martes, 7 de julio de 2009

Los comerciantes y los otros. Costa chica y Costa de Sotavento, 1650-1820. Rudolf Widmer Sennhauser

Hace un par de meses, Odile Hoffmann, directora del Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA), me propuso la publicación de este estudio sobre las costas novohispanas. La oferta me sorprendió, ya que se trataba de una investigación que había realizado hace más de quince años. De hecho, fue en 1993 que la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Berna había aprobado el texto como tesis de doctorado. Obtuvo en aquel entonces un summa cum laude y hasta el premio de la Facultad por la mejor tesis del año, pero a continuación no conseguí el apoyo necesario para la publicación. La Revista Estudios de Historia Social y Económica de América, de la Universidad de Alcalá, aceptó algunos de los capítulos sobre la ciudad de Veracruz como artículos, varias de las monografías municipales que se publicaron durante los años 1990 en el estado de Veracruz utilizaron la información contenida en el estudio: pero la tesis como tal, con su concepto teórico, quedó inédita.

La idea básica que guía el estudio es que para conocer una sociedad, y de eso se trata, hay que comprender la forma en que organiza la propiedad. La Historia no se limita al análisis de la propiedad, pero no se puede hacer Historia sin analizar la propiedad. Con esta tesis, ampliamente desarrollada por la historiografía agraria catalana, intentaba conocer las sociedades costeñas mexicanas: sociedades con quienes me había familiarizado durante los estudios de maestría en El Colegio de Michoacán a partir de 1985, y que me habían fascinado desde el primer contacto por su autenticidad: una autenticidad que contrastaba con la cultura del Viejo Continente donde ya en aquel entonces se tomaba café descafeinado y se creía en las guerras sin muertos (propios).

La presente publicación se realiza en el marco de un programa que enfoca la problemática étnica de las Américas. En la medida en que las etnias tienen su historia, en la medida en que el negro y el indio son productos ideológicos de las necesidades materiales del colonizador europeo, productos que a su vez han reacondicionado la organización de las actividades económicas, no podemos conocerlas sin estudiar la cuestión de la propiedad. La historia del negro mexicano se vincula desde el principio, en el siglo XVI, de múltiples maneras con la historia de la propiedad. De particular interés a ese respecto es, por supuesto, la época revolucionaria de fines del siglo XVIII, principios del XIX: el momento en que las personas revalorizan su dignidad y desmienten con su actitud los discursos legitimadores de los voceros oficiales.

Han pasado quince años desde la conformación de este texto. Entretanto me he sumergido en otros medios socioculturales, me he compenetrado con otras situaciones de explotaciones, otras historiografías. En la isla de Ayití (o Santo Domingo), no menos conflictiva que las costas mexicanas, he considerado los planteamientos sobre las llamadas ‘guerras de independencia’ de Fanon y de la historiografía haitiana, desde los clásicos del siglo XIX hasta los genios del siglo XX, Jean Casimir y Vertus Saint Louis. A raíz de esas experiencias humanas e intelectuales pondría en la actualidad los acentos del trabajo algo diferente. Enfatizaría, por ejemplo, la creatividad propia de los oprimidos. Y, sobre todo, arraigaría todo el estudio de una manera explícita en los conflictos actuales en que la disputa por la historia juega un papel fundamental.

Reescribir la tesis hubiera sido una opción, dejarla tal como era la otra. Un camino entremedio, los retoques puntuales, en cambio, sólo habría hecho peligrar la coherencia interna del texto. Como me he alejado de la realidad mexicana en los últimos diez años, y como interesaba 6 proceder a la publicación sin mucho dilatar, opté por dejar el estudio tal como lo había escrito en su momento.

Al final sólo queda expresar mi gratitud para con Odile Hoffmann y el equipo del proyecto AFRODESC: por tomar la iniciativa de la publicación, y también y sobre todo por la gran inversión de tiempo y de energías que hicieron para que esta se realizara. En realidad, había que redactilografiar el texto completo, y han sido los esfuerzos del proyecto AFRODESC, los que permitieron este inmenso y nada reconfortante trabajo. Sólo me han tocado la revisión y algunos complementos. También quisiera dar las gracias a Miguel de Camps Jiménez, gran amigo dominicano, intelectual crítico y editor generoso, quien le ha dado una lectura crítica a la nueva versión. Y con eso invitar a los lectores a que me lean con el mismo espíritu crítico con que leí y leo a los demás.

http://www.ird.fr/afrodesc/spip.php?article271

No hay comentarios: