jueves, 25 de junio de 2009

La raza como problema*

Francisco Bosco

(Tomado del suplemento La Jornada Semanal No. 705, sept. 2008)


Caravaggio-Bacco-Jackson, imagen tomada de ShieldsNet.Org

Michael Jackson es el primer transracial de la historia. Claro que antes de él hubo negros que modificaron su apariencia queriendo hacerse blancos; los hubo, hay y habrá mientras exista un sistema cultural que crea en las razas y postule la superioridad de una sobre las otras. Antes del avance de las técnicas quirúrgicas y cosméticas, las modificaciones no eran tan drásticas, por lo menos desde el punto de vista de los resultados: los negros se planchaban el cabello para alaciarlo, se empanizaban la cara con polvo de arroz, se aclaraban el pelo. Limitándonos al mundo del showbizestadunidense, en la década de 1950 Little Richard se ponía polvo de arroz en el rostro, se pintaba las cejas y usaba bilé. Poco antes que Michael, su madrina de carrera artística –y después de desafectos–, Diana Ross, valiéndose ya de los avances de la medicina estética, se hizo cirugía plástica para afinar la nariz. Hoy, sin el menor asombro, vemos negras rubias como Mariah Carey o Beyoncé Knowles: rubias de cabellos lacios y rasgos finos.

Pero el sentido y, consecuentemente, el resultado de esas transformaciones es una especie de belleza negra con rasgos blancos, o lo que es lo mismo, una negritud atenuada. Esto revela la hipocresía a gritos del multiculturalismo contemporáneo: desde los dibujos animados japoneses donde los héroes son orientales de ojos como platos, pasando por la Miss Universo 2006, la puertorriqueña Zuleyka Rivera, hasta la estrella china Zhang Ziyi (la de El tigre y el dragón); lo que es evidente es que la belleza de todas las “razas” es admisible siempre y cuando esté mediada por rasgos occidentales europeos. En otras palabras, el japonés será tanto más bello cuanto más occidental y menos japonés fuere, y lo mismo con el negro, el chino, etcétera. En suma, el multiculturalismo estético es, en el fondo, la negación de la diversidad de las culturas.


El “rey del pop”, a los diez y los treinta años, respectivamente

Michael Jackson no es un negro que haya querido adquirir rasgos blancos para llegar a una ideal economía de la belleza negra atenuada. Sus intervenciones quirúrgicas y cosméticas se hicieron peculiares por su carácter infinito, cosa que lo llevó más allá de la norma estética. Michael no quiere adecuarse a un patrón; él no es, en los parámetros de la cultura estadunidense, bello. Su cuerpo lo colocó más allá de cualquier “raza” (él ya no es negro, ni blanco, ni mulato), allende el sexo, la edad o lo que fuere. La transracialidad de Michael Jackson es singular. En su caso, el prefijo “trans” no se refiere a una forma reconocible, ideológicamente adecuada, sino a un work in progress en cuyo límite lo que está en juego es la categoría misma de lo humano.

Dada su extrañeza, es de esperar que semejante transracialidad suscite molestia. Pero la relación de muchos estadunidenes con ese fenómeno se parece más al de una masacre. A Michael Jackson lo llaman agresivamente Wacko Jacko (algo así como “guácala-guacalón”), hay incontables sitios en internet dedicados a ridiculizar sus metamorfosis y su comportamiento idiosincrático. Fue acusado por primera vez de pedofilia en 1993 y, en 2003, nuevamente por diversos crímenes, todos vinculados a abusos sexuales de niños. En 1993 hubo un acuerdo extrajudicial con la familia del acusador (los montos nunca fueron revelados) que libró al cantante de ser procesado. En 2003, como suele suceder en la cultura estadunidense, la cual dramatiza sus asuntos fundamentales judicialmente (Margo Jefferson, de The New York Times, nota perspicazmente que el abogado defensor, famoso y dispendioso, es tan típico en la mitología estadunidense como el cowboy), Michael se vio involucrado en un telaraña de diez acusaciones y un demandante apodado Perro loco, y con su vida privada transformada en un espectáculo público comparable al escarnio de Judas a escala mundial. Al final del proceso en 2005, Michael Jackson fue declarado inocente de todos los cargos.


Jackson en su época actual

Se haya hecho justicia o no, es indudable que Michael fue juzgado no sólo por los supuestos crímenes de pedofilia, sino por su comportamiento en general. Por su género indefinido, ni hombre ni mujer; por su sexualidad incomprensible (no se sabe cómo fue a tener hijos, ni siquiera si de veras son suyos, ya que todos son blancos y, cuando Oprah Winfrey le preguntó en la famosa entrevista de 1993 si era virgen, declinó responder argumentando que “era un caballero”); por su reclusión radical, por sus complejos infantiles, por vivir en un parque de diversiones, etcétera, etcétera. Así las cosas, la supuesta pedofilia fue al mismo tiempo una acusación y un pretexto, un proceso y una sentencia, una venganza y una catarsis colectiva. Pero, ¿por qué semejante odio a Michael Jackson? A final de cuentas se trata de un genio indiscutible. Fusionó ladisco music con el soul y el rock; inventó un patrón corporal y creó el Moonwalk, uno de los pasos de baile más célebres, si no el más célebre, del mundo; revolucionó el lenguaje del video clip; posee varias marcas, entre ellas la del disco más vendido de la historia (Thriller, 50 millones de copias, aproximadamente).

¿Por qué un país puede llegar a odiar a un artista que tanto contribuyó a su cultura? Porque las personas no logran verlo como lo hizo el artista Keith Haring, quien en 1987, en una observación plasmada en su diario, manifiesta haber “mencionado su respeto por el intento de Michael Jackson de tomar la Creación en sus propias manos, para inventar a través de la cirugía plástica y la tecnología moderna una criatura no negra, no blanca, no masculina, no femenina. ¡Desplazó completamente a Walt Disney! Un fenómeno interesante, tal vez un poco atemorizante, pero que aun así es notable y, en cierto modo, creo que más saludable que Rambo o Ronald Reagan. Negó la finalidad de la creación de Dios y la tomó en sus manos siempre desfilando en la cultura pop estadunidense. Creo que sería aún mejor si llegase hasta las últimas consecuencias y se hiciese las orejas puntiagudas, se pusiera una cola o algo por el estilo. ¡Es sólo cuestión de darle tiempo y verán!” ¿Por qué, en última instancia, no dejarlo hacer con su vida lo que le dé la gana?

La razón del odio de muchos estadunidenses a Michael Jackson es su transracialidad. A diferencia de Beyoncé y de los demás casos de negros que quieren hacerse bonitos, es decir, blancos, o mejor, negros atenuados, Michael Jackson rechaza al mismo tiempo lo negro, lo blanco, la norma, la ideología y la cultura. Los negros wannabe, que desean disimular sus características raciales –como lo mostró Spike Lee en School Daze– merecerían el desprecio de los negros del black power, quienes orgullosamente quieren radicalizar los rasgos que definen su negritud. Se trata de un problema de autorrepresentación de los negros. Pero ni unos ni otros constituyen una amenaza a la ideología racista estadunidense. Los orgullosos de su negritud terminan apaciguando la sensación social del prejuicio (si tienen orgullo es, al final, porque la sociedad es “libre” y “abierta”), y los que quieren ser blancos confirman la ideología, la suscriben, no la enfrentan. Por si fuera poco, para bien de la hipocresía multicultural, exhiben cuerpos estéticamente adecuados, que brindan una impresión suavizada al conjunto, como si el resultado final de la negritud atenuada anulase el brutal prejuicio que está en su origen.


Michael Jackson a los cuarenta y cinco

Sin embargo, lo que Michel Jackson produjo no fue una belleza adecuada. No disimuló la nariz, adelgazó un poquito los labios ni se alació el pelo. No paró en eso. He allí el problema: su compulsión quirúrgica es la evidencia del prejuicio racial sobre su cuerpo. Su rechazo a la negritud es tan violento que no le permite parar nunca. Sucede que ese rechazo no es de él, es de la cultura estadunidense, es eso lo que el cuerpo de Michael Jackson no deja de expresar a gritos que nadie quiere oír. ¿Qué hacer entonces? Ridiculizarlo, despreciarlo, acusarlo, castigarlo, finalmente, arrestarlo. Cosa que significa reprimirlo, suprimirlo de la conciencia, quitar de enfrente ese cuerpo que tiene la fuerza de una revelación social insoportable. Un cuerpo que no tolera un residuo de negritud, pero que tampoco puede ser, propiamente, blanco, el color de la ideología que está en el origen de su mal. Es un cuerpo que no logra identificarse ni con el agredido ni con el agresor. Por eso no puede parar. Es un cuerpo sin reposo, sin identidad posible. De allí que la perspectiva de Keith Haring, aunque tiene la inmensa ventaja de no ubicarse del lado de la acusación, no logra ver la negatividad radical que impulsa las metamorfosis de Michael Jackson: su cuerpo no es afirmativo, pretende librarse desesperadamente de una violencia insuperable.


Sin cirugías estéticas, este sería ahora Michael Jackson. Recreación de The Daily Mail

En efecto, en cierto momento su vida se convirtió en la actualización permanente de una especie de trauma, ya fuese por compensación o por desesperado rechazo. Comenzó a trabajar arduamente a los cinco años. Entonces no es de extrañar que haya construido un parque de diversiones donde, según declaró, juega todos los días, pues no lo pudo hacer durante la infancia. Se identifica con personajes de la cultura estadunidense que fueron víctimas de un prejuicio cruel –como el hombre elefante, cuyos huesos intentó comprarle al Museo Británico– o que fueron astros minúsculos, como Macaulay Culkin, uno de sus “mejores amigos”. Pasó a vivir de los traumas del prejuicio y de la infancia sacrificada. Su vida quedó prisionera en ese tiempo irrecuperable; su cuerpo, atrapado en una mutación negativa. Haber entrado a los Jackson Five a los cinco años significó que Michael, como el Truman de Milos Forman, nunca conociera otra vida que la representación de su propia vida. La realidad para él es el mundo del espectáculo estadunidense. Se sumergió, sin filtros, en un sistema ideológico del que al mismo tiempo fue rey y víctima. El “rey del pop” fue sustraído enteramente por los valores del pop. El tiro le salió por el cañón y por la culata. Aun siendo un artista genial, su capacidad simbólica resultó nula. Su fragilidad es conmovedora. No pudo, ni siquiera ya consagrado, protegerse de los perjuicios de la cultura que produjo y que lo produjo. El éxito es en él proporcional al fracaso: cuanto más creaba ese mundo, más era victimizado por ese mismo mundo, las facturas siguen llegando hasta hoy y no van a dejar de hacerlo.

En la canción “ Black or white”, declara: I'm not gonna spend my life being a color(“no me voy a pasar la vida siendo un color”). Su trágica paradoja resulta de que cuanto más se reinventa, más se aferra a sí mismo, a su negatividad desesperada, y cuanto más intenta borrar las pistas raciales de su cuerpo, más se le torna la evidencia manifiesta no de una raza, sino de la raza como problema. Margo Jefferson, en su Para entender a Michael Jackson , dice que “el estado de Michael provocó la obsolescencia de las antiguas metáforas que acusaban a los negros de odiar su color”. Es verdad, el cuerpo de Michael revela un rechazo sin precedentes hacia la “raza negra”, mas por eso mismo, por la desesperación que lo llevó a la desfiguración, denuncia y demuestra el carácter profundamente racista de la cultura estadunidense y, en última instancia, es por traer eso a colación que el inmenso artista Michael Jackson es imperdonable.

*Este ensayo forma parte del libro Banalogias, Río de Janeiro, Editora Objetiva, 2007.

Traducción del portugués de Andrés Ordóñez

3 comentarios:

mariposa azul dijo...

la verdad es que es muy cierto, somos racistas en muchso sentidos, discrimanos a todos por ser diferentes y es una tonteria creer que hay razas supereriores.
y todo lo que vemos en la actualidad bueno o mal es un reflejo de nosostros lo que creemas con la discriminación, porque no sólo es dicrimnación de razas, también de sexualidad, edad, genero. Creo que todavía falta mucho por hacer para llegar a una sociedad mas comprensiva.

Me encanto este ensayo.Esta muy bien hecho y expresa muy bien como nos llegamos a empeñar con algo hasta destruirlo o llevarlo a un punto que no hay vuelta atras.

sil dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
sil dijo...

Es un artículo muy bien planteado y toca un tema que nadie se anima discutir ya sea por fanatismo a Michael como también por aberración injustificada (mientras màs escucho los argumentos de sus detractores más logro convencerme de ello).
Aún así, hay puntos en los que no coincido y me permito verlo desde otra perspectiva. Entiendo que el autor apunta a la crueldad del ser humano que destroza aquello que alguna vez amó por salirse de los parámetros establecidos; en ello concuerdo profundamente
Sin embargo creo que la "metamorfosis" (vaya término cruel) de Michael no se debió a una total negación de su raza, "la raza como problema" no fue el motor de su cambio. Michael Jackson miraba la vida desde una perspectiva amplia y espiritual,amaba la humanidad en cualquier piel y también religión,es un hecho que queda comprobado en cada uno de sus mensajes y sus obras artísticas como humanísticas;fue un filántropo. Es injusto reducirlo y pensar que su modus operandi se basó en el complejo y el miedo al rechazo. Yo veo los cambios de look de Michael como facetas que él mismo quiso explotar por estética, sòlo poe ello; cuántos blancos nos rizamos el cabello y nos ponemos horas al sol para obtener ese dorado que tanto nos fascina.Lo del cambio de su piel se debió a su enfermadad ¿por qué no creerlo?, él muy bien lo explica en varias oportunidades, no nos cuesta nada darle el voto de confianza.Sí creo profundamente que él quiso mostrarse como una persona capaz de amar lo multiracial, que rescató en los niños la manera de volver nuestra pureza pero lo hizo a través de acciones más profundas, concretas; no se resguardó en un mundo egoísta donde se disfrazaba de Peter Pan, está lejos de ser un ermitaño extravagante,se entregó y se abrió al mundo, mostró lo que era desde el pensamiento y muchos se aprovecharon de su sinceridad y pureza. Por qué pensar lo diferente como extravagante y por qué pensar que Michael basó sus elecciones solamente en su infancia ausente y su amor por lo infantil. Michael estuvo lejos de la inmadurez y de las tantas máscaras distorsioandas que quieieron ponerle;no se comportaba de un modo infantil; Si hubiese sido un inmaduro, un loco o freak, jamás hubiese tenido la claridad para llevar a cabo y con tanta certeza, las tantas empresas solidarias que se cargó al hombro. Vivió fiel a sus convicciones, cuando Oprah le preguntó por su virginidad, evadió la respuesta y está perfecto, es un tema íntimo y cualquier respuesta que diera, seguramente, no se la hubieran creído ¿a qué caer en el juego? Artístcamente Michael lucía como andrógeno ¿eso lo hace menos hombre?, de ninguna manera; la masculinidad pasa por otro lado, al igual que esa paternidad tan cuestinada ¿Tener hijos negros o blancos hace alguna diferencia?¿borra sus evidentes cualidades como padre? No. Respetemos su vida como él quiso diseñarla, no busquemos el argumento exagerado.
Micahel Jackson no fue un débil digno de lástima, entendamos eso, no hubiese llegado a dònde llegò de ser asì.Estoy segura que si el destino le hubiese dado la chance, demostraría su fortaleza artística y de espíritu.Aquí podría venir el argumento más fuerte "Murió de sobredosis, eso es indicio de que algo no andaba bien"Y es verdad, algo no andaba bien, pero no en él. Su muerte fue un conjunto de acciones desafortunadas, una cadena de presiones y ataques sin tregua que tuvieron en la negligencia de Murray el triste remate. A mi distancia, entre mis culpas también. me quedo con la imagen enérgica de un hombre que salió de sus límites para demostar al mundo igualdad y amor no sólo desde la palabra. Se preocupó y se ocupó, pensó en curar el mundo y dio fórmulas. El que quiera ver fantasmas tras la mala proyección de una sombra, que lo haga, yo corro la perspectiva.
Queda en nosotros saber qué Michael queremos resguardar