domingo, 3 de febrero de 2019

JUAN TAPIA, EL MÚSICO DE LOS DIABLOS


Cuajinicuilapa de Santa María, Gro.
Mayo de 2006



Don Juan tiene casi ochenta años, cuando menos eso recuerda. Llegó al Cerro de las Tablas cuando tenía quince, a la edad en que conoció mujer —según su decir—; a la misma edad probó el alcohol que embriaga. Vino de Ometepec, con su padrastro. Desde hace años es músico indispensable de los Diablos; toca la flauta o armónica. Es eje sobre el que gira y se sostiene el grupo de los Diablos, quienes tienen más de cuarenta años bailando por todo el país.

«Juan Tapia Morales, para servirte. Yo vine de Ometepec, y me quedé a vivir aquí. Me gustó mucho y ya no regresé. Me gusta estar alegre, por eso bebo y me gustan las mujeres. También me gusta la flauta. Aprendí a tocarla en Ometepec, me enseñó un muchacho que era mi amigo. Me compré una flauta, y tocábamos los dos, y él me decía cuando el son no me salía bien. Efraín Maceda se llamaba, hijo de Cira Cantú. Él me enseñó casi todos los sones que me sé. A veces me he robado uno que otro son». Y se ríe, don Juan, y le da un trago a su cerveza.

En los varios concursos de diablos organizados en Cuaji, nunca han ganado los diablos del Cerro de las Tablas, a pesar que su estilo es espectacular y el público los aprecia bien. En estos concursos, realizados durante el día de muertos generalmente, la rivalidad entre los Tetereques de Cuaji y los del Cerro siempre ha sido definida por los jueces a favor de los locales. En este pique, es parte importante la disputa entre los músicos de la flauta, don Juan y Santiago Morales.

«Él a mí no me gana; él no se sabe tantos sones como yo. Él siempre quiere pelear y demostrar que es bueno, pero yo no le hago caso. Una vez hasta le robé un son, en un ratito, y ni cuenta se dio. Cuando ya se dio cuenta, se quedó admirado porque yo me aprendí en un ratito, facilito, facilito. Y es que como a mí me ha gustado mucho la flauta, aprendí luego, luego. Es ése en el que ellos cantan: Zamora, me voy Zamora/ y ya no me vas a ver;/ no me despido de ti/ pues te vas a enternecer».

Don Juan es cabrón, mide bien a sus —digamos contraparte o compañeros músicos de otros grupos, y reconoce a quién lo supera o a quién le aprende algún son.

«Yo no canto eso [La Zamora], yo nomás toco la música. Para mí es fácil. También aprendí otros sones de un músico del [Cerro del ] Indio. Porque hace unos treinta años venían los diablos del Indio a bailar, y yo me aprendí un son. Ese músico sí era bueno, a ése sí lo respetaba yo. En Comaltepec también hay un músico, pero ése sí no sirve, a los Diablos no le gusta como toca, no se acoplan con él».

Dentro del repertorio de sones que interpreta don Juan están: Hurra cachucha, Pica, pica perica, Los enanos, Son de reculada, Son apareado o acarreado, Ya se van los diablos, El palomo, El Oaxacado, El Palomo y Son con la Minga. Con ayuda de Ñeco Zapata, uno de los diablos viejos, uno de los en cabeza, elaboramos la lista. No los recordamos todos, nos prometemos enlistarlos otro día. Entre tanto, le hago notar a don Juan que el músico de Cuaji se apellida como él, Morales, y que tal vez sean familia. Pero no lo acepta, y “se defiende”.

«No. Qué vamos a ser familia. Cuando menos no somos familia reconocida. Como sea, cada quien toca distinto. Y yo he andado por muchos lugares, he ido a muchos lados tocando para los Diablos: a Oaxaca, Chilpancingo, Acapulco [en el fuerte de San Diego], la ciudad de México [en el Centro Nacional de la Cultura y las Artes y en el Zócalo], por ejemplo. De todos los pueblos de por aquí ni digo nada, porque casi hemos ido a todos, Ometepec, Cuaji, Huehuetán, Juchitán, Ayutla, y más».

En efecto, desde que en 1980, el grupo de los Diablos del Cerro de las Tablas representó a México en el Festival del Caribe, organizado por FONAPAS, la UNAM y el INAH, a donde fueron invitados por el fallecido investigador Gabriel Moedano, han viajado constantemente para llevar una muestra de la cultura tradicional de la Costa Chica de Guerrero y de Oaxaca. Y a lugares como Ometepec, durante varios años, los Diablos de Cerro de las Tablas fueron a bailar por las calles, y eran acompañados y festejados, y recibían muchos regalos, aunque ellos preferían que les regalaran “botellas” de licor. [Meses después de realizada y publicada esta entrevista, iríamos al Museo de Antropología, como parte de las actividades de la xviii Feria del Libro de Antropología e Historia, en septiembre de 2006.]

«No me gustan las flautas de ahora, porque las voces vienen de plástico; antes eran de madera y así le sacas más armonía a la flauta. Antes hacían unas flautas marca Centenario; ésas sí eran buenas. Con una de ésas… así agarra uno la flauta con ganas y tocas bien, sin pretexto. Más si le invitan a uno una cervecita o una tequila o algún trago de lo que sea. Tú sabes, para entonarse. Como cuando fuimos a Acapulco, allí sí me gustó. Allí nos dieron cerveza, y al terminar bebimos y los muchachos bailaron con todas esas muchachas que andaban por ahí. Lástima que yo no bailo. Pero me hubiera gustado que me hubieran presentado a alguna de ellas. Peor esa güerota bonita de Ometepec, grandotota y bonita. Con ésa sí me hubiera madrigado». Y se ríe don Juan, y bebe, y beben Ñeco y los demás escuchas. La güera que le gustó a don Juan y con la que se madrigaría es Irma Aguirre.

En 1980, Gabriel Moedano grabó varios sones de los músicos de estos Diablos: don Juan Tapia en la armónica, Tenerino Morán en el bote y Feliciano Morán en la quijada. Esas grabaciones fueron incluidas en el LP “Soy el negro de la Costa… Música y poesía afromestiza de la Costa Chica”, producido por el INAH y CONACULTA. Los cerreños ni se enteraron de ello.

«Así es la cosa. Hay lugares donde a uno lo tratan bien, lo atienden, y eso da gusto, y dan ganas de seguir saliendo a cualquier lugar, sin que le paguen a uno. Tú me conoces, yo soy de gusto, nosotros somos de gusto, por eso lo hacemos. Siempre me acuerdo de mi difunta mujer, Nina Figueroa. Con ella comenzamos hace como cuarenta años a enseñarle a los chamacos el baile de los diablos, y uno no gana nada, es nomás el gusto. Yo tuve varios hijos, y ya vez, ninguno le entró a aprender a tocar la flauta. Tampoco ninguno de los muchachos [de los actuales Diablos] ha querido aprender a tocar. Pero yo le sigo, mientras pueda andar, yo voy a donde vayan todos, sobre todo ahora que hay muchos jóvenes y esos quieren andar saliendo. Si ellos dicen “vamos”, yo digo “vamos”, ni modo que me ande rajando. Mientras Dios me de vida, vamos a seguir con el gusto. Es como con las mujeres; tú sabes, ¿no? Así somos, nos gusta la mala vida, y ¿qué le vamos a hacer?».

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