viernes, 29 de enero de 2010

Negros abusivos, llama diputado chiapaneco del PRD a damnificados de Haití

Ariel Gómez León

Ciudad de México.- La fracción del PRD en la Cámara de Diputados hizo un extrañamiento al legislador chiapaneco Ariel Gómez León y le exigió disculparse públicamente por los comentarios racistas que lanzó desde su programa radiofónico en Tuxtla Gutiérrez contra los damnificados por los terremotos en Haití.

Irritado porque sin previo aviso le descontaron un día de dieta para ayudar a los haitianos en desgracia, Gómez León sostuvo que “como todos son negros y se parecen tanto, habría que marcarlos con tinta indeleble para que no se les repita la ayuda, (pero) la tinta tiene qué ser blanca, porque la que usa el IFE no se les notaría por ser tan negros”.

El también locutor agregó que los haitianos beneficiados con la ayuda humanitaria no denotan “caras de necesidad”, sino de “insaciable abusivez (sic)”.

En respuesta inmediata, el grupo parlamentario del PRD en la Cámara de Diputados reprobó los comentarios de Gómez León y ofreció una “sentida disculpa” al pueblo de Haití.

Hizo además un extrañamiento al diputado federal por el estado de Chiapas y le exigió también que ofrezca una disculpa pública por sus declaraciones “evidentemente discriminatorias”.

La fracción del PRD “se deslinda totalmente de cualquier comentario hecho por el citado diputado sobre la ayuda humanitaria que brindan los mexicanos a nuestros hermanos del país caribeño”, indicó en un comunicado difundido en el Palacio de San Lázaro.

Fernando Damián y Daniel Venegas/MILENIO Diario

jueves, 28 de enero de 2010

La historia y su brutal indiferencia

Lorenzo Meyer

Nada está escrito de antemano. Lo que acaba de suceder en Haití –el terremoto y sus consecuencias– es el último episodio de una tragedia que muestra, por si hiciera falta, que los procesos históricos son indiferentes a la idea de lo justo. Si en nuestro hemisferio alguna sociedad debería haber corrido con mejor suerte política y económica de la que tuvo, es precisamente el país más pobre del continente: el que hoy ocupa la parte occidental de la isla que una vez se llamó La Española.
Una característica fundamental de los procesos de la naturaleza es su completa indiferencia hacia el dolor y hacia lo que nosotros entendemos por moral, por el deber ser y la compasión. En el estado de naturaleza la regla es que el pez grande se come al chico y que el fuerte sobrevive y el débil perece. En las sociedades animales de alto desarrollo funciona la cooperación pero no la solidaridad ni el altruismo: cuando el beneficio común no se da, la sociedad se disuelve.
Por algún tiempo, el proceso de evolución de las especies se explicó por una meta última de todo lo viviente: el perfeccionamiento constante. Hoy, los biólogos han abandonado esa idea y ven a la evolución como un mecanismo de adaptación que tiene mucho de azar y que carece de propósito final. Desde esta perspectiva, nada está definido de antemano.
La idea de progreso. Desde tiempo inmemorial, desde que cobró conciencia de lo precario de su existencia, el hombre buscó una razón de ser y la encontró en esa diversidad de dioses que registra la historia. Sin embargo, en la civilización occidental se fue elaborando otra respuesta paralela o alternativa: la idea del progreso. Según esta perspectiva, la marcha de la historia no es cíclica ni está dominada por el azar, sino que tiene un sentido y una finalidad última. Esta visión optimista del acontecer humano como progreso, se elaboró durante la Ilustración, se afianzó con Hegel y se independizó de cualquier elemento religioso con Marx. Este último supuso que por la vía del choque milenario entre las clases, el mundo llegaría a la etapa de la verdadera historia, a esa donde ya no existiría la propiedad capitalista, la explotación ni el dominio de una clase o grupo sobre otros –por eso el Estado y la política desaparecerían– y la naturaleza sería definitivamente conquistada por el hombre y sometida mediante la ciencia y la tecnología al punto que entonces y sólo entonces, la verdadera esencia humana tendría posibilidad de expresarse.
La visión radical del progreso y por tanto de la seguridad sobre el futuro, ya perdió fuerza; está a la defensiva. Las sociedades no pueden confiar en razones metafísicas que les aseguren un futuro mejor que el pasado y el presente. Es el esfuerzo humano consciente lo único que puede llevar a un arreglo colectivo mejor, pero la mala fortuna o el predominio de intereses particulares sobre los generales pueden conducir al retroceso y al fracaso de la empresa colectiva sin importar lo injusto del hecho. Así, un conflicto nuclear o una continuación del abuso del medio ambiente, pueden terminar con la historia humana misma.
Un ejemplo de injusticia histórica. Haití no ha visto la suya desde que tuvo lugar el brutal encuentro entre los europeos y la población nativa en el 1492. Los pobladores originales fueron arrasados por los españoles mediante tres vías: el exterminio directo, el trabajo extremo y la enfermedad. Luego vinieron los franceses, que en el siglo XVIII convirtieron esa parte de la isla en la colonia más productiva del mundo al combinar el clima con las plantaciones de azúcar y café destinadas a satisfacer la demanda de commodities de un mercado mundial en expansión con el trabajo esclavo africano de gran intensidad.
Hay que tener en cuenta que el comercio mundial de estos esclavos alcanzó su apogeo en el decenio 1783-1793, es decir, justo cuando estalló la gran rebelión de los trabajadores esclavizados en Haití. Las tropas de Napoleón trataron pero no pudieron imponerse sobre sus antiguos cautivos y para 1803 perdieron de manera definitiva el control del occidente de la isla, de la joya económica del imperio francés de ultramar. En 1804 el medio millón de antiguos esclavos africanos declararon la independencia de su territorio bajo el nombre que le habían dado los habitantes originales, los eliminados tres siglos atrás: Haití. Se trató de la única rebelión de esclavos que culminó su triunfo con la formación de un país: ¡un éxito impresionante! si se le compara con México, en donde el esfuerzo de los insurgentes terminó en derrota militar y donde la independencia sólo fue posible años después, en 1821, gracias a que los criollos anti insurgentes se volvieron contra su rey.
Una victoria muy amarga. En 1804 los antiguos esclavos franceses le dieron un sentido profundo a eso que la revolución en París había proclamado antes pero, desde luego, sin incluir a sus esclavos africanos en El Caribe: libertad, igualdad y fraternidad. Sin embargo, Francia y el resto del mundo de los imperios, le hicieron pagar muy caro su logro. Estados Unidos, por ejemplo, no reconoció a la nueva nación sino hasta 1862 porque ¿cómo iba a recibir la Casa Blanca un embajador negro si en Washington los negros eran aún esclavos? Francia, por su parte, exigió en 1825 a sus antiguos explotados que le pagaran 100 millones de francos como condición para su reconocimiento: ¡quienes robaron la libertad de los africanos les cobraron para retornársela!
Y es aquí donde la historia se torna particularmente injusta. El Haití independiente estaba formado por individuos que fuera de su condición de antiguos esclavos tenían muy poco en común. Los franceses no habían fomentado que los trabajadores forzados echaran raíces, era más económico trabajarlos sin descanso hasta la muerte y remplazarlos de inmediato por otros recién capturados, que permitirles formar familias y tener hijos, eso era demasiado costoso. Así, al asumir su independencia, y a diferencia de experiencias coloniales como la mexicana, los haitianos independizados no tenían historia en Haití, nada equivalente a los pueblos indios de México. Sin identidades culturales, y con la antigua economía en ruinas, los haitianos terminaron por abandonar la odiada economía de plantación –hoy, el azúcar la importan– y la guerra civil –en parte una lucha entre mulatos y negros– se convirtió en la casi inevitable conclusión de la magnífica victoria de los esclavos sobre los amos. La mala relación entre Haití y su vecino, la República Dominicana, tampoco ayudó al buen desarrollo del país de los descendientes de los que se habían liberado a sí mismos. Entre 1843 y 1915, año en que Estados Unidos ocupó Haití, hubo 20 gobiernos donde las sucesiones fueron marcadas por represión, rebeliones y asesinatos. El desarrollo económico en esa situación simplemente fue imposible y la cultura de la pobreza echó raíces hondas.
La ocupación norteamericana duró hasta 1934, pero como tuvo lugar en una época de fuerte racismo en el país ocupante, ese par de decenios no sirvieron para darle una segunda oportunidad a la independencia haitiana. Más tarde, la Guerra Fría propició que las dictaduras de Francoise Duvalier, Papa Doc y de su hijo (1957-1986), fueran aceptadas como funcionales para los intereses de Washington en el Caribe. El último descalabro político de la sociedad haitiana fue el fracaso de Jean-Bertrand Aristide, el cura salesiano que llegó con un enorme apoyo popular a la presidencia en 1990 como resultado de las primeras elecciones realmente libres en el país, pero que finalmente no supo estar a la altura de su gran responsabilidad y oportunidad históricas.
El terremoto del 2010 encontró a Haití como la nación más pobre del Hemisferio Occidental y necesitada de la presencia de una fuerza estabilizadora de las Naciones Unidas para darle un mínimo de fuerza a un Estado que por sí solo era incapaz de mantener el orden y el mínimo de servicios en un país de 10 millones de habitantes, básicamente rural y devastado por la miseria y los efectos de huracanes sobre una geografía previamente destruida por la deforestación.
El futuro. La historia de Haití –único país moderno nacido de una exitosa rebelión de esclavos– demanda de sus antiguas metrópolis, de los países de nuestro hemisferio y del resto de la comunidad internacional, un esfuerzo extraordinario para transformar una catástrofe en un punto de inflexión y que se empiece a pagar la enorme deuda que significó la inhumanidad de la esclavitud. Sería de desear que hoy surja la voluntad para que el mundo obligue a la historia a dejar de ser indiferente y se haga justicia en Haití.

La historia y su brutal indiferencia



Lorenzo Meyer

Nada está escrito de antemano. Lo que acaba de suceder en Haití –el terremoto y sus consecuencias– es el último episodio de una tragedia que muestra, por si hiciera falta, que los procesos históricos son indiferentes a la idea de lo justo. Si en nuestro hemisferio alguna sociedad debería haber corrido con mejor suerte política y económica de la que tuvo, es precisamente el país más pobre del continente: el que hoy ocupa la parte occidental de la isla que una vez se llamó La Española.
Una característica fundamental de los procesos de la naturaleza es su completa indiferencia hacia el dolor y hacia lo que nosotros entendemos por moral, por el deber ser y la compasión. En el estado de naturaleza la regla es que el pez grande se come al chico y que el fuerte sobrevive y el débil perece. En las sociedades animales de alto desarrollo funciona la cooperación pero no la solidaridad ni el altruismo: cuando el beneficio común no se da, la sociedad se disuelve.
Por algún tiempo, el proceso de evolución de las especies se explicó por una meta última de todo lo viviente: el perfeccionamiento constante. Hoy, los biólogos han abandonado esa idea y ven a la evolución como un mecanismo de adaptación que tiene mucho de azar y que carece de propósito final. Desde esta perspectiva, nada está definido de antemano.
La idea de progreso. Desde tiempo inmemorial, desde que cobró conciencia de lo precario de su existencia, el hombre buscó una razón de ser y la encontró en esa diversidad de dioses que registra la historia. Sin embargo, en la civilización occidental se fue elaborando otra respuesta paralela o alternativa: la idea del progreso. Según esta perspectiva, la marcha de la historia no es cíclica ni está dominada por el azar, sino que tiene un sentido y una finalidad última. Esta visión optimista del acontecer humano como progreso, se elaboró durante la Ilustración, se afianzó con Hegel y se independizó de cualquier elemento religioso con Marx. Este último supuso que por la vía del choque milenario entre las clases, el mundo llegaría a la etapa de la verdadera historia, a esa donde ya no existiría la propiedad capitalista, la explotación ni el dominio de una clase o grupo sobre otros –por eso el Estado y la política desaparecerían– y la naturaleza sería definitivamente conquistada por el hombre y sometida mediante la ciencia y la tecnología al punto que entonces y sólo entonces, la verdadera esencia humana tendría posibilidad de expresarse.
La visión radical del progreso y por tanto de la seguridad sobre el futuro, ya perdió fuerza; está a la defensiva. Las sociedades no pueden confiar en razones metafísicas que les aseguren un futuro mejor que el pasado y el presente. Es el esfuerzo humano consciente lo único que puede llevar a un arreglo colectivo mejor, pero la mala fortuna o el predominio de intereses particulares sobre los generales pueden conducir al retroceso y al fracaso de la empresa colectiva sin importar lo injusto del hecho. Así, un conflicto nuclear o una continuación del abuso del medio ambiente, pueden terminar con la historia humana misma.
Un ejemplo de injusticia histórica. Haití no ha visto la suya desde que tuvo lugar el brutal encuentro entre los europeos y la población nativa en el 1492. Los pobladores originales fueron arrasados por los españoles mediante tres vías: el exterminio directo, el trabajo extremo y la enfermedad. Luego vinieron los franceses, que en el siglo XVIII convirtieron esa parte de la isla en la colonia más productiva del mundo al combinar el clima con las plantaciones de azúcar y café destinadas a satisfacer la demanda de commodities de un mercado mundial en expansión con el trabajo esclavo africano de gran intensidad.
Hay que tener en cuenta que el comercio mundial de estos esclavos alcanzó su apogeo en el decenio 1783-1793, es decir, justo cuando estalló la gran rebelión de los trabajadores esclavizados en Haití. Las tropas de Napoleón trataron pero no pudieron imponerse sobre sus antiguos cautivos y para 1803 perdieron de manera definitiva el control del occidente de la isla, de la joya económica del imperio francés de ultramar. En 1804 el medio millón de antiguos esclavos africanos declararon la independencia de su territorio bajo el nombre que le habían dado los habitantes originales, los eliminados tres siglos atrás: Haití. Se trató de la única rebelión de esclavos que culminó su triunfo con la formación de un país: ¡un éxito impresionante! si se le compara con México, en donde el esfuerzo de los insurgentes terminó en derrota militar y donde la independencia sólo fue posible años después, en 1821, gracias a que los criollos anti insurgentes se volvieron contra su rey.
Una victoria muy amarga. En 1804 los antiguos esclavos franceses le dieron un sentido profundo a eso que la revolución en París había proclamado antes pero, desde luego, sin incluir a sus esclavos africanos en El Caribe: libertad, igualdad y fraternidad. Sin embargo, Francia y el resto del mundo de los imperios, le hicieron pagar muy caro su logro. Estados Unidos, por ejemplo, no reconoció a la nueva nación sino hasta 1862 porque ¿cómo iba a recibir la Casa Blanca un embajador negro si en Washington los negros eran aún esclavos? Francia, por su parte, exigió en 1825 a sus antiguos explotados que le pagaran 100 millones de francos como condición para su reconocimiento: ¡quienes robaron la libertad de los africanos les cobraron para retornársela!
Y es aquí donde la historia se torna particularmente injusta. El Haití independiente estaba formado por individuos que fuera de su condición de antiguos esclavos tenían muy poco en común. Los franceses no habían fomentado que los trabajadores forzados echaran raíces, era más económico trabajarlos sin descanso hasta la muerte y remplazarlos de inmediato por otros recién capturados, que permitirles formar familias y tener hijos, eso era demasiado costoso. Así, al asumir su independencia, y a diferencia de experiencias coloniales como la mexicana, los haitianos independizados no tenían historia en Haití, nada equivalente a los pueblos indios de México. Sin identidades culturales, y con la antigua economía en ruinas, los haitianos terminaron por abandonar la odiada economía de plantación –hoy, el azúcar la importan– y la guerra civil –en parte una lucha entre mulatos y negros– se convirtió en la casi inevitable conclusión de la magnífica victoria de los esclavos sobre los amos. La mala relación entre Haití y su vecino, la República Dominicana, tampoco ayudó al buen desarrollo del país de los descendientes de los que se habían liberado a sí mismos. Entre 1843 y 1915, año en que Estados Unidos ocupó Haití, hubo 20 gobiernos donde las sucesiones fueron marcadas por represión, rebeliones y asesinatos. El desarrollo económico en esa situación simplemente fue imposible y la cultura de la pobreza echó raíces hondas.
La ocupación norteamericana duró hasta 1934, pero como tuvo lugar en una época de fuerte racismo en el país ocupante, ese par de decenios no sirvieron para darle una segunda oportunidad a la independencia haitiana. Más tarde, la Guerra Fría propició que las dictaduras de Francoise Duvalier, Papa Doc y de su hijo (1957-1986), fueran aceptadas como funcionales para los intereses de Washington en el Caribe. El último descalabro político de la sociedad haitiana fue el fracaso de Jean-Bertrand Aristide, el cura salesiano que llegó con un enorme apoyo popular a la presidencia en 1990 como resultado de las primeras elecciones realmente libres en el país, pero que finalmente no supo estar a la altura de su gran responsabilidad y oportunidad históricas.
El terremoto del 2010 encontró a Haití como la nación más pobre del Hemisferio Occidental y necesitada de la presencia de una fuerza estabilizadora de las Naciones Unidas para darle un mínimo de fuerza a un Estado que por sí solo era incapaz de mantener el orden y el mínimo de servicios en un país de 10 millones de habitantes, básicamente rural y devastado por la miseria y los efectos de huracanes sobre una geografía previamente destruida por la deforestación.
El futuro. La historia de Haití –único país moderno nacido de una exitosa rebelión de esclavos– demanda de sus antiguas metrópolis, de los países de nuestro hemisferio y del resto de la comunidad internacional, un esfuerzo extraordinario para transformar una catástrofe en un punto de inflexión y que se empiece a pagar la enorme deuda que significó la inhumanidad de la esclavitud. Sería de desear que hoy surja la voluntad para que el mundo obligue a la historia a dejar de ser indiferente y se haga justicia en Haití.

martes, 26 de enero de 2010

Convocatoria para el número 58 de la Revista TRACE

La Revista TRACE (Travaux et Recherches dans les Amériques Centrales - Trabajos e Investigaciones en las Américas Centrales) del CEMCA (Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos) prepara el número 58 que saldrá en diciembre del 2010 sobre el tema “Afrodescendientes e independencias: una historia controvertida

Las luchas independentistas cuyo bicentenario celebraremos en 2010 dieron inicio a un largo camino de construcción de nacionalismos y de discursos historiográficos que son, en buena parte, herencia de un pensamiento propio de las élites criollas decimonónicas.

En América Latina, el carácter monolítico de las historiografías oficiales coincidió, entre otros asuntos, en minimizar el papel de actores de relevancia como los afrodescendientes. Esto se tradujo en un proceso de invisibilización del rol que tuvieron los diferentes grupos afrodescendientes en la historia de sus regiones y posteriormente de los países surgidos de las luchas independistas.

A dos siglos de distancia, y desde una mirada contemporánea de los acontecimientos, es posible denotar serias contradicciones dentro de los procesos independentistas, como la referente a la falta de compromiso a favor de la abolición de la esclavitud – lo que, en términos generales, fue una consigna diferenciada de la independencia –, así como la cierta indefinición y movilidad entre bandos realistas e independentistas tanto a nivel individual como de grupos. Más en general, las guerras libradas por conseguir la independencia adquirieron connotaciones muy diversas, por las características sociales y étnicas propias a cada región como por la pluralidad de actuaciones de los distintos actores.

La interpretación historiográfica que ha dominado por largo tiempo trasciende así, con mucho, la complejidad de la realidad de la época. La convocatoria para el número conmemorativo de TRACE se propone destacar el papel borroso que representan aun hoy en día los grupos de origen afrodescendiente en las historiografías locales y subrayar la pertinencia de un trabajo de re-escritura de las distintas historias nacionales. El análisis sobre los actores afrodescendientes, que se presentará en este número de TRACE, quiere no solo visibilizarlos como protagonistas de los procesos independentistas, si no también complejizar su actuación en dichos procesos.

Lo que nos proponemos entonces es reflexionar, a partir de las particularidades de cada región, sobre quienes fueron los protagonistas afrodescendientes dentro del los distintos procesos independentistas. ¿Cómo actuaron respecto a su(s) grupo(s)? ¿Qué contradicciones enfrentaron respecto a estos? Lo que buscamos es confrontar narrativas y actores, complejizar las luchas sociales decimonónicas y la reconstrucción del paisaje histórico de las independencias, un paisaje en el cual los afrodescendientes no han tenido el justo reconocimiento ni inclusión deseado. Por lo tanto se privilegiarán trabajos de tipo histórico basados en una contextualización crítica de los hechos como también contribuciones de tipo antropológico y sociológico que traten de problemática sociales en relación con la memoria histórica de los procesos independentistas.

Las propuestas deben ser mandadas bajo la forma de resúmenes (con el título) antes del 30 de enero del año 2010 y los textos definitivos antes del 31 de marzo del 2010 ya que se someterán al comité editorial de la revista. Se aceptarán propuestas (resúmenes y primera versión) en otro idioma: en caso de aceptación del artículo, la traducción (al español) estará a cargo de los autores. No se aceptarán “Actas de coloquio” o en general, memorias de eventos académicos. Los artículos no podrán rebasar 30.000 signos (ilustraciones incluidas). Si se incluyen ilustraciones tendrán que ser entregadas en formato TIF de 300 DPI con las autorizaciones correspondientes de sus autores.

Favor de mandar los resúmenes a los coordinadores del número: Dr. Raffaele Moro, historiador, investigador en el CEMCA (rfomor@hotmail.com) y a la Mtra. Fabiola Meléndez, historiadora y doctorante en Estudios Latinoamericanos de la UNAM (melendezfabiola@gmail.com).

jueves, 7 de enero de 2010

Seminario Repenser les Populations noires dans les sociétés postesclavagistes et postcoloniales: Un dialogue entre l’Europe et les Amériques

Séminaire international multi-situé

Repenser les Populations noires dans les sociétés postesclavagistes et postcoloniales :

Un dialogue entre l’Europe et les Amériques

3ème Séance européenne :

« Des organisations noires dans l’espace atlantique.

Circulations, pratiques et relations »

“Black Organizations in the Atlantic Space.

Circulations, Practices and Relations”

Le 5 février 2010

A l’Université Paris 7 Denis Diderot

Les programmes de recherche Afrodesc et Eurescl[1] s’associent pour organiser conjointement un séminaire international « multi-situé » en Amérique latine et en Europe. L’objectif de ces programmes de recherche est d’analyser les modalités de l’émergence et de la reconnaissance de la catégorie « noir » ou « afrodescendant » et les références – implicites ou explicites, politiques ou culturelles – qu’elle convoque à un acte fondateur problématique et douloureux, l’esclavage. Cette démarche s’appuie sur une approche pluridisciplinaire, qui s’ancre simultanément des deux côtés de l’Atlantique dans une logique de comparaison et de circulation.

L’objet de cette troisième journée d’étude en France est de réfléchir à l’enjeu social posé par les relations entre différentes populations qui s’identifient ou qui sont identifiées comme « noires » à travers l’étude de leurs organisations, dans divers contextes au sein de l’espace atlantique aux 19ème et 20ème siècles.

Nous nous intéresserons aux stratégies de ces organisations noires, qui servent de multiples objectifs dans les domaines politique, économique et culturel de la vie sociale. Nous prendrons en compte les différentes échelles spatiales sur lesquelles se déploient ces organisations, et notamment le rôle joué par les contextes métropolitains. Une attention particulière sera portée aux registres d’identification produits par ces organisations noires et aux relations interethniques dans lesquelles ils s’inscrivent.


Présentation :

La traite transatlantique et l’esclavage des Noirs aux Amériques constituent le cadre historique de l’émergence, de la consolidation et de la diffusion de catégories de désignation des populations « noires » et d’une altérité durable. Ces catégories se sont déclinées en contextes divers et elles ont souvent perduré au-delà de l’esclavage et de l’implantation coloniale européenne dans les Amériques et en Afrique pour marquer nos sociétés contemporaines. Dans le sillage de ces catégories, et parfois en subvertissant le discours dominant dont elles sont issues, des organisations se sont formées pour défendre et faire exister les populations noires.

Le 19ème siècle, ouvert par l’indépendance d’Haïti et rythmé par les abolitions de l’esclavage, était fécond de nouveaux discours et de mobilisations dont l’objectif était de légitimer des identités noires et d’œuvrer au changement de leurs conditions sociales. Il s’agissait alors pour des organisations noires pionnières de répondre aux défis posés par les rapports de domination hérités de l’esclavage, à un niveau local – vie d’un village ou d’un quartier – comme à un niveau plus global. Ces organisations étaient d’une grande variété dans leurs structures, leurs dynamiques internes et leurs objectifs. Elles avaient dans l’ensemble comme priorité la lutte pour l’amélioration de la condition sociale et politique des Noirs dans les sociétés où ils vivaient. Elles se déclinaient sur un continuum idéologique qui allait de l’indifférenciation à la séparation raciale, ou de l’assimilation dans des sociétés qui devaient être réformées pour assumer leur multiculturalisme à la fabrique d’entités politiques séparées, quitte à leur trouver de nouveaux territoires, notamment sur le continent africain.

Au début du 20ème siècle, le développement des moyens de communication et de circulation des personnes, des idées et des biens a permis l’essor de ces organisations et la diffusion accélérée de nouveaux vocabulaires socio-raciaux. La mobilisation de ces organisations a permis, durant la deuxième moitié du 20ème siècle, la reconnaissance progressive d’une citoyenneté pleine et entière de ces populations noires, en prenant parfois la forme de l’attribution de droits spécifiques. De même, l’évolution des contextes socio-géographiques d’interaction de ces groupes, devenus de vastes pôles urbains d’immigration, postindustriels et cosmopolites, a contribué à l’évolution de ces organisations. Certaines sont restées les héritières des combats de leurs aînées alors que d’autres se sont lancées dans de nouvelles causes. Si les enjeux posés par les discriminations, les inégalités et la quête identitaire restent d’actualité, les formes, les objectifs et les champs d’action des organisations noires se sont diversifiés.

Cette journée d’étude cherchera à analyser les formes, les objectifs et les pratiques de plusieurs organisations noires au 19ème et au 20ème siècle. Qu’elles soient le fruit du travail d’un personnage charismatique ou d’une communauté d’intérêt, qu’elles aient marqué leur temps localement ou internationalement, qu’elles aient vécu longtemps ou de manière inconstante, ces organisations sont en mesure de dévoiler des dynamiques sociales importantes. Le désir et la capacité des populations noires à s’organiser et à créer des organisations ayant un impact économique, politique, ou culturel sur leurs conditions de vie et sur la société dans laquelle elles vivent agissent en révélateurs des pratiques sociales. Cette rencontre invite ainsi à une réflexion sur les modèles organisationnels ainsi que sur les processus de mise en scène du pouvoir, de l’autorité et du charisme.

De façon concomitante, une attention particulière sera donnée aux espaces spécifiques dans lesquels ces organisations se sont déployées autour de l’Atlantique. Grâce à la mise en place d’un jeu d’échelles permettant de nouer différentes régions (Afrique, Amériques, Caraïbes et Europe) et différents espaces (urbain, national, inter/transnational), les conditions de circulation de ces organisations pourront être étudiées. Les migrations d’hommes et de femmes, d’idées et de pratiques structurent les liens tissés entre ces espaces et déterminent de façon significative les formes, les objectifs et les pratiques des organisations noires. En particulier, le rôle déterminant des métropoles coloniales et postcoloniales se doit d’être pris en compte. Bien souvent, les organisations noires se sont vues redéfinies par leur implantation dans les contextes métropolitains, notamment nord-américain et européen. En ayant accès à de nouvelles techniques et plateformes médiatiques, en se confrontant à de nouvelles formes de perceptions et de relations sociales, elles se sont transformées et redéfinies. Rayonnant depuis ces contextes métropolitains, elles ont parfois développé des réseaux surprenants.

Il s’agira finalement de réfléchir aux façons dont se déclinent les identités et leurs « différences » au sein de ces organisations noires ainsi que dans les relations sociales où elles sont engagées. Ces différences peuvent être réelles ou perçues, revendiquées ou assignées, linguistiques ou chromatiques, ajustables ou irréductibles, elles ont une efficacité sociale certaine. L’analyse des registres d’identification à l’œuvre et des relations interethniques dans lesquelles ils s’inscrivent éclairerait le processus de fabrication de ces identités noires plus équivoques qu’elles ne semblent. C’est dans l’échange, la coopération, la concurrence ou le conflit que des individus et des groupes divers se forment et se déforment, influençant les formes, les objectifs et les pratiques des organisations noires. Le recours à des trajectoires individuelles pourrait utilement éclairer les trajectoires collectives.

Dans la mesure du possible, cette journée d’étude prendra en compte plusieurs périodes, espaces, contextes culturels et langues avec le souci d’observer les singularités et les points communs des organisations noires qui s’y sont déployées.

Coordination :

Cédric Audebert et Giulia Bonacci

Cedric.audebert@univ-poitiers.fr; giuliabonacci@gmail.com

Programme :

9h30 Introduction par Cédric Audebert et Giulia Bonacci

10h00 – Aline Helg (U. Genève) « Fier d’être Cubain et Noir : Le Parti Indépendant de Couleur de Cuba (1908-1912) »

10h30 – Elsa Geneste (EHESS) « Réseaux de défense des Noirs et formulations de la ‘question noire’ en France : le cas de la Ligue Universelle de Défense de la Race Noire en 1924 »»

11h00 – Pause

11h10 – Hakim Adi (U. Londres) « Pan-African encounters in Britain, 1900-1965 »

11h40-13h– Discussion

14h25 – Accueil

14h30 – Giulia Bonacci (IRD, URMIS) « Structures et organisation du mouvement rastafari : le cas de l’Ethiopian World Federation et des Twelve Tribes of Israel »

15h00 – Christian Poiret (URMIS) (Titre non communiqué)

15h30 – Pause

15h40 – Souley Hassane (Migrinter) « Les formes d’organisations, de mobilisations et d’interactions dans les organisations noires de Grande Bretagne »

16h10-17h30 – Discussion

Lieu :

Université Denis Diderot-Paris 7

Campus Paris Rive Gauche, Immeuble Halle aux Farines

Salle des thèses (zone F, 5ème étage)

Métro ligne 14 : Bibliothèque François Mitterrand

Bus 62, 64, 132, 325

Voir plan d’accès sur http://www.univ-paris-diderot.fr/PRG/includes/halle_plans0_5.pdf

Date et horaires :

Le 5 février 2010

De 9h30 à 17h30

Une pause est prévue pour le déjeuner

Coordination :

Cédric Audebert et Giulia Bonacci

Cedric.audebert@univ-poitiers.fr; giuliabonacci@gmail.com



[1] Programme ANR-AIRD Afrodesc « Afrodescendants et esclavages : domination, identification et héritages dans les Amériques. 15ème - 21ème siècles » (http://www.ird.fr/afrodesc) et programme européen EURESCL « Slave Trade, Slavery, Abolitions and their Legacies in European Histories and Identities ».