(ANDANDO YO EN MI MALDA’)
SIEMPRE SE PIERDE ALGO cuando alguien muere —dice por ahí Borges. Con seguridad es cierto. La riqueza del mundo disminuye, se propone. Las letras, entre otras cosas, deben servir para evitar que la pérdida sea grave o para ayudar a recordar lo perdido o no se pierda lo perdido. “Yo perdí mucha ejcuela, porque tenía que trabaja’. Así era la cosa” —cuenta Pegamento. Por alguna razón que ignoro, al momento de grabar nuestra plática, algo o alguien, o qué importa quién, cambió la velocidad de la cinta (de una grabadora que sólo tiene una), y las voces parecen imitar a las ardillitas cantoras. Como sarcasmo involuntario acerca de un hombre que capaz de hablar y hablar y hablar, con gracia, entreteniendo al oyente, divirtiéndolo:
Por la mañana de enero
marcharon todoj loj fruto’;
le formaron su dijputo
al Príncipe Jardinero.
De coronel el Melón,
de capitán l’Aguacate.
Y le rejpondió el Tomate
que hicieran una reunión.
Y en una conversación
habló la Caña Habanera:
—Nombre ujté su cuartelero
al Plátano gallardón.
Habló la Naranja en zumo
que le ganaba a Toronja.
Habló la Lima en lisonja:
como ella no había ninguna.
Y la Guayaba en fortuna
como i’norante pregunta.
—¡Ójala y juéramo’ junta’!,
le rejpondió una Cereza.
— ‘Ora que me tienen presa,
contejtó la Pitajaya.
El Zapote se dejmaya
al ver tan grande condu’ta.
La Cirgüela se dijgujta
al ver tan gran conjusión.
Y le dice la Papaya:
—Ya se va mi corazón.
Habló un Durazno tan loco
d’esoj que tráin loj mijteco’.
—Que en que le aumenta la Uva,
dice la Perante en cuba.
Y que también pa’ sabroso
allí tenemoj al Coco.
Y le rejpondió un Mamey:
—Poco a poco;
mi color ej el primero
y ha sido el máj caballero
y entre los frutoj de honore’
yo le heredado sabore’
al Príncipe Jardinero.
La incoherencia como argucia del discurso poético está presente en este poema: se trata de engarzar los sonidos para engatusar al escucha; se pretende enumerar el mayor número posible de frutas. El ritmo con que se recita el poema es vertiginoso: la respiración sirve para realzar el énfasis que el recitador imprime a algunos versos como un modo de prestidigitación vocal, donde las frutas y su actuación sólo son evocación ligera de colores y aromas (se construye un ambiente visual y gustativo imaginario) para reforzar el sonsonete. A Pegamento se le aplaude y se le solicita más:
Anoche, andaba un Zorrillo
tomando pulque de gorra,
y ya que andaba borracho
que se mete a un tabernero.
Llegó el Conejo embujtero
dándole cuenta al Alcalde:
—Amárrenme a tío Zorrillo
en laj pare’ de su madre.
En cabeza ‘e la patrulla
pusieron al Armadillo
y de teniente primero
pusieron al Jiquimillo.
Entonce’ dice el Ardillo
(éjte se andaba sonriendo)
que a la mujer del Tlacuache
se la andaba consiguiendo.
Y entonce’ dice el Tigrillo:
—No me brinque ujté al cotón;
el que se la llevó ejtá enfermo,
enfermo del tabardillo.
Entonce’ llega el Cusuco
con su machete arrastrando:
—‘hora si no me dan trago
yo lej vu'a quitá’ el fandango.
Y se para tío Conejo,
tratándolo de pariente:
—Hombre, si por eso lo hace
tomaremo’ l’aguardiente.
Se repite el recurso anterior de enumerar, animales en este caso; la anécdota sólo tiene un fin: justificar la fiesta del aguardiente. Los recursos auditivos son similares. Aquí el argumento tiene mayor consistencia: en la cantina casi se arma el zafarrancho por culpa de Zorrillo, hasta que Conejo accede a que se beba en común, tanto el pulque como el aguardiente; sin obviar el chismorreo masculino. Y todos contentos y a emborracharse.
Pegamento es lisiado: un accidente le quebró las piernas. En Cuajinicuilapa y sus alrededores es muy conocido: músico y buen conversador, capaz de hablar y hablar sobre hechos verdaderos o ficticios para entretener a los oyentes; estos versos que leemos los ha repetido muchas veces ante ellos, y aunque ya los conozcan, la risa nunca falta. También sabe hablar de desgracias:
Siendo larga la semana
yo la pasé en a’cidente:
se me cayeron loj diente’.
Lune’: M’ejpantó una iguana.
Marte’: Me apaleó mi nana
porque le maté un becerro.
Me desbarranqué de un cerro,
cayí en ferte oscuridá’;
y andando yo en mi maldá’,
anoche me mordió un perro.
Miércole’: M’iba muriendo
yo de un grande ejcalofrío;
me deshaucidió mi tío,
todoj de mí ejtaban riendo.
Atráj iba yo sufriendo,
ferte, romadizo y toj,
sin poder comer arroj,
agua no podía pasar;
y por irlo a persogar
mi potrillo me tumbó.
Jueve’: Me quebré el pejcuezo
por goloso en un fandango:
ejtando yo en un tapanco
a sola’ comiendo queso,
caí a tierra como un hueso,
caí de cabeza rota.
Vierne’: Me tumbó mi potro,
me picaron laj hormiga’
y andando yo en mi fatiga
mi vieja se jue con otro.
Sábado: Caí por segunda
y por una vagabunda
me dejcompuse mi pie.
Domingo: A cárcel entré
me ‘garraron por atroj:
le quebré al santo el reló’
y ya unoj malditoj indio’
que me mataban a palo’.
¡Qué suerte tan desgraciada!
¡Que sea por l’amor de Dió’!
La fórmula se repite: se trata de enumerar días y desgracias para lograr aprobación y risa en el espectador. No vemos su imagen, mas podemos imaginarlo en su silla, los brazos gruesos y musculosos, gesticulando para que no sólo se sienta la presencia de la voz. En fin, dejo la palabra a Pegamento para que nos hable del desdeseo, del aborrecimiento, sin dejar de hacer reír:
Cuando en tu privanza ejtuve
luego me llegué a elevar.
Jamáj no vine a pensar
que también baja el que sube.
Y entonce’ contento ejtuve
sin darle pena ni sujto.
Ya no repiquen campana’
de la torre de mi gujto.
Anda, ve, díselo todo
si no, no le digaj nada.
Siendo la hora llegada
te jallaré de otro modo.
También le daráj de codo
como me lo dijte a mí;
pero eso no te alvertí,
que tu amor era invariable.
Como la torre era falsa
otro subió y yo caí.
Ya cuando ejtaba en el suelo
me agachaba y te lo vía,
te dabaj tuj palmadota’:
—¡Qué bueno ejtá todavía!;
lájtima que te fregajte:
Yo sigo en mi picardía.
Para concluir, no queda más que decir, junto con Pegamento: Hombre, si por eso lo hace'/ tomaremo’ l’aguardiente. Salud.
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