Por considerarlo parcial y falto de transparencia, como fraudulento calificaron algunos de los participantes al concurso ¡Bullanga y pachanga en Cuaji!, organizado por el Ayuntamiento local, el Museo de la Negritud (sic), el Museo Nacional de Antropología (MNA) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) en Cuajinicuilapa el pasado domingo 18 de octubre pasado.
Aunque desde que se hizo pública la convocatoria para el concurso ¡Bullanga y pachanga en Cuaji! hubo dudas y críticas sobre su autenticidad, sólo el día domingo pasado se concretizaron varios hechos y conductas de los organizadores que permitieron calificarlo de fraudulento sin ambages.
En entrevista con algunos de los participantes y convocados a este concurso (de máscara de diablos y de música que para formarán parte del acervo de una nueva sala en el MNA sobre la cultura “afromestiza”), El Faro pudo constatar el enojo y la molestia que causó.
La primer crítica que se hace a esta convocatoria es su falta de claridad, pues las bases para los concursos no se establecen, particularmente en el de música, provocándose situaciones embarazosas y conflictivas.
“No se sabía qué tipo de música había que tocar, ni lo que se iba a calificar”, comentaría uno de los músicos participantes, “pero, al parecer, se le dio importancia a la chilena y al corrido, y nosotros teníamos preparada una canción romántica”.
Esta falta de previsión provocó que un grupo de músicos del baile de los Diablos de Cuajinicuilapa se negara a participar y se retirara, molestos, porque se pretendía que interpretaran una chilena o un corrido.
En ese mismo sentido, un músico del baile de Diablos de El Quizá comentó: “Yo por eso me fui a mi casa luego, no me quedé; yo pensé que era un concurso de música de diablos, por eso fui, pero no era así, fue un engaño”.
Aparte de la escasa participación de músicos en el concurso, también se hizo notar que el jurado [dos de tres de ellos son empleados del Ayuntamiento] no tenía conocimientos suficientes para calificar las interpretaciones.
“No tengo nada personal con los que calificaron, pero, ¿a poco no había gente que sí supiera de música para calificarnos? No puede ser, fue una tomadura de pelo; pero uno se prestó a ella, pues, y ya ni quejarse”, confiesa un músico inconforme.
Con relación al concurso de máscaras de Diablos, el sentir de muchos bailantes fue que las cantidades ofrecidas no eran suficientes para pagar siquiera el material que se utiliza para confeccionar una máscara.
“Nomás los cachos de venado, cuánto cuestan, unos quinientos pesos o más, y eso si los encuentras, porque ya no es tan fácil encontrarlos; a eso, ponle lo de la clin de caballo, la pintura, el hilo, el resistol y el material con que vas a hacer la máscara; aparte de que te echas unos dos días haciendo la máscara; no sale, pues”, comentó un Diablo.
“En el Cerro [de las Tablas] luego dijimos que uno no iba a andar dando la máscara por mil pesos [el premio mayor] para que se la llevaran; por eso ni siquiera quisieron venir”, asegura un bailante de ese grupo.
Otras críticas más afinadas preguntaban si este es el modo en cómo instituciones como el MNA, como el INAH, como Conaculta, acopian materiales para una sala como la que están construyendo sobre la cultura afromexicana.
“Uno pensaba que hacían investigación, que iban a las comunidades a visitar a los músicos, a los bailantes, que hacían grabaciones de campo, que hacían estudios, porque estamos hablando de un museo nacional; pero no, la quisieron fácil y aquí invitaron a varios músicos para grabarlos y justificarse”, analiza un maestro.
También se señala que “no puede ser posible que el INAH sólo haya convocado a gente de este municipio, siendo que la cultura afromexicana se ubica en casi toda la Costa Chica; ¿y los músicos de Oaxaca, por ejemplo, los de Huehuetán, de Copala y de otros lugares?; ¿y las manifestaciones culturales de otros tantos pueblos?; ¿por qué nomás Cuaji?”, en claro cuestionamiento de este concurso.
Un académico concluye: “Sí, es una farsa, pero también nosotros tenemos la culpa porque nos prestamos a estas cosas, porque tampoco hacemos nada y dejamos que otros vengan a hacerlas por nosotros”.
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