jueves, 17 de abril de 2014

REDONDO AFRICANO EN MÉXICO, EN RIESGO DE EXTINCIÓN




Tecoyame es una cuadrilla, unas cuantas casitas en un vallecito a orillas de un arroyo que va a dar a la mar océana, al Pacífico. Es un pueblo de negros, o de morenos, como se dice localmente para no ofender. Las palmas son muy altas y las mece constantemente la brisa del mar, que se encuentra a un kilómetro y medio: la Barra Tecoyame, dice el mapa de INEGI. Es un pueblo pequeño y pobre: la mayoría de sus casas son de jaulilla. “Jabalí de piedra” o “Piedra del jabalí”, según entiendo, significa el nombre: es nahoa, lo que me hace pensar en que en el origen fue un asentamiento prehispánico. A dos kilómetros de allí, hacia el poniente, se ubica Punta Maldonado, o El Faro, playa muy visitada y apreciada. Tecoyame no es visitado sino a veces, y por personas atraídas por una casa vetusta: un redondo. “Tiene cincuenta y seis años”, dice doña Coya, su propietaria. La señora tiene ochenta y acaba de caerse; se le zafó un brazo; está yendo a rehabilitación. Se da ánimos para recuperarse. La discusión con su hijo se suspendió por el momento: él quiere tumbar esa casa y construir una más moderna, con techo de lámina de asbesto. Ella se opone.

El redondo es una construcción de madera y lodo. Gonzalo Aguirre Beltrán, en su libro Cuijla le dedica varias páginas: “La habitación de planta redonda… es un tipo tradicional de vivienda no sólo en Cuijla, sino en gran parte de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca.”. Este antropólogo excelente visitó la zona durante 1948 y 1949; más o menos por las fechas en que se construyó el redondo de doña Coya. “Todo parece indicar que tal tipo de casa es una retención cultural de procedencia africana, más específicamente bantú”, continúa don Gonzalo quien, seguramente no conoció este redondo. Agrega que a pesar de que este tipo de construcciones se conocía en la época precortesiana, los “Amuzga, los Mixteca y los Trique” que utilizan estas viviendas las tomaron como préstamo cultural de los negros costeños. El argumento fundamental para su afirmación es que “a pesar de los elementos de duda que introduce el conocimiento anterior, fácil es comprobar cómo la construcción del redondo, con función de vivienda, sigue al pie de la letra los patrones arquitectónicos africanos”.

Y describe don Gonzalo cada uno de tales patrones: la construcción del cono y del cilindro, la colocación o ensamblaje de ambos, el uso, los anexos y la función: “El redondo tiene uso principal como sitio de protección para la familia durante las horas de la noche destinadas al sueño, esto es, en los momentos en que el cuijleño se encuentra desarmado contra las injurias de los hombres y de los sobrenaturales”, informa. En efecto, doña Coya, su hijo Amado, su nuera y sus dos nietos todavía utilizan el redondo como vivienda. Son la única familia en la Costa Chica que utiliza un redondo como vivienda. El redondo de doña Coya es el único en la Costa Chica y, tal vez, en México, cuando menos el único relacionado con la cultura africana (bantú, en este caso) en México: es un vestigio, un monumento, una prueba física de la presencia africana en México, de la contribución de los negros esclavos y sus descendientes a la constitución de esta nación. Es el patrimonio de una familia; también es patrimonio cultural, histórico, etnográfico y sentimental de los afromexicanos; también es patrimonio nacional, patrimonio colectivo, patrimonio del mundo. Ahora, este redondo, el redondo, está en riesgo de ser destruido.

Los materiales con que fue construido y el modo de construcción son similares a los descritos por Aguirre Beltrán, según cuentan Amado y doña Coya: morillos de morillero u hormiguero u hormiguillo; armazón o jaulilla hecha con horcones de malacate y chipile o cacahuananche y de bejuco trementino entrelazado; amarres de bejucos güilote y chinaco. Relleno y revestimiento de barro ocre o dorado. Tiene alrededor de ocho metros de diámetro y cinco de alto en la cúspide del cono. El techo es de palapa de coco. Antes fue de zacate llanero y de palma real. El techo se cambia cada año o cada dos, porque el material se deteriora fácilmente. Ahora es difícil utilizar zacate llanero para el techo porque no es fácil conseguirlo. Y la palma real propicia la proliferación de alacranes. Por eso se utiliza palapa; además que es más fácil adquirirla. Aunque no en Tecoyame porque las palmas son muy altas y los bajadores o cortadores no quieren subirse a cortar palapas “ni aunque les pague diez pesos por cada una”, dice Amado.

“Es más caro que si tuviéramos una casa sencilla de material y techo de lámina”, continúa. “Imagínate: estar cambiándolo (el techo) a cada rato”. Además, se necesitan cientos de palapas para techar el redondo; porque el techo debe estar tupido de palapas secas para impedir que el agua de las lluvias penetre. Es una vivienda fresca durante el calor del día y caliente por las noches frescas o frías. Al estilo antiguo, la familia de doña Coya, tiene una cama de vara, de las que se construyen con cuatro horcones enterrados en el piso y una estera de varas encima. Televisión, refrigerador, otra cama, cajas para guardar ropa (baúles), aparato de música o estéreo.

Doña Coya, Cointa Chávez Velazco, es originaria de Pinotepa Nacional, Oaxaca. Llegó hace más de medio siglo a Tecoyame, también perteneciente al mismo estado. Su marido falleció hace años y ella quedó como propietaria del redondo. Ella no quiere que lo destruyan: “Le digo a Amado que viene mucha gente a verlo; vienen de otros lados, de Estados Unidos, de México (DF), de Cuaji, de Oaxaca, de Cuba. Una vez vino un negrote, así de grandote, que ni entraba por la puerta; tuvo que entrar agachado. Viene el padre Glynn y manda a mucha gente; es más, él quedó de ayudarnos, yo creo que nos va a ayudar”, argumenta. Y su hijo responde: “Sí pues, él quedó de ayudarnos, como muchos que vienen aquí, pero, ya ves, no nos han ayudado”. Amado Clavel también nació en Pinotepa. Amado y su madre son mixtecos. “Sí, hijo, pero es importante o les interesa mucho, por eso vienen a verlo. Yo digo que hay que dejarlo”, contrargumenta ella. Y él asiente. Por lo menos por esta vez, aunque no se nota convencido a cabalidad. En Cuaji, donde residió muchos años antes de establecerse en Tecoyame, ya le han conseguido la palapa y el transporte; sólo espera las condiciones para ir por ella y cambiar el techo.

Parecería paradójico que el último redondo de origen africano –y su destino– pertenezca y esté en custodia de dos indígenas, de dos mixtecos. Sin embargo, este hecho demuestra que el mestizaje en la Costa Chica ha sido intenso y no sólo se detecta únicamente en el color de la piel, sino en la cultura. Por cierto, la mujer de Amado es negra.

4 comentarios:

Berenice dijo...

Aún existe ese redondo?

Berenice dijo...

Aún existe ese redondo?

_Ai0riA_ dijo...

Claro que existe. Puede ir a observarlo a la comunidad.

Unknown dijo...

AHUN SIGUE LA CONSTRUCCION