Tecoyame es una
cuadrilla, unas cuantas casitas en un vallecito a orillas de un arroyo que va a
dar a la mar océana, al Pacífico. Es un pueblo de negros, o de morenos, como se
dice localmente para no ofender. Las palmas son muy altas y las mece constantemente
la brisa del mar, que se encuentra a un kilómetro y medio: la Barra Tecoyame,
dice el mapa de INEGI. Es un pueblo pequeño y pobre: la mayoría de sus casas
son de jaulilla. “Jabalí de piedra” o “Piedra del jabalí”, según entiendo,
significa el nombre: es nahoa, lo que me hace pensar en que en el origen fue un
asentamiento prehispánico. A dos kilómetros de allí, hacia el poniente, se
ubica Punta Maldonado, o El Faro, playa muy visitada y apreciada. Tecoyame no
es visitado sino a veces, y por personas atraídas por una casa vetusta: un redondo. “Tiene cincuenta y seis años”,
dice doña Coya, su propietaria. La
señora tiene ochenta y acaba de caerse; se le zafó un brazo; está yendo a
rehabilitación. Se da ánimos para recuperarse. La discusión con su hijo se
suspendió por el momento: él quiere tumbar esa casa y construir una más
moderna, con techo de lámina de asbesto. Ella se opone.
El redondo es una construcción de madera y
lodo. Gonzalo Aguirre Beltrán, en su libro Cuijla
le dedica varias páginas: “La habitación de planta redonda… es un tipo
tradicional de vivienda no sólo en Cuijla, sino en gran parte de la Costa Chica
de Guerrero y Oaxaca.”. Este antropólogo excelente visitó la zona durante 1948
y 1949; más o menos por las fechas en que se construyó el redondo de doña Coya. “Todo
parece indicar que tal tipo de casa es una retención cultural de procedencia
africana, más específicamente bantú”, continúa don Gonzalo quien, seguramente
no conoció este redondo. Agrega que a
pesar de que este tipo de construcciones se conocía en la época precortesiana,
los “Amuzga, los Mixteca y los Trique” que utilizan estas viviendas las tomaron
como préstamo cultural de los negros costeños. El argumento fundamental para su
afirmación es que “a pesar de los elementos de duda que introduce el conocimiento
anterior, fácil es comprobar cómo la construcción del redondo, con función de
vivienda, sigue al pie de la letra los patrones arquitectónicos africanos”.
Y describe don
Gonzalo cada uno de tales patrones: la construcción del cono y del cilindro, la
colocación o ensamblaje de ambos, el uso, los anexos y la función: “El redondo
tiene uso principal como sitio de protección para la familia durante las horas
de la noche destinadas al sueño, esto es, en los momentos en que el cuijleño se
encuentra desarmado contra las injurias de los hombres y de los
sobrenaturales”, informa. En efecto, doña Coya,
su hijo Amado, su nuera y sus dos nietos todavía utilizan el redondo como vivienda. Son la única
familia en la Costa Chica que utiliza un redondo
como vivienda. El redondo de doña Coya es el único en la Costa Chica y,
tal vez, en México, cuando menos el único relacionado con la cultura africana
(bantú, en este caso) en México: es un vestigio, un monumento, una prueba
física de la presencia africana en México, de la contribución de los negros
esclavos y sus descendientes a la constitución de esta nación. Es el patrimonio
de una familia; también es patrimonio cultural, histórico, etnográfico y
sentimental de los afromexicanos; también es patrimonio nacional, patrimonio
colectivo, patrimonio del mundo. Ahora, este redondo, el redondo, está
en riesgo de ser destruido.
Los materiales con
que fue construido y el modo de construcción son similares a los descritos por
Aguirre Beltrán, según cuentan Amado y doña Coya:
morillos de morillero u hormiguero u hormiguillo; armazón o jaulilla hecha con
horcones de malacate y chipile o cacahuananche y de bejuco trementino
entrelazado; amarres de bejucos güilote y chinaco. Relleno y revestimiento de
barro ocre o dorado. Tiene alrededor de ocho metros de diámetro y cinco de alto
en la cúspide del cono. El techo es de palapa de coco. Antes fue de zacate
llanero y de palma real. El techo se cambia cada año o cada dos, porque el
material se deteriora fácilmente. Ahora es difícil utilizar zacate llanero para
el techo porque no es fácil conseguirlo. Y la palma real propicia la
proliferación de alacranes. Por eso se utiliza palapa; además que es más fácil
adquirirla. Aunque no en Tecoyame porque las palmas son muy altas y los
bajadores o cortadores no quieren subirse a cortar palapas “ni aunque les pague
diez pesos por cada una”, dice Amado.
“Es más caro que
si tuviéramos una casa sencilla de material y techo de lámina”, continúa. “Imagínate:
estar cambiándolo (el techo) a cada rato”. Además, se necesitan cientos de
palapas para techar el redondo;
porque el techo debe estar tupido de palapas secas para impedir que el agua de
las lluvias penetre. Es una vivienda fresca durante el calor del día y caliente
por las noches frescas o frías. Al estilo antiguo, la familia de doña Coya, tiene una cama de vara, de las que
se construyen con cuatro horcones enterrados en el piso y una estera de varas
encima. Televisión, refrigerador, otra cama, cajas para guardar ropa (baúles),
aparato de música o estéreo.
Doña Coya, Cointa Chávez Velazco, es
originaria de Pinotepa Nacional, Oaxaca. Llegó hace más de medio siglo a
Tecoyame, también perteneciente al mismo estado. Su marido falleció hace años y
ella quedó como propietaria del redondo.
Ella no quiere que lo destruyan: “Le digo a Amado que viene mucha gente a
verlo; vienen de otros lados, de Estados Unidos, de México (DF), de Cuaji, de
Oaxaca, de Cuba. Una vez vino un negrote, así de grandote, que ni entraba por
la puerta; tuvo que entrar agachado. Viene el padre Glynn y manda a mucha
gente; es más, él quedó de ayudarnos, yo creo que nos va a ayudar”, argumenta.
Y su hijo responde: “Sí pues, él quedó de ayudarnos, como muchos que vienen
aquí, pero, ya ves, no nos han ayudado”. Amado Clavel también nació en Pinotepa.
Amado y su madre son mixtecos. “Sí, hijo, pero es importante o les interesa
mucho, por eso vienen a verlo. Yo digo que hay que dejarlo”, contrargumenta
ella. Y él asiente. Por lo menos por esta vez, aunque no se nota convencido a
cabalidad. En Cuaji, donde residió muchos años antes de establecerse en
Tecoyame, ya le han conseguido la palapa y el transporte; sólo espera las
condiciones para ir por ella y cambiar el techo.
Parecería
paradójico que el último redondo de
origen africano –y su destino– pertenezca y esté en custodia de dos indígenas,
de dos mixtecos. Sin embargo, este hecho demuestra que el mestizaje en la Costa
Chica ha sido intenso y no sólo se detecta únicamente en el color de la piel,
sino en la cultura. Por cierto, la mujer de Amado es negra.
4 comentarios:
Aún existe ese redondo?
Aún existe ese redondo?
Claro que existe. Puede ir a observarlo a la comunidad.
AHUN SIGUE LA CONSTRUCCION
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