UNO
Según Corominas, mulo y mulato comparten la misma
raíz etimológica: se derivan del latín MÜLUS. La primer palabra significa
“macho”; la segunda, “macho joven”, por comparación de la generación híbrida
del mulato con la del mulo.
DOS
No conocemos totalmente el
tiempo ni los modos que han compartido indios y negros en México, aunque en
algunos lugares parezcan existir antiguos restos de esa amistad —pienso en las
majestuosas cabezas olmecas: a mi entender, son cabezas de negros, no de
jaguares-hombres ni serpientes-jaguares ni hombres ojos de serpiente y boca de
serpiente.
Los negros esclavos llegados a
la Costa Chica —esa entidad sentimental aún no bien delimitada— encontraron
protección en el territorio y en los cuerpos de las mujeres nativas y se
mezclaron con las amuzgas, quahuitecas y mixtecas, y demás grupos indígenas;
con violencia seguramente, dado que ése es uno de los rasgos de los hombres: el
poder, y sus hábitos inmemoriales. Una versión establece que cien negros
llegaron con cien negras; no nos importe. Los blancos estaban presentes; y
tuvieron que amulatarse.
Los hijos de los distintos
fueron ni indios ni blancos ni negros. Mulas y machos, tal vez.
TRES
Los hijos heredaron el espanto
de la persecución, la fatiga del trabajo forzado, el dolor del látigo y el
hierro. Y casi siempre algún tono del negro en la piel —negro azul, negro
cenizo, negro café, negro morado, negro amarillo, ecéctera—. Los hijos no
miraron hacia atrás sino hacia adentro: aprendieron a olvidar. Olvidaron la
distancia. Desaprendieron los idiomas dominados para afirmarse en el dominante.
El eterno aquí y ahora decidieron vivir.
CUATRO
En Cerro de las Tablas, en
cierto tiempo, un malilla[1]
fabrica su caballito de vara, se pone antifaz y se amarra una reata de
lechuguilla a la cintura; al extremo de la reata está otro malilla: al individuo que lo
permite —por sonsera o descuido—, lo arrastran y lo raspan; porque hay muchos
tras ellos, jugando y mallugándose (chanza, pero sí pesada), que para eso estos
traen sus bejucos de malva, para ofender en defensa propia. El machomula se
chinga a quien se le pone enfrente y lo enfrenta.
Distinto del multicolorido
machomula amuzgo, esclavo del rencor y el odio: “Machomula: ¡Hijo de la
chingada!”, lo saludan. Dicen que es un negro; mejor dicho, El Negro.
Los cerreños no saben que su
mascarada tiene origen indio, si no tal vez ni la representan: lo único que
quieren de los guancos[2] es su
fuerza de trabajo eficiente y barata; aunque puedan aceptarlos como ciudadanos
después de años y años de convivir con ellos; aunque quieran cogerse a sus guancas y, si es necesario,
emparentar con ellos. Con aspereza, sí, mas convienen sus hábitos y costumbres;
hay un lugar de coincidencia que trasciende los intereses y propósitos
individuales.
Dos modos de lo mismo que lo
hacen distinto. Somos hijos del machomula.
CINCO
El recuento del proceso de
mestizaje en la Costa Chica es inacabable y arduo: ni documentos ni memoria
colectiva suficientes. La imaginación y la intuición deben ser instrumentos
fundamentales en esta búsqueda del ser machomulesco. La pesquisa debe estar en
manos de los hijos de los distintos, en los nuevos otros, los hijos del
machomula. El conocimiento de lo que hemos sido y de lo que somos debe emanar
de todos, y no ser preocupación sólo de investigadores y del Estado.
(¡Ah!, triste tristeza. Acabo
de visitar San Nicolás y vi derruido el redondo que significaba el intento de
involucrar a jóvenes y niños en el baile de la artesa: otro proyecto
gubernamental más abortado.)
La cultura real, diaria, se
vive; los hijos del machomula la viven, no necesita ser rescatada: sólo hay que
señalarla. Lo que de ella permanece es lo auténtico y humano; a ello habrá que
apostar.
SEIS
Crimen contra los negros,
crimen contra los indios, la conquista. No más crímenes.
Hay un movimiento social en la
Costa Chica que pugna por delimitar su mapa histórico y cultural; en ello están
puestos los sentimientos, las amistades y rencores, la pasión y la
inteligencia. Se avanza a grandes pasos. Habrá que apresurarse porque el mapa
se ensancha y cambia constantemente. El machomula parió otros hijos, en los que
aún no fijamos la vista; sólo que los parió allende la frontera: aprenden
inglés y pagan con dólares.
SIETE
Porque parió el machomula,
ahora que paran sus hijos.
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