ¡Duro, ese compa! ¡Oye, no! ¡Pegaba con piedra, ese tipo! Donde te pegaba, te dolía…

EA: ¿Y a él no le dolían los que tú le acomodabas?

KG: Yo veía que sí, pues, sí lo lastimaba yo, pero era un compa que le gustaba que le dieran, yo creo. Iba pa encima…

EA: Era burro…

KG: Sí, muy burro, el compa ese. Y me noqueó. Así que, de allí, decepcionado, pedí una chanza y me vine a La Paz, acá estuve como dos meses, mientras se me pasaba esa onda. Como yo ya había pisado Norteamérica, por nada del mundo iba a pelear en México, era como rebajarse venir a pelear a México. No, no, yo no voy para allá, ni la chingada. Y allí es donde viene, cuando la gente común… a veces… yo hago observaciones… No, le faltó gente que le apoyara. Yo creo que a mí me faltó alguien de más talento a un lado, porque aunque mi representante era un riquísimo, un millonario, como que de eso sabía poco, porque, fíjate, a Loreto Garza le tienen asegurada la pelea en Argentina, contra Juan El Látigo Coyi, en súperligero. Yo la quiero, pero yo pierdo con este norteamericano, lo invicto, y ahí me desgracio, ¿no? Me dijeron: Si le ganas a ese vato, vas directo a Argentina.

Yo veo y leo en los periódicos que el que va es Loreto Garza, uno de Sacramento, la capital de California. Yo lo conocía, así, de lejos. Ahí nos juntábamos en Pasadena, ahí está la Meca… Llegué frito, mi autoestima no era la buena, no…

EA: ¿Y el apoyo del equipo, de tu equipo?

KG: No, sí, ahí tenemos mucho apoyo. Mi patrón no nada más me tenía a mí, tenía a Esparragoza, ese chamaco de Venezuela, a Armito Peña, algo así, otro colombiano, tenía muchos latinos, y con todos ellos convivíamos, nos levantábamos nosotros, nos ayudábamos. Y en este negocio... mira: Si ves a un pendejo, aplástalo. Fíjate bien, es una onda que te meten, allá…

EA: Tener compasión es un lujo que no debes darte, ¿no?

KG: No, no. Si ves que tu rival es… aplástalo, y si no, retírate. En esta onda es ganar o ganar. Allí te meten esto, te lo están repitiendo como en las canciones. ¿Me entiendes? Entonces, te preparan así. Y yo ya no andaba buscando quien me la hizo sino quien me la pagara. Bien: Está Loreto, te ofrecemos una buena lana y todo eso. Y todos los días me lo ponían… Tienes que putear a este güey, tienes que ganar, tú eres mucha pieza, ése fue solamente un accidente, no seas pendejo, eso te da la vida, a la mejor te pasó eso para que acá… Íbamos corriendo y me lo iban diciendo. Y yo, pensando, me había dolido, no me había levantado.

Nos vamos a Sacramento… una de las peleas, yo recuerdo, que casi perfectas hice yo, peleas más bonitas, que me gustaron, contra Loreto Garza. ¡Le voy dando una chinga a Loreto Garza, lo voy tirando como cinco o seis veces! ¡No me lo quitan, a Loreto! Y viene, y ¡pum!, me parte de aquí. Ay, se acabó la pelea en el noveno round. Me la paran. ¡Cómo ves!

EA: La suerte.

KG: ¡’mano, la suerte rompe esquemas, eh!, la neta… Así que… ¡uh!… Vengo de perder con Loonie Smith, y me paran la pelea con Loreto Garza. ¡’uta! Ahí sentía que el mundo se acabó. Lloré, me decepcionaba, yo. Es más, vine a dar hasta acá. Agarré el avión, me vine a Acapulco, no quería que me viera nadie…

EA: No te metiste al alcohol…

KG: Ah, no, eso no, definitivamente, no. Yo soy gente que nunca me gustó el vicio. Agüitado andaba, todo. No me aguantaba, yo. A lo último agarré veinte días, y ya para atrás. Agarré el avión para Los Ángeles. Pero, hay que ser honestos… dicen que cuando uno critica algo debe ser sincero para que la crítica sea de calidad y sirva, si no, solamente es verbo, ¿no?

Pues, me vuelvo malo. Peleo con un haitiano, Beckeman, se llama, andaba en su apogeo. En Los Ángeles ya andaba con cartél. Llegaba al gimnasio, nos veía por debajo del brazo. No, le digo a Obdilio El Maifren Muñoz: Échamelo. Ahora sí que yo andaba rogando, después de que… Échamelo, chingao. Oye, no, Kali, mira, vienes de perder. Mira, no me pagues si no quieres, pero, cabrón, échamelo, ése es mi aliviane, verdá de dios que es mi aliviane. Vengo de perder dos, y ya, si pierdo, cómprame mi boleto y me regreso a mi tierra. Así que… Ya está, se va a hacer dentro de dos meses, pero ahorita… ¿Traes lana? Si quieres te aliviano, te doy por ahí unos cinco o seis mil dólares, te vas a Tijuana, rentas un cuarto en un hotel, playa, alberca, todo, para que te olvides de esto

No, yo cuándo iba a estar con esa onda. Entre que sí y que no, hablé con el Cheto Torres. No, aquí no te quiero, vete a Mochis. Me fui con los Montiel. Dos meses estuve allí, entrenando. Cuando llego a Tijuana… mexicanos al grito de guerra, te voy a decir… todos los periódicos me decían Acapulco Party: que yo había perdido porque todas las noches andaba en los centros nocturnos… Luego: Yes Happy, el Yes Happy de Acapulco. Que yo andaba… cuando yo no estaba en Tijuana, estaba en Mochis, Sinaloa. Y una de las cosas… y hasta la vez conservo esas normas… yo no te salgo a algún lado, nomás porque… no, no me gusta, no soy fiestero yo, nunca he sido.

Vieras visto qué escándalo. Y ya, me hablan de La Paz: Oye, ¡qué pasó mi Kali, la anda regando, pues! Aquí aparece que anda agarrando la jarra, que te ven borracho. No, profe, eso es chisme, yo no bebo. Allí, hasta con el apodo: ya no me llamaba Kali González, el Acapulco Happy, Acapulco Party. Ese tipo de suciedad… hay otra gente, pues, que quiere quitarte de allí, lo que te estás adueñando, y toda la cosa.

EA: Lo negativo llama más la atención que lo positivo…

KG: Son de las cosas que aprendí, yo. Esas cositas te sirven para madurar como persona. Después, cuando peleo con ese Beckeman, Peckerman… pero yo ya desde muy atrás empecé a ver que orinaba sangre, ya tenía ciertos problemas. No le decía a nadie, pero sí. Y ese día, 28 de noviembre de 1992, digo: Aquí se acaba toda esta onda. No le dije a nadie. Gané, le gané por nockout en el tercer round a él. Yo, como Alberto nunca faltaba a las peleas, le dije ese día, acabando la función… lloré, me decepcioné, le dije que allí se acaba todo, que yo ya… no le dije que estaba mal, no le dije que estaba mal, todavía, como… él quería que me operara porque el cartílago [de la nariz] de este lado lo tenía mal… Vete a Guadalajara, mira, tómate unas vacaciones, tranquilo.

Aprovechando que él me estaba pagando todo eso, pues me vine a Guadalajara y me operé, ¿no?, pero ya no regresé al boxeo.

Regresé a Los Ángeles a traer unas cosas que tenía y a despedirme de la gente que… porque yo soy muy agradecido, dios, de plano, a mí me ha echado la mano muy fuertemente. Así, sin despedirme de nadie… al único que le hablé de aquí, ya cuando estaba en mi casa en Acapulco, le hablé a José Luis Camarillo, que tenía una sección en el Esto. Ese señor me apoyó mucho. Y nos vimos, y le dije mi decisión, me preguntó si andaba mal, incluso si tenía lana, y si ganaba bien todavía, porque… aguas, aguas, aquí hay que pelear eso, porque te da trabajo llegar hasta allá, y para que te salgas de eso, nadamás hasta allí, la primera o la segunda, tanto que te costó.

Y ahí se acabó todo. Nadie sabía, a la mejor mucha gente pensaba que yo estaba en el extranjero, pero yo no quise nada de prensa. Yo me retiré, me vine a vivir en Acapulco, con la suerte de regresar a Baja California, pero me sentía nada, porque siento yo que los bajacalifornianos se sientieron despreciados porque nunca vine: ellos me hicieron grande, y nunca vine, nunca me despedí de nadie ni nada. Aunque con muchos de mis amigos nunca se han roto las relaciones.

EA: Y se acabó…

KG: Cuando yo platico esto con mi mujer… porque si mis hijos quieren agarrar el deporte que ellos quieran, los voy a respaldar hasta allá, porque si se muriera uno y volviera a nacer, seguro que yo quisiera hacer lo mismito, ¿no?, y te juro que ahora no me gana Loonie Smith [Risas]…

EA: Aprendiste…

KG: Yo creo que sí…

EA: ¿Qué fue?, ¿la soberbia?

KG: Yo creo que sí, yo digo que sí. O sea, a mí me gustaba ser el centro de dondequiera que me parara, este… utilizaba mucho la alhaja, me llenaba el pescuezo de oro, y la manga…

EA: Como el negro…

KG: Sí, sí, exactamente. Algo tenemos nosotros de p’acá que somos pendejos y nos gusta eso… Yo te aseguro un detalle, y te lo digo con todo mi corazón: Yo no envidio a otra gente, lo tomo tan natural…

EA: ¿Por qué gustaba tu estilo de boxear?

KG: Oye, mano, ¿quién sabe? Yo, como boxeador fui muy técnico, ¿no?, así, y de pegada regular, a la mejor no demoledora. Yo siento que a mí me ayudó mucho el hecho de que no me pegaban, y yo: ¡pin!, ¡pos!, ahí se acababa. Algo así. Porque yo no era un tipo así, que anduviera luciéndome, ni mucho menos en la calle, no, para nada. Ahora, siempre fui opaquito, siempre fui acá, serio…

No hay comentarios: