martes, 4 de agosto de 2009

Pensando el Bicentenario desde la perspectiva afroecuatoriana

Jhon Antón Sánchez

ALAI AMLATINA, 04/08/2009.- Ahora entramos en la onda del Bicentenario. Las celebraciones, efemérides o actos de recordación son claves para refrescar la memoria, desempolvar recuerdos. Pero también puede servir para corregir los errores de la historiografía y revisar lo que realmente pasó.

En esta fecha del Bicentenario se recuerda que el 9 y 10 de agosto de 1809, en Quito se dio un primer grito de Independencia, quizá uno de los primeros de Hispanoamérica. Cuenta la historia oficial que aquel 9 de agosto en la ciudad de Quito el señor Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Alegre, instaló una fallida Junta Soberana. Al día siguiente, el presidente de la Audiencia, era notificado del intento de revolución. Pero más tarde los virreyes del Perú y Nueva Granada aplacaron la insurrección. Finalmente Ecuador tuvo su independencia en 1822.

Hasta aquí todo OK. Nuestra inquietud tiene que ver sobre el enfoque, mensaje y objetivos que se quiera vender con el tema del Bicentenario. En una conversación con funcionarios del Ministerio de Cultura, se me planteaba que el interés del Gobierno Nacional es hacer del Bicentenario, más que un acto de celebración de una fecha, un acto político de reafirmación de la identidad nacional. Se tratará de recuperar la memoria política y plantear que la Revolución Ciudadana debe comprenderse como una tercera independencia. Estamos de acuerdo con este enfoque. Y lo complementamos haciendo algunas precisiones al respecto.

Desde la perspectiva afroecuatoriana la Conmemoración del Bicentenario debe ser un punto de partida simbólico para afianzar el verdadero sentido de la identidad nacional: la diversidad cultural de la nación. Es decir comenzar a concretar el proyecto político de la Constitución cuando establece que el Ecuador es un Estado Plurinacional e Intercultural. Visto así las cosas, el Bicentenario para el pueblo afroecuatoriano debe ser un punto de partida para la justicia, la inclusión y la visibilidad de aquellos actores que también construyeron la Nación.

Sería muy decepcionante que esta fecha se aprovechara para afianzar el proyecto de la dominación racial que ha caracterizado a la identidad nacional con la supremacía de la blanquedad hispana disfrazada ahora de mestizaje. Si el Bicentenario es para ahondar más el viejo proyecto de exclusión, colonización y racismo que se ha mantenido desde la misma primera independencia, más vale no recordar.

El Bicentenario debe servir para hacer justicia con los artífices de la historia pero que en su condición de subordinados, dieron la sangre, pero no obtuvieron la gloria. La historia oficial, la dominante, la racista y colonial ha invisibilizado, excluido y desconectado a los vencidos y subordinados de la estructura social racial y racista, donde el blanco heredero de España fue la luz de la civilización, mientras el afrodescendiente y el indígena fueron las antípodas portadora de la barbarie.

De modo que al hablar de Bicentenario debemos comenzar por revisar la historia, recabar en lo que verdaderamente sucedió y devolverle el lugar a los sujetos sin historia. Entonces será necesario algunas verdades que la dominación racial blanco mestiza conoce muy bien pero oculta en sus museos, fiestas y demás monumentos.

En los libros escolares nos enseñan una versión de la historia que no es justa con los afrodescendientes. Nadie explica que fueron los esclavizados africanos quienes constituyeron la primera revolución industrial de carácter biológico, antes del vapor, la electricidad, el petróleo y la energía nuclear. Gracias a la fuerza esclava, Europa (más concretamente Inglaterra) se enriqueció y emergió el capitalismo que hoy domina Occidente. Así mismo, la primera semilla de la libertad, la igualdad y la justicia la sembraron los esclavos en América cuando crearon los palenques, se volvieron cimarrones y se automanumitían.

El proyecto de la Independencia de América Bolivariana no sería posible sin los afrodescendientes. Fue la Revolución Haitiana (1791-1804) comandada por esclavos que sembró la chispa de la hoguera en América Latina. Y esto es importante. Haití fue la primera nación libre de la región. Haití logra su independencia de Francia el 28 de noviembre de 1803, convirtiéndose en el primer Estado libre de América Latina y en la primera república negra del Mundo. Bolívar entonces se da cuenta de que sí es posible su proyecto. El 2 de enero de 1816, el tercer rey de Haití, Alexander Petión, recibe a Bolívar en Puerto Príncipe y le da todo el apoyo logístico, militar y financiero para la gesta independentista. La única condición de Petión a Bolívar fue la libertad de todos los esclavos.

En Ecuador, antes que se diera el primer grito de independencia, los afrodescendientes ya habían hecho esta siembra. En 1553, los primeros africanos que llegaron a Esmeraldas fundaron allí el Reino de los Sambos, una gran Comarca que con alianzas entre palenques llegaba hasta Buenaventura en Colombia. Los cimarrones Antón y Alonso de Illescas fueron sus primeros reyes. Otros fueron Pedro de Arobe y sus hijos. Este reino permaneció fuera de la Real Audiencia de Quito por más de 100 años. Y cien años es bastante. La semilla de la libertad y la igualdad la trajeron a América los ancestros africanos esclavizados en las haciendas, minas y en las ciudades. En el Valle del Chota muchos esclavizados fueron introducidos desde Colombia para trabajar en plantaciones de vino, algodón, tabaco y caña de azúcar. Muchos de ellos fueron utilizados para construir los astilleros y el puerto en Guayaquil.

En estos asentamientos hubo muchas rebeliones, alzamientos y protestas. Por ejemplo, para 1794, en Guayaquil la esclavizada María de Chiquinquirá solicitó juicio contra su amo el cura Alfonso Cepeda, quien se negaba a concederle la libertad, pues su madre ya era libre. Entre 1710 y 1820 muchas familias de esclavizados en el Valle del Chota se rebelaron contra sus amos. Entre ellos figuran las familias de Fulgencio Congo (Hacienda de Tababuela), Francisco Carrillo y Polonia Méndez (Hacienda de la Concepción), Martina Carrillo (Concepción), Pascual Lucumí y Ambrosio Mondongo (Salinas).

En la coyuntura de la Gesta de la Independencia muchos de los ancestros afroecuatorianos fueron parte del ejército libertador bolivariano quienes lucharon bajo la promesa de la libertad. Pero esta promesa sólo fue posible en 1854. De modo que el legado de Bolívar aún está en deuda con Haití y el pueblo afrodescendiente.

Si hablamos de héroes del Bicentenario entonces hay que mencionar a los héroes afrodescendientes que nunca han salido en los billetes ni aparecen en los museos del Banco Central: El General Juan Otamendi Anangonó fue uno de los héroes afrodescendientes más importantes en la Campaña Libertadora del Ecuador. Se le conoció como el “Tigre de la Batalla de Miñarica” o el “Centauro de ébano”. Otamendi nace en Caracas en 1797 y muere por la espalda en 18 de agosto de 1845 en la provincia del Oro, en Ecuador. Fue el hombre de confianza del general Flores. Fue muy amigo del liberal Urbina. Se casó en 1830 con la quiteña Ángela Naranjo. Y con la Constitución de Riobamba se hace ciudadano ecuatoriano.

Se habla mucho de Manuelita Sáenz como la libertadora del Libertador y de su papel en la batalla del Pichincha, pero lo que no se dice es que Manuelita tenía dos esclavas: Jonantas y Jatán, las cuales servían de espionaje y lucharon de codo a codo al lado de su ama. Al menos así la misma amante de Bolívar lo dice en sus diarios.

Luego de la independencia del Ecuador, muchos afroecuatorianos lucharon en los ejércitos liberales esperanzados por las ideas de libertad, igualdad y ciudadanía para todos. El ejército de los Tauras en Guayas del general Urbina fue compuesto en su mayoría por afroecuatorianos.

Pese a que en 1854 se abolió definitivamente la esclavitud, aun los recién libertos afroecuatorianos no fueron considerados ciudadanos, pues muchos de ellos no sabían leer, no tenían propiedad y tampoco patrimonio económico. El gobierno en lugar de reparar a los ex esclavos, prefirió indemnizar a los amos. Los recién libertos no tuvieron oportunidades de insertarse al desarrollo. Muchos fueron obligados a nuevas formas de explotación como el concertaje, el huasipungo y la servidumbre doméstica. Allí los orígenes de nuestra desigualdad y exclusión.

Con la revolución liberal de Alfaro muchos afroecuatorianos participaron en el ejército de las ”montoneras”. La mulata Martina en 1877, le salva la vida a su antiguo amo Eloy Alfaro. Otros afroecuatorianos que lucharon al lado del general Alfaro fueron: Pío Quinto Nazareno (1882), Domingo Trejos, (1884), entre otros.

En la revolución de Esmeraldas, que se conoce como Revolución de Concha (1913-1916), los afroesmeradeños fueron grandes protagonistas. Allí se destacaron el mayor Federico Lastra y los capitanes Nicolás Castro, Julio Sixto Mena, Enrique Torres y Carlos Otoya, entre otros.

Luego para modernizar el país, se construye el Ferrocarril. En esta importante obra del desarrollo y la unidad nacional muchos afrodescendientes de Jamaica trabajaron de sol a sol. Estos fueron traídos exclusivamente para aprovechar su conocimiento, técnica y experiencia.

No vamos a redactar aquí una cátedra de historia subalterna. Pero la consideramos clave para saber exactamente qué cosas piensan los afroecuatorianos del bicentenario: El comienzo de un acto de justicia y reparación a los protagonistas de una historia en la cual la estructura racial blanco mestiza los venció y desconectó.

El Bicentenario deberá ser entonces la oportunidad de reparación a los hijos de la diáspora africana que sobrevivió a la trata esclavista, a los mismos cuya independencia no les reconoció su carácter de ciudadano, los mismo que la dictadura racial los utilizó como carne de cañón para sus guerras. Los mismos que siempre han estado explotados, que luego de esclavitud fueron conciertos, después huasipungueros, luego de la servidumbre urbana, y hoy empleados domésticos, porteros, vigilantes, policías, futbolistas y cantantes. Pues la sociedad racista no da mayor apertura para su plena inclusión social, pese a que aunque pobres están preparados.

Los afroecuatorianos piensan entonces el Bicentenario como la reparación de la memoria histórica. Se trata de recobrar el lugar justo en la sociedad, en la identidad y en los espacios de poder. La reparación está concebida constitucionalmente (artículo 57). Y es una herramienta conceptual de descolonización y lucha contra el racismo.

¿Cómo celebrar el Bicentenario desde una perspectiva inclusiva, reparadora y descolonizadora para los afroecuatorianos? Lo primero es intentar cambiar la cultura política de la exclusión por aquella de la inclusión. Esto implica un proyecto de transformación y revolución ciudadana (la auténtica, no la de la retórica). Para ello se requiere una política cultural para la revitalización de la memoria histórica de los subalternos, de los no blanco mestizos.

Proponemos entonces que entre las múltiples cosas que el Gobierno Nacional va a realizar para el Bicentenario revise su política cultural, o más bien intercultural. Primero el Banco Central debe darle un lugar a la afrodescendencia en su red de museos; el Ministerio de Cultura deberá atender claramente la red de patrimonio material e inmaterial afroecuatoriano. El Ministerio de Educación deberá revisar la historia y reescribirla nuevamente con una perspectiva descolonial. Pero lo más importante, el Gobierno Nacional deberá aplicar una política de acción afirmativa para garantizar los derechos sociales que han sido negados a los afroecuatorianos. Se requiere mayor inversión en salud, educación, seguridad social, vivienda, empleo y desarrollo productivo.

Planteamos que en el marco del Bicentenario, comencemos por temas como:

• Creación de Museo de la Memoria Afroecuatoriana

• Declaración de Feriado Nacional el día nacional de la afroecuatorianidad

• Aprobación de una ley contra la discriminación racial y por las acciones afirmativas

• Inclusión de la perspectiva afroecuatoriana en los libros de historia

• Declaración Oficial de los Héroes Afroecuatorianos de la nación

• Nombrar parques, plazas y avenidas en conmemoración a los aportes de los afroecuatorianos a la Nación.

• Creación de un fondo de compensación y reparación a los afroecuatorianos, comenzando con 170 millones de dólares que cuesta el componente afroecuatoriano del Plan Nacional de Desarrollo

• Impulso de una política de cuotas en la educación, empleo y poderes directivos del Estado para afroecuatorianos

• Pedir perdón por la esclavitud y el racismo contra los afroecuatorianos.

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