lunes, 2 de marzo de 2009

EL NEGRO VICENTE

EN 1830 —el 27 de febrero, precisamente— el Comandante Militar de Tlapa pide consejo e informa al Comandante General del Estado de Puebla: “Espero también me diga V. E. qué debo hacer con varios soldados que los más días se me están presentando con licencia temporal, que son del Regimiento Núm. 11 antes conocido por escolta del Sr. Guerrero, pues a mí me parece son emisarios que andan alucinando a los indígenas de los pueblos, diciéndoles, según se me ha dicho, que se quitó a Guerrero de Presidente por negro, que los blancos quieren acabar con indígenas y negros”.
Días antes, siendo Presidente de la República, Vicente “El Negro” había emitido un decreto —el 15 de septiembre de 1829— para honrar la memoria de Hidalgo y abolir la esclavitud. Nacía, así, la ceremonia del grito de Independencia, la fiesta nacional y patriótica más celebrada. Los idearios de Hidalgo y Morelos terminaron siendo distintos —y digo Morelos donde debería decir Guerrero porque éste continuaría con el legado de aquel—:

Que siendo contra los clamores de la naturaleza el vender á los hombres, quedan abolidas las leyes de la esclavitud, no sólo en cuanto al tráfico y comercio que se hacía de ellos, sino también por lo relativo á las adquisiciones; de manera que conforme al plan del reciente gobierno, puedan adquirir para sí, como unos individuos libres, al modo que se observa en las demás clases de República, en cuya consecuencia, supuestas las declaraciones asentadas, deberán los amos, sean americanos ó europeos, darles libertad dentro del término de diez días, so la pena de muerte que por inobservancia de este artículo se les aplicará,

argumenta y ordena Hidalgo, en un bando emitido en Guadalajara, el 29 de noviembre de 1810. Doce días antes, el 17, Morelos, El Siervo Negro de la Nación, desde El Aguacatillo, había dicho lo suyo:

Por el presente y a nombre de su Excelencia hago público y notorio a todos los moradores de esta América el establecimiento del nuevo gobierno por el cual a excepción de los europeos, todos los demás avisamos, no se nombrarán en calidad de indios, mulatos, ni castas sino todos generalmente americanos. Nadie pagará tributo, ni habrá esclavos en lo sucesivo, y todos los que tengan, sus amos serán castigados

informa y ordena. Asunto platicado entre Hidalgo y Morelos debió ser el de la esclavitud. Y coinciden en sus pronunciamientos: la única diferencia reside en que Hidalgo omite a los mulatos, los de color quebrado, los afrodescendientes, los negros.
En el Plan de Iguala —1821—, Iturbide plantea que: “Todos los habitantes de la Nueva España, sin distinción alguna de europeos, africanos ni indios, son ciudadanos de esta monarquía con opción á todo empleo, según su mérito y virtudes”; el Futuro Emperador Mexicano va más allá que Hidalgo, el Padre de la Patria, seguramente obligado por una circunstancia: debía pactar con un negro guerrero —que representaba a un chingo de negros cuyo ascendencia era africana y cuya participación en esta revolución se debía a su condición de excluidos, desposeídos, discriminados—. Ese mismo Plan recoge la preocupación de los “criollos”, la que seguramente llevó a Hidalgo a guerrear: “La Nueva España es independiente de la antigua y de toda otra potencia, aun de nuestro continente”, se proclama en el artículo segundo. Independencia y abolición de la esclavitud. Ligadas y distintas. Guerrero “El Negro” lo vio y lo supo, y lo anotó con claridad:

1º Queda abolida la esclavitud en la República.
2º Son por consiguiente libres los que hasta hoy se habían considerados como esclavos.
3º Cuando las circunstancias del Erario lo permitan, se indemnizará a los propietarios de esclavos en los términos que dispusieren las leyes.


En 1829, la independencia de la Madre Patria ya se había conquistado: faltaba abolir legalmente la esclavitud. No había esclavos por esas fechas, hecho que da mayor relevancia al acto de Vicente Ramón Guerrero Saldaña: era un acto simbólico, reivindicativo. Después de él, ya nadie ha de ser bozal, prieto, mulato, de-color-quebrado, lobo, alobado, cafre-de-pasa, salta-pa’trás, tente-en-el-aire, zambaigo, zambo, champurrado, cocho, loro, pardo, jarocho, cambujo, barcino, coyote, gibaro, chamizo, no-t’entiendo. Ahora todos mexicanos.
Y se acompañaba de negros el negro Vicente: pongamos por caso a Juan del Carmen, nativo de Cuanachinicha —“un negro de aspecto horroroso y de extraordinario valor”, apunta sin visos de racismo Epigmenio López Barroso—. O el cuijleño Juan Bruno, “El Africano”, —“El africano Juan Bruno no es tan insignificante como lo han pintado al Supremo Gobierno, tiene su táctica y conocimientos militares, adquiridos en la guerra pasada en compañía del ex-Presidente Guerrero…” informa don José Antonio Rodríguez Fuentes, Cura de San Luis Acatlán en la Costa Chica del Sur, el 22 de noviembre de 1830—. He dicho negros; debí decir morenos. O tal vez guerrerenses. En el Congreso de Puebla, entre septiembre y octubre de 1848, durante las sesiones para discutir la cesión de terrenos para constituirse el Estado de Guerrero, desprendiéndose Puebla del Departamento de Tlapa —conformado por los partidos de Tlapa y Ometepec—, se argumentaba: “El Estado de Guerrero, compuesto en su mayor parte de una raza, que conservan un resentimiento profundo contra las demas, y una respetuosa tradicion de sus costumbres y su creencia” […] “¿qué sociedad particular y privativa será dado formar entre sí á unas gentes que carecen aun de los primeros elementos de civilización, hallandose por decirlo así, sumidas en embrutecimiento y la barbarie?”, se remataba, como hablando de un banquete de negros.
“Está prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos”, reza el artículo segundo de nuestra Constitución Política actual; es huella que dejó don Vicente “El Negro”. Y el 15 de septiembre los mexicanos festejamos la memoria de los hombres que pelearon la Revolución de Independencia; y es fiesta que inauguró don Vicente “El Negro”, que alguna vez comprara algodón en Cuajinicuilapa, que alguna vez durmiera en la Casa Verde de Ometepec, que alguna vez guerreara en la Costa Chica, que alguna vez escribiera: No aspiro al mando; he pulsado cuánto pesa un destino rodeado de infortunios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A veces creo que, que el director del faro es homosexual y que permite que Eduardo Añorve Zapata, denigre a las mujeres, por que en el fondo se refleja el propio
director, quien se contiene de manifestar sus sentimiento y para eso utiliza a Eduardo zapata, quien muchos sabemos es homosexual, de esos que no se atreven de sallir de
clset. pero algun dia le costra caro el chistito al dierectyor del faro por que ese
tipo no tiene madres y le descubrira cuanto sabe de el, si no tiempo al tiempo.



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