lunes, 17 de octubre de 2011

Rosita Bernal, de los varios nombres y la dulce voz

13 de octubre

EDUARDO AÑORVE

CUAJINICUILAPA


Todo mundo la conoce como Rosita Bernal o, ya en su pueblo, como Rosalía, aunque ella prefiere que la llamen por su nombre: Rosa Isela. Ella no ve, perdió la vista como consecuencia de una infección que padeció en la infancia, a unos meses de nacida, pero canta y compone con pasión. Su voz tiene una finura agradable y emotiva. Nació en San Nicolás, municipio de Cuajinicuilapa, y dice descender de una raza de artistas. Toca la guitarra, y aprendió a hacerlo sola. No fue a la escuela.

En esta entrevista con El Faro, Rosita Bernal, como se le ha conocido, habla de su aprendizaje, de su trayectoria, de sus pasiones, de su técnica vocal, de su ejecución del güiro, de su relación entre su quehacer y su vida cotidiana, entre otros temas.

De buen humor, la encontramos este reportero y unas estudiantes que buscamos a Rosita, y visitamos dos o tres casas en San Nicolás para solicitarle y que nos conceda esta entrevista. Se halla en casa de una prima suya que le pide que cante una canción, a capella, compuesta por ella y “que está muy hermosa, muy bonita”.

–Pero, pa’ que me la cante a capela va a ser necesario que me aprieten la barriga…

[Risas]

–La cosa es que la guitarra está encerrada –comenta su compañero, de apellido Figueroa.

–Su nombre completo, por favor.

–Rosa Isela Bernal López.

–¿Originaria, de dónde?

–De aquí, pu’.

–¿Y dónde es aquí?

–San Nicolás, Guerrero.

[Risas]

–Quién sabe, a la mejor ando perdido, a la mejor ando en Montecillos.

[Risas]

–No, pues, ya lo pasó.

–Sus padres…

–Mi papá se llama Catalino Bernal Marcial. Mi mamá ya falleció; se llamaba Elia López Brito.

–¿Músico, alguno de ellos?

–Nada más yo.

–¿Tíos…

–¡Ah! Esteban Bernal, mi primo; mi tío, su papá de él, que él no cantaba pero hacía sus violines, sí, los tocaba.

–¿Y cómo comenzaste, cómo te diste cuenta que era lo tuyo?

–Ah, pues, a la edad de seis años yo comencé a cantar. Yo solita me descubrí. A mí me interesaba la música: cuando venían grupos a tocar aquí, yo me les ponía cerca, y me decían: ¿Qué, quieres cantar? Y yo les decía que sí, a grupos como del de Pegamento, de allá, de Cuaji, andaban Los Alegres de la Costa, y otros grupos, y como me salían las canciones, le eché ganas.

–¿Qué cantabas?

–Baladas, de todo, de Maricela, La de la mochila azul, de Pedrito Fernández, y todo ese tipo de canciones.

–¿De aquí, nada?

–De aquí, pues, después, cuando ya empezó mi primo a componer lo de él, me las aprendía y cantaba lo de él.

–¿Ya tocabas guitarra? ¿A qué edad comenzaste con la guitarra?

–No, la guitarra la aprendí como… ya grande, ¿eh?, ya tenía yo mis añitos…

–¿Cómo cuántos?

–Como la edad de… ahorita tengo 34… tenía 22.

–Sí, ya estabas pasadita…

–Sí, ya se me estaba pasando el tren.

[Risas]

–¿Y quién te enseñó?

–Yo sola, nomás oyendo y practicando.

–¿Guitarra tuya o prestada o robada?

–Mía, mía. No, yo nunca robo. Yo, si me robara, un chico, pero, pues ni eso me puedo robar…

–¿Ni los corazones de quienes te escuchan cantar?

–Pues, a lo mejor. De hecho sí, he robado muchos… para qué… donde quiera que yo he andado trabajando, la gente me ha querido.

–¿Dónde has andado trabajando?

–¡Uh! Yo me he ido, así, con mi guitarra, por Zihuatanejo, Chilpancingo, todo para allá. A México, pues, no he ido, pero sí ya he recorrido, cerca, pero sí…

–¿En qué tipos de lugares tocas?

–En los micros, autobuses…

–¿Y qué tal te recibe la gente?, ¿sueltan los centavos?

–Me han recibido bien, gracias a dios, y sí sueltan los centavos.

–Y, ¿no has tenido problemas porque estás prieta?

-No, gracias a dios… Fíjese que, a mí, en vez de que tenga ese tipo de problemas me quiere la gente, aunque ‘té prieta. Dijera la gente: Tisnito, vamos a hacé’ lumbre, como quiera lo vu’a ocupá.

–No, pero hay gente pendeja en todo el mundo…

–Pero es que donde discriminan a las personas no es aquí cerca, es por allá, por… los gabachos, algunos; y algunos quieren a la gente morena.

–Y sobre todo si son mujeres y son de San Nicolás…

–Claro, nosotras las morenas somos frescas, y pura pieza grande para acá. Qué van a estar con sus cosas.

–¿Qué quiere decir eso de “pieza grande”?

–Pura gordura…

[Risas]

–Pura pierna…

–¿Compones, también?

–Sí. La ocurrencia de componer mis canciones… ya ve que, como venemos de raza que canta, se inspira uno…

–De artistas…

–Claro. Pues, yo compongo mis canciones cuando oigo un caso que pasa o, por ejemplo, ahorita, que mi mamá se me… dijera aquel, se me fue de este mundo, pues, ahí le compuse una cancioncita. Tengo varias, no muy muchas pero sí, unas veinte o treinta, por ahí.

–Boleros y cumbias…

–Y unos corridos. Balada, no tengo muchas, tengo como cuatro apenas.

–¿Y cómo le hace uno pa’ componer? Yo he querido pero no me sale…

–Eso es fácil. Por ejemplo, usté va… en algún caso, pregunte cómo pasó, qué sucedió, en dónde, qué noche, qué día, y de allí esté se va basando a hacer todo eso.

–Pero no me sale, por más que le doy vueltas…

–Sí le tiene que salir. Sí tiene que rimar, porque usté la va a ir poniendo, le va a ir arreglando parte por parte y le va a ir acomodando. No va a decir una cosa por otra. Por ejemplo, allí, doña Marina, dice “criatura” y, para que rime, “esclavitura”, ¿me entiende?

–¿Y cómo le hace la mente para encontrar las rimas?

–Bien, le busca, le tiene que ir buscando. Si graba una palabra y la compara con la otra y no queda, le tiene que ir buscando. Es como un rompecabezas.

–Pero, ¿vas grabando?, ¿grabas una parte y luego grabas otra?

–Así, así mero. Si sé una palabra, la voy grabando; al rato le busco la otra, si le queda la ponga ahí, y va quedando. Es como irle añidiendo.

–Hay algunos que dicen que cargan la canción en la cabeza, y le dan vuelta y le dan vuelta, y cuando ya la tienen nomás la escriben y ya…

–Yo también así le hago, pero para que no se me olvide, mejor la grabo. Así, la grabo por pedacitos, y ya cuando está toda la canción, cuando sé que tiene todas las palabras que son, entonces, vengo yo y ya me la aprendo toda corrida.

–¿Y cómo sabes cuándo ya tiene todas las palabras que son?

–Yo le voy marcando el tiempo, porque también le voy marcando donde va a ir el estribillo de la canción, ajá, y sé el tiempo que lleva el estribillo de la canción, dónde voy a volver a entrar más, y la salida también. Tengo que ir marcando el tiempo.

–¿Y si se te pasa, que no pudiste contar la historia en ese tiempo?

–¿Cómo se me va a pasar? Si yo ya llevo todo medido. ¡No! Qué se me va a pasar, si por eso… yo me he enseñado a tocar con pista, cantar con pista, a tocar con guitarra… bueno, yo oigo las canciones cómo están compuestas y yo me baso de allí mismo, y cuento el tiempo que lleva la canción, y también, yo, de allí me baso para hacer mi canción. Si quiero meter otro poquito de tiempo, también se lo pongo.

–Pero, ¿ya vienen las letras con la música o cada quien por su lado?

–No, no. Yo le pongo la letra y también me tengo que quebrar la cabeza para ponerle la tonada, ¿sí?

–O sea, que eres música…

–Sí, y también sé arreglar música.

–¿De qué son las letras, de qué hablan, qué dice?

–Por ejemplo, mi mamá falleció. Yo le puse allí que falleció, pues, que dios se la llevó, que yo no tengo apoyo de nadie, ni de mis hermanos ni de mi padre; bueno, que ella era como mi amiga y mi confidente. Bueno, allí está todo, pues…

–¿De qué te gusta componer? ¿De amor, de desamor, de dolor, de sufrimiento, de alegría?

–A mí me gusta componer de todo, porque de todo es bueno, porque también le sé poner el sentimiento.

–Algunos componen cuando sufren…

–También aunque no le duela algo. Si usté quiere componer una canción de una persona que lo deja, de algún amigo, que fue mucho amigo, que es, también le puede poner sus sentimientos, porque también cuenta el quiebre que tiene la voz, ya ve que la voz tiene un timbre, ¿eh?, un talento, un quiebre, la voz, y ese talento ni ese quiebre no lo tiene toda persona.

–Ése es el punto, porque yo quiero cantar y no le puedo…

–Por ejemplo, allí, en la voz de doña Marina, que acabo de escuchar, ella tiene bonita voz pero le falta quiebre, le falta quiebre a ella, las vueltecitas, pues, de la garganta…

–Está muy derecha –comenta su acompañante.

–Ella canta muy derecho, pero sí se entona, y sí se le oye bien, nada más que ella va derecha, pero sí se le entiende la tonada que ella le pone a su canción. ‘Ora, si yo me la quiero cantar así como está, está bien la tonada, ya nada más yo le pondría el timbre, la vueltecita de la voz y saldría más mejor.

–¿Y eso qué quiere decir, eso de darle la vueltecita a la voz?

–Sí, darle un quiebre que lleva la garganta, quiebrecitos. Por ejemplo, allí ‘onde dice… yo le voy a decir una vueltecita… [Y canta, haciendo vibrar la voz:] No tengo apoyo de nadie. Ése es el quiebre, ¿no? Ahí ‘ta, ya le di un quiebrecito, ¿eh?

–Cántesela completa. [Le pide una espectadora, poeta en ciernes]

–No, nomás un cachito, para que no se emocionen.

[Risas]

–Eso me sonó a balada…

–Es una balada, claro que sí, es una balada.

–Y un bolero, ¿qué tipo de quiebre tiene?

–¿Un bolero? Es como la canción de Esteban Bernal. Por ejemplo, esa que dice [Y canta:] Con todos mis amigos/ yo me fui a la mar,/ conchitas bonitas/ me puse a buscar… Ése es un bolero, ¿eh? La balada tiene otro tipo de cómo se debe de cantar.

–¿Y cómo sé cuándo es un bolero y cuándo es una balada?

–Ah, pues, el bolero tiene otro tipo… por ejemplo, la balada es rítmica, y ya el bolero es, así pues, todo corrido.

–¿Siempre ha cantado acompañada?

–Sí, con grupos. He andado con Sensación Musical, que ahora es Raza Costeña, allí, en Juchitán. Nos íbamos, así, a varios lugares; anduve con ellos como ocho años…

–¿Ocho años? O sea que tiene callo en la voz, ya…

[Risas]

–No mucho, pero, como se rebanan…

–Pero, después de ocho años se van afinando…

–No, sí, pero se rebanan bien, para eso hay medicina…

–¿Y qué cantabas con ese grupo?

–Cantaba canciones de La Sonora de Margarita, de Selena, Rocío Dúrcal, de Laura León, de Junior Klan, de todo.

–¿Y de pa’cá?

–Pues, de por acá no me cantaba ni una.

–¿Por qué? ¿’tan muy chandas?

–Nooo. Es que no las daban. Las únicas que yo cantaba eran las que yo componía. Ellos me daban repertorio, y cuando yo componía, alguna de mis canciones, yo les decía: Vamos a tocar ésta. Hay que componerle música y ya está.

–¿Alguna de tus canciones que haya pegado?

–¿Las de las mías, compuestas? La de El pañuelito de mi moreno, la de Llamada por teléfono. Por cierto, yo grabé cinco y el director otras cinco…

–¿Y cómo hace uno para conseguir ese disco?

–Con Arturo Sugía, el de Marquelia, él los carga. Yo no tengo ni uno porque nomás lo oyen, y les gusta, y se lo llevan. ‘Ora, el último, grabé con Los Pajaritos [del Sur], pero, ya, con los Pajaritos no grabé de las mías, allí grabé de Diana Rivas, de Chelo, de otros más… Eso fue hace como cuatro años.

[El casét “Rosita Bernal” está integrado por 12 canciones: Consejo de una madre, composición de ella; Paso del norte, Vida mía, Tonto, Qué sacrificio, Quédate otro ratito, La muerte de Isaac Soriano, Son habladas, Una noche me embriagué, Flor sin retoño, Tu boca dice no, Cuando salgo a los campos. Allí, ella hace la primera y la segunda voz, y la acompañan: Rodimiro Hernández, requinto; Gabriel Villanueva, acompañamiento; y Lorenzo Villanueva, bajo.]

–Pero, puras de dolor, puras de sufrimiento, ¿por qué?

–Allí grabé corridos, y también boleros, rancheras. No, de puro sufrimiento no, de todo. También grabé con Los Brillantes de Costa Chica, que apenas me andan reconquistando, que quieren que me vaya más con ellos a Ometepec; con ellos no duré mucho tiempo. Aunque yo empecé en Acapulco, con el grupo Los Yumenis, allí cantaba y tocaba el güiro, ése era mi instrumento.

–¿De qué depende que trabajes o dejes de trabajar con un grupo?, ¿por qué dejas de tocar con él?

–Porque hay veces que los patrones se portan muy mal, no quieren pagar lo que uno les pide; ya ves que uno cobra su trabajo.

–¿Qué tanto cobra Rosita Bernal?

-¿Yo? Yo cobro dos mil pesos por mi trabajo, y mi pasaje libre. Ya ves que ellos se aprovechan de la nobleza de uno: No, que te voy a pagar setecientos… Ellos ponen el precio y uno… como uno sabe desempeñar su trabajo, cobra lo que uno está desempeñando, porque yo hago lo de dos elementos, lo de tres, porque hago segunda voz, primera voz, toco güiro.

–En los grupos, ¿tocas guitarra?

–No, nomás toco güiro.

–¿Por qué el güiro, porque está fácil?

–‘ta bueno. Cada canción tiene su manera cómo se toca…

–Yo nomás veo que le hacen raca-raca… [Risas] Será por eso que no sirvo pa’ músico, ¿no?

–Sí, pues, pero tiene su forma. Por ejemplo, una canción de vallenato colombiano tiene su manera; ahora, tropical, tiene su forma de tocarse; baladas, boleros. Sí, pues, uno nomás ve que le hacen raca-raca pero, pues, tiene su… hay personas que lo tocan derecho, todas las canciones las tocan igual, pero no, tiene su estilo.

–Allá en Cuaji hay un güirero famoso, que se llama José Neque

–No, yo le gano. Es mi primo.

[Risas]

–¿Y cuándo va a tocar el güiro pa’ ir a verla?

–Nomás contraten el grupo y a mí como güirista, nomás me pagan.

–Ahora, ¿con quién toca, Rosa Isela?

–Es trío, el que traigo ‘orita. Yo le quiero poner Rosita y sus Reyes de Oro, ¿nostarábien?

–¿Qué tocan?

–Yo, toco guitarra; Juan Bernal, guitarra y acordeón; él [Javier Figueroa], nada más canta.


–Rosita Bernal se dedica a la música, ¿y la casa quién la atiende, y quién lava los trapos, a los chamaquitos quién los chinga pa’ que se compongan…

[Risas]

–Yo lavo, yo me los chingo, yo soy la pesada…

[Risas]

–Y el marido, ¿qué dice?

–Se murió…

[Risas]

–¿Es una ventaja o no es una ventaja?

[Risas]

–Yo pienso que tenerlo, es una ventaja, pero, ya que no hay…

–Digo, hay maridos que dicen: ¿Cómo está eso de que tú vas a andar dijera el de Cuaji en la putería, tú quédate en la casa?

–No, pero yo… mis parejas que he tenido, siempre les digo: el que le guste esta acción, venga; pero si no le gusta, ‘mano, ahí quédense…

–¿Ni aunque’stés enamorada y digas: A este hombre

–N’ombre, ni aunque lo quiera tanto, y si no le gusta lo que yo hago, ¿cómo? Si a mí me gusta la música… A mí, mi música me encanta. Yo… la música me la va a quitar solamente dios. Puedo dejar todo por la música, menos a mis hijos…

–¿Y te has enamorado alguna vez?

-Pues, sííííí, pero… [Risas]

–¿Cómo cuántas veces?

–Muchas veces, porque ando donde hay, ni modo que… ya ves que el cuerpo femenino, donde hay, quiere. ¿Sí o no?

[Risas]

–Así suena de fácil, pero no es tan fácil…

–No, ¿por qué crees?

–Por que el hombre te va a decir: Hey, tú, ¿pa’ónde vas?, ¿por qué te pusiste esos trapos?, ¿’ora, andas pintada?

–No, pero yo voy a hacé’ como que estoy cantando, de reojo. Yo le iba a decir: Yo me pinté para ti, mi amor, no para otro…

[Risas]

–Pues sí…

–Me recordaste esa canción que se llama La sopa del bebé…

–Ah, sí, yo me la cantaba, en pista. Que dice [canta:] …y si encuentras la colcha manchada,/ es la sopa que tiró el bebé/ del otro

[Risas]

–¿A poco dice “del otro”?

–No, yo… o sea que es una agregación, pero como cuando la canto no se echa a debé’, se la echo de rapiditamente, y ya…

–¿Y le has compuesto a algún hombre?

–Ahorita no, porque yo digo: ¿Para qué, no tiene caso, no me quieren, yo por qué voy a está’ gastando mi pensamiento, mi saliva, mi cabeza me la vu’a’star quebrando en eso? Mejor me quiebro mi cabeza en componer otras cosas que sí me lleven a largo.

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