sábado, 28 de febrero de 2009

Ismael Añorve, maestro trobador de Cuajinicuilapa, Gro.

Ismael Añorve Reguera (a) El Güero, maestro trobador de Cuajinicuilapa -según palabras de Thomas Stanford-, en una imagen hecha durante los últimos días de su vida, en el DF, en casa de su hija Chela.

miércoles, 18 de febrero de 2009

HISTORIA SOMERA DE UN PREMIO Y DE FRASTEROS

En tanto que el observador de un grupo extranjero
cuenta con la protección del extraño
al cual el grupo deberá rendir cierto grado de cortesía y de hospitalidad…
Kenneth B. Clark

Frastero es el que viene de afuera, el que no pertenece al lugar; a ese concepto se contrapone el de criollo, el nativo del lugar. Cuenta Luz María Martínez Montiel que cuando anda de frastera prefiere presentarse como reportera de la nota roja antes que antropóloga, y opina que los antropólogos son plaga nociva.
En 2001 dieron a Tiburcio Bucho Noyola, de San Nicolás, el premio nacional de ciencias y artes, en el rubro de arte y culturas populares. Cuatrocientos mil pesos, medalla de oro y diploma, de manos del casi imperiador Vicente Fox de Sahagún —que no lo dice la Biblia, pero el hombre pertenece a la mujer con la que casa; aunque en esta ocasión es evidente—. Bucho, hombre dado en fantasear, como cualquiera que se respete, tiene un tanto más de veinte años recogiendo corridos y cantándolos. La historia viene de atrás tiempo y tiene que ver con el trabajo que Miguel Ángel Gutiérrez Ávila, antropólogo, iniciara en San Nicolás, convenciendo a viejos y no tan viejos para guardar la memoria de la comunidad, fuesen coplas, canciones, corridos, cuentos, leyendas, bailes y demás. Uno de los frutos de ese trabajo fue el álbum Traigo una flor hermosa y mortal, editado bajo los auspicios del INAH, donde músicos sannicolareños interpretan corridos y canciones, algunos de autoría propia; entre ellos aparece el amigo Bucho Noyola. Antes había sido vocalista de Los Inquietos del Trópico, grupo que hizo famosa una cancioncita que vale la pena escuchar, sobre todo para remover los dolores de amores idos y degustar el sabor de la cerveza; Remordimientos, se titula. Otro fruto de esos trabajos sería el grupo Son de artesa, quienes han recorrido casi todo el país mostrando cómo bailan los sannicolareños sobre un tambor de madera y que siempre han merecido el desprecio de instituciones culturales de todo tipo, las cuales sólo los utilizan para lucimiento propio, dándoles un trato despótico, inhumano y mezquino (pésimo transporte, mala alimentación, etc.).
En una nota de El Sur, con información basada en un boletín del gobierno del estado (El Sur, 25 de febrero de 2002, pág. 21) se informó que “El artesano Silvestre Tiburcio Noyola Rodríguez y el Grupo son de Artesa de la comunidad de San Nicolás Tolentino de Cuajinicuilapa recibirá (sic) este lunes 25 de febrero en la residencia oficial de Los Pinos, en la ciudad de México el Premio de Ciencias y Artes 2001, que otorga (sic) la Dirección General de Culturas Populares e Indígenas y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes”. Seguía con un montón de inexactitudes, que omito por pudor periodístico. El conflicto estaba planteado. Los primeros días de diciembre de 2001 yo había entrevistado a Bucho (El Sur, 7 de diciembre de 2001, pág. 20), dando por hecho que el premio se le había otorgado individualmente y no al grupo Son de artesa, al que también pertenece. La información posterior desdecía este hecho. En el diciembre mismo, Sidartha García García, asesor técnico de Conaculta, me dijo que en la propuesta enviada por la dirección de Culturas Populares unidad regional Guerrero, el único propuesto era Tiburcio. Por su cuenta, y por los mismos días, Gerardo Sámano, director responsable de enviar la propuesta, contradijo esa versión pues, según él y dicho en entrevista telefónica, se propuso al grupo Son de artesa y fue Conaculta quien decidió entregarle el premio de modo individual a Bucho, aprovechando que las cartas de aceptación deben ser individuales y, en este caso, el titular de la carta o responsable del premio en caso de otorgarse era Tiburcio. No me convenció tal argumento, no me convence ahora: ese mismo año se entregó un premio a un grupo de artesanos de San Luis Potosí. Y pa’cabarla de chingar, Francisca Aparicio Prudente, subordinada de Sámano, en entrevista telefónica, me dijo que ella era la autora de la propuesta original para que el grupo Son de artesa recibiera el premio; además, dijo que Gerardo Sámano había cambiado su propuesta y había anotado solamente a Bucho. Aparicio Prudente quedó en hacerme llegar fotocopia de los documentos que probaban su dicho; sigo en espera. Finalmente, en la SEP dijeron nada saber y que los dictámenes del jurado para otorgar los premios eran cosa secreta, no podían conocerse.
En abril estalló el conflicto en San Nicolás. Del dinero recibido, Bucho había entregado cinco mil pesos a cada uno de los adultos del grupo Son de artesa y trescientos a cada chamaco. La otra parte del dinero la gastó en materiales para rehabilitar la casa de cultura y en pagar albañiles y trabajadores y comprar instrumentos musicales para enseñar a niños, jóvenes y a quienes desearan aprender, dándole continuidad a la tradición de músicos sannicolareños. En la Comisaría de San Nicolás se dirimieron estos asuntos: finalmente Tiburcio se quedó sin un cinco. A los del grupo Son de artesa se les entregó más dinero, los instrumentos fueron confiscados por el Comisario y las obras de la casa de la cultura fueron detenidas.
“Francisca nos llamó por teléfono para decirnos que le dieron el premio a Bucho y que no era para él sino para nosotros”, me dijeron Efrén Noyola, hermano de Bucho, y Francisco Petatán, del grupo Son de artesa, en marzo. Estaban enojados y con ganas de pelear. Y pelearon. Ahora están enemistados, y es a muerte. Yo también he peleado por este caso. Con palabras, claro. Una antropóloga, Judith Solís Téllez, estudiosa de los negros sannicolareños, estaba furiosa contra Bucho por haber recibido un premio que no se merecía, según ella. Yo le dije que él tenía tantos méritos como cualquiera para recibirlo. Y se enfureció por dos veces. Sé de otras estudiosas de negros, como Malinalli Meza Herrera, Cristina Pérez Díaz y Francisca Aparicio Prudente, que opinan lo mismo: Bucho es un hijo de la chingada, no se merece él el premio, sino el grupo Son de artesa. Yo opino lo mismo de antes, y con un agregado: él se merece el premio y el grupo también se merece el premio, independientemente de antipatías o simpatías. Todos ellos tienen méritos sobrados. Ahora tienen un conflicto que no resolverán: están enemistados. Mirando bien este asunto, el conflicto fue causado por frasteros: sigo sospechando que algún pleito entre Sámano y Aparicio motivó la confusión y, al ser atizada la desconfianza y la ambición, los sannicolareños pelearon entre ellos. Suena a historia vieja.
He visto ir y venir a muchos estudiosos de negros en la Costa Chica. Y la mayoría tiene una opinión que supone por encima de los negros mismos. Casi todos creen saber qué, cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué del ser y el actuar de los negros; casi todos quieren decirnos cómo se debe pensar y actuar. No saben respetar. Se involucran pero no asumen los costos porque no viven en las comunidades, sólo están de paso, no forman parte de ellas. Están afuera, aunque quieran estar adentro. Pondré un ejemplo para dar cuenta de cuán absurda puede ser esa intromisión: un antropólogo me contó que Adán García le había mostrado su tono, su animal, y que además a él lo había hecho tono, asunto del que estaba muy satisfecho, del que andaba muy vano. Si el pobre hombre supiera en qué consiste realmente tener animal… Le concedo razón a Luz María: hay que andarse con cuidado con los estudiosos de negros. A pesar de los dimes y diretes, el diploma del premio consigna que se reconoce el trabajo del maestro Silvestre Tiburcio Noyola Rodríguez, criollo de San Nicolás, y eso nadie se lo puede disputar, por muy estudiado que esté o por muy negro que se sienta.

Bucho Noyola con guitarra

SILBESTRE TIBURCIO NOYOLA RODRÍGUEZ, PREMIO NACIONAL DE CIENCIAS Y ARTES 2001

(Tres momentos)

INTROITO
* Silbestre Tiburcio Noyola Rodríguez.
* Lugar de nacimiento: San Nicolás, municipio de Cuajinicuilapa, Gro.
* Fecha de nacimiento: 1 de enero de 1949.
* Sin estudios.
* Desde los catorce años toca la guitarra y canta corridos.
* De 1971 a 1981 fue vocalista del conjunto musical Los Inquietos del Trópico, cuyo éxito Remordimientos obtiene disco de plata.
* En 1984, siendo miembro de Los Cimarrones, toca y canta en el LP “Traigo una flor hermosa y mortal”, grabado y producido por el INAH.
* Desde 1989 hasta la fecha ha grabado, en SiTi Cimarrones, los álbumes: 1) Corrido de Prisco Sánchez, 2 Corrido de los tres valientes, 3) Corrido de Adislao Justo, 4) Corrido de Ignacio Remedios, 5) Corrido de Tomás Marín, 6) Corrido de Porfirio Pastrana contra Germán Miller, y 7) Sones de artesa.
* Desde 1982 hasta la fecha ha recorrido, en compañía del grupo de artesa de San Nicolás y con su propio grupo, casi todos los estados del país, en distintos festivales.
* En 2001 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el rubro de arte y tradiciones populares.


1. BUCHO NOYOLA, TROVADOR Y NEGRO

Cuida’o
que la boca es arma
Bucho Noyola

El amigo Bucho Noyola, Silbestre Tiburcio Noyola Rodríguez pa’ los frasteros, es criollo de SanNico, sannicolareño legítimo. Ganó el Premio Nacional de Ciencias y Artes, edición 2001, en el rubro de arte y tradiciones populares.

─Quinientos mil.
─Eso me dijeron; pero, hasta que no los vea, hasta que no los tenga en la mano. Eso dicen. Me hablaron de México hace como ocho u nueve días, que me van a dar el premio nacional. Tenían la fecha del 16 (de diciembre), pero ahora me han dicho que va a ser para el primero de enero, que me lo va a dar el presidente.
─Quinientos mil. Alcanzan pa’ varias cervecitas...
─Eso sí, pero todavía no los tengo en la mano.
─¿Estás vano?¿Qué sientes?
─Nada, como todavía no me lo dan. Vamos a ver si es cierto.
─¿Por qué te dieron el premio?
─Llevo ya más de diecinueve años con eso de la cultura: la artesa, el corrido, cuentos, versos, los bailes de los apaches, de las pastoras y todo eso. Recopilando historias antiguas de los viejos y todo eso.
─Es un reconocimiento...
─Me imagino que sí. Como siempre a los negros nos han tenido olvidados, no nos toman en cuenta. Parece que nomás nos trajeron de esclavos y acá nos dejaron.
─Pero es un reconocimiento al trabajo que has hecho, que han hecho...
─Con el baile de la artesa hemos recorrido casi todos los estados del país. Doña Catalina, Don Melquiades, Don Chico, mi hermano Efrén, las chamacas y otros, hemos andado de arriba pabajo, así nos han traído. Hasta íbamos a ir a Detroit; nomás que los de Cuaji se pusieron vivos y mandaron a los de su familia. Por eso yo no me meto en esas políticas.
─¿Desde cuando eres negro?
─Desde que nací, pues. Siempre he sido negro. Y como uno no se deja; aunque hablemos mocho, con nuestro vocabulario, vamos y defendemos nuestro derecho, no nos dejamos. Venimos de los esclavos que se fugaban al monte, de los cimarrones. Por eso el grupo se llama así.
─¿Cuál es tu tono?
─No tengo. O no lo sé todavía. De verdad...! ¿No me crees?

Cincuenta y dos años, seis hijos (tres en el norte, en los USA), una mujer (eso dice, y casi se le cree), un nieto, algunas tierras y unas vaquitas. No estudió, aprendió de grande (pa’ no despreciar al de la canción) y conoce lo “o” por lo redondo sin necesidad de leer a Velarde. San Nicolás, municipio de Cuajinicuilapa, es el centro de la cultura negra de la Costa Chica.

─Toco (la guitarra) desde chamaco. Me gustó nada más de ver; me gustó y comencé por mi cuenta.
─“Traigo una flor hermosa y mortal”.
─Sí, ese disco lo grabamos en 1984. En ese tiempo éramos varios. Yo ahí canté varios corridos.
─¿Qué pasó con los demás, con los otros cimarrones?
─Unos se murieron; otros se fueron deconsolando: como no pasaba nada. Andábamos de aquí para allá, y nada de nada. Así que aquel grupo se deshizo.
─Te quedaste solo con Idelfonso [Rendón]...
─Sí, con él seguimos tocando; no todos los días, pero sí nos juntamos seguido para tocar: vamos a lugares donde nos invitan; y hemos grabado. Yo he buscado también a otros con quien tocar, pero no es fácil que le entren. En cualquier lado nos invitan a tocar, en cualquier fiesta; y ahí estamos gritando toda la noche. Pero, no, ya vamos dejando todo eso.

Corridista, versero, taloneador, tarimbista, cuentero, músico... Trovador. Algunos afirman que es herencia, huella, rastro del griot africano, el “contador de historias, genealogista y diestro instrumentalista en el arpa-laúd, el balafón y los tambores” —según lo define Jorge Arturo Chamorro.

─Toco mucho el corrido porque me gusta mucho la historia. La historia de los antiguos, de los viejos; ahí ando recogiendo lo que está tirado y lo grabo, lo canto para que se quede y no se pierda. Lo que importa en el corrido es lo verídico, que el corrido diga las cosas como pasaron, sin mentiras. Así, la gente que lo escucha, el pueblo, que sabe cómo ocurrieron las cosas queda a gusto porque dice: “Es cierto, así pasó”. También cuenta que el corrido esté bien compuesto, no nomás a ver qué sale, sino que el compositor busque palabras que se acomoden. Y el modo de tocar.
─Ustedes tocan el corrido muy rapidito...
─Sí, nosotros tenemos nuestro estilo, tocamos y cantamos el corrido como pasodobles. Hay otro modo de tocarlo; por ejemplo, Ismael Añorve: él tocaba payo, muy lento.
─¿Y el corrido con instrumentos eléctricos?
─Un tiempo, desde 1971 o 1972 hasta 1982 fui cantante de Los Inquietos del Trópico; ahí tocábamos de todo: balada, chilena, corridos...
─Pero no la pegaron con los corridos.
─No, a la gente no le gustaba, no era la moda de los conjuntos. En ese tiempo la que se hizo muy famosa fue “Remordimientos”, aquella que comienza: De sentimiento y dolor / tu ausencia me va matando...
─Sí, la recuerdo; está chingona...
─Esa canción fue primer lugar, se vendió mucho; nos dieron un disco de plata en 1980. Pero yo dejé a los Inquietos y me fui para el norte.

Los chavos esperan salir de la secundaria para obtener el permiso paterno e irse a cruzar la línea y disfrutar el sueño americano. Cada quince días, cada mes a más tardar, de SanNico sale un grupo de quince para irse a Carolina o UTA; el costo es de 1,500 dollars. Regresan para casarse, están algún tiempo y vuelven al norte. Además de los dólares, los jóvenes traen camionetas, aparatos eléctricos, algún que otro vicio (consumo de cocaína) y violencia (los cholos).

─Yo fui al norte en 1982, pero luego me regresé. Es otro mundo allá. Y después que llegué, Vinieron gente de México y algunos franceses; en ese tiempo comenzamos con el programa de PACUC de la SEP. Y fundamos la casa de la cultura, se filmó una película o video sobre el baile de los diablos, de las pastoras, de los apaches, de la artesa. Y yo comencé a recopilar cuentos, versos, chilitos, corridos... No, nos pagaban nada, todo lo hicimos por gusto. Casi siempre así lo hemos hecho. Por ejemplo, cuando nos llevan a algún lugar a presentarnos nos dan nuestra propina, y tenemos que repartirla entre todos, nos toca de a cien, de a doscientos cada uno; no alcanza ni para lavar la ropa; luego, tenemos que dejar el trabajo de todos los días; pero ni modos, lo hacemos porque nos nace. Como lo de este premio; ni siquiera pensaba que algún día me iban a dar algún premio... bueno si es que me lo dan. Todo lo que hago es por gusto. Si me lo dan bien, si no me lo dan, también; yo como quiera voy a seguir en mis andanzas.

En la historia oficial los negros están negados, no existen, por lo mismo, no se habla de ellos porque no se puede hablar de lo que no existe. Sin embargo, un reconocimiento al amigo Bucho es un reconocimiento a la existencia de la tercera raíz. Falta que se acepte su contribución a la construcción de la nación mexicana.

─Y vendiendo caséts ¿te mantienes?
─Mira, yo tengo mi propia compañía: SiTi Cimarrones. Lo de SiTi es por mi nombre: Silbestre Tiburcio; Cimarrones porque esos eran nuestros antepasados, los esclavos que se fugaban y vivían en el monte como animales salvajes. Yo voy y grabo, y hago quinientos o mil caséts, y los voy vendiendo de casa en casa, en las disqueras, donde quiera que ando, y ahí va saliendo. Incluso, no sólo grabamos cosas mías o que nosotros tocamos; también grabamos a otros, por ejemplo a Valente (compositor de corridos y cantante). La gente si compra. Pero no vivo de eso.
─¿Compites con Los Donnys?
─No, está bien lo que ellos hacen porque tienen buenos instrumentos, tienen buen sonido, suenan y llaman la atención. Pero a ellos le gusta irse por lo facilito: ellos graban corridos que ya son conocidos, que ya son famosos; ellos no buscan lo antiguo, no arriesgan, van a lo seguro.
─Tú has trabajado mucho...
─Sí, pero no es negocio, es el gusto...
─La arrechura...
─Eso sí, si no cómo haces las cosas. Pase lo que pase, yo sigo en lo mío. Acabamos de grabar en CD el Corrido de Porfirio Pastrana contra Germán Miller. Ese es un corrido bonito porque tiene mucha historia: él peleó contra Germán para que los sannicolareños tuvieran sus tierras; defendió el ejido, y lo mataron por eso. El corrido casi siempre trata de muerte, del que mata o del que matan.
─¿Andas armado?
─No, yo no soy hombre de pleito.
─Tú has dicho: Cuida’o que la boca es arma...
─Eso sí. Porque lo que uno dice es delica’o. Uno no puede decir cualquier cosa, debe uno de fijarse en lo que dice. Y eso lo sabe muy bien el corridero.
─Y, ¿tocar la guitarra es lo mismo que tarimbear, que tocar el parche?
─Es lo mismo, es lo mismo, se siente uno tranquilo, sereno.


2. LOS DINEROS DEL PREMIO
Premio nacional de ciencias y artes 2001, rubro de arte y tradiciones populares. Estalló el conflicto. Don Chico, el del violín italiano, lo había anticipado:

─Nomás que pase esto del encuentro y vamos a aclarar el asunto ─me había dicho, el 16 de marzo pasado─; ahorita no queremos hacer nada para que todo esto salga bien.

Todo San Nicolás sabía del conflicto; hasta la comisaría llegaron. Y Tiburcio Bucho Noyola sacó su diploma y su medalla: tenía razón, el premio es para él.

Después de hablar con Efrén, bailador y percusionista y hermano de Tiburcio, me apersoné en la casa del premiado (maestro, a decir del diploma), y conversamos:

─El corrido ¿qué es?
─El corrido es la identificación de cada personaje; en el corrido se dice el nombre, el apellido y de dónde es.

“Pastrana con sus muchachos/ tenían muchas garantías...” cantan, al fondo, Los Cimarrones.

─¿Y dónde se encuentran el corrido y la artesa?
─Yo me desempeño en los dos trabajos... la música...
 
A Bucho, dentro del grupo de la artesa, le corresponde percutir el parche, trabajo menor, según la opinión de sus compañeros.
 
─¿Se parecen?
─Lo de la artesa es más fácil. En el corrido, la guitarra lleva tonos de diferentes, y eso es más difícil; en la artesa no es difícil porque es un solo ritmo, el ritmo que tú agarras ese es; cambia en el cantar...
─Pero en la artesa tú no cantas ni verseas...
─Porque yo no quiero quitarle el espacio a quien lo tiene.
─¿Y la guitarra en la artesa?
─Sí, antes se tocaba alternando. Antes así se hacían los bailes: un rato corridos, otro rato la artesa...
─Tú no bailas la artesa...
─Sí, un poquito, pero me canso mucho.
─Los demás que tocan el parche sí bailan...
─Sí, pero yo me quedo con la música para que ellos bailen, para que no se pierda el ritmo.
─Y, el dinero del premio, ¿para qué va a servir?
─Se han comprado instrumentos para los talleres que se van a hacer en la casa de la cultura. Ya me reuní con el pueblo, para que todas las criaturas puedan ir y aprender y seguir con las tradiciones.
─¿Quién o quiénes están haciéndolo?
─Lo estamos haciendo todos.
─¿Quién es la cabeza del grupo?
─Yo.
─¿Cómo operan?
─Yo voy y propongo: “Compañeros, se va a hacer esto porque no lo tenemos”.
─¿El premio, por qué te lo dieron?, ¿por la artesa?, ¿por el corrido?
─Mira, cuando lo del premio dijeron: “El músico guerrerense”. Entonces, a mí me dijeron: “Te ganaste el premio por tu esfuerzo, por tu trabajo que tú has desarrollado en la forma de la música”.
─El premio no es para el grupo de la artesa, entonces...
─Hasta la vez, lo que yo me he dado cuenta, el premio es para mí, así se nombró desde el principio. Si el premio vino, todos tenemos derecho... que se ocupe en el pueblo. Yo me reuní con el grupo de la artesa, y les dije les voy a dar esto; lo demás va a ser para proyectos de trabajo, porque esa responsabilidad me la dio el Presidente para seguir desarrollando nuestras tradiciones y corridos...
 
Según Efrén y don Chico, Bucho dio cinco mil pesos a cada uno de los “horcones” del grupo (doña Cata, don Melquia, don Chico, Adán, Elpidio, Efrén) y trescientos para cada una de las bailadoras.
 
─Oye Bucho, los demás dicen que el premio es para el grupo y no para ti, que tú te lo andas agarrando, que a ti nada más te nombraron para que fueras a recogerlo...
─Mira, no hay beneficios personales. El dinero es para un proyecto, no puedo repartirlo entre todos porque si no cómo desarrollas el proyecto...
─Sí, pero este es un premio, es para ti...
─Sí, pero yo no voy a dejar solo a mi pueblo... voy a sembrarlo...
─Eso lo decides tú, no el grupo...
─¡Eso sí! Si les tomo parecer no me van a dejar trabajar...
─¿No era Don Melquia el representante del grupo, el que tenía autoridad?
─A él lo nombramos porque era una persona grande... pero éramos yo y él... Yo siempre he estado a la cabeza, organizando todo. Para eso del rescate de las tradiciones orales, los viejos no querían entrarle; a mí me tocó conquistarlos para que participaran. El primero fue Wenceslao Habana, y así le seguimos hasta que juntamos como cincuenta personas...
─¿Cómo ves este problema?
─Seguro piensan: “Él se está comiendo el dinero, y yo me estoy muriendo de hambre”. El dinero daña el sentimiento de cada persona. Pero, hagamos una suposición: estamos grandes, ¿qué le vamos a dejar a nuestros hijos? No, no es así el asunto, el premio es para mí, aquí está el papel y allí así lo dice.
 
No hay dudas: el diploma del premio de marras establece claramente que se premia al maestro Bucho Noyola. Ninguna mención se hace al grupo Son de Artesa. Por ahí aparece, un poco de contrabando, la palabra “africanía”.
 
─Tienen envidia ─interviene Don Tobías, padre de Tiburcio y Efrén─; él tiene otra misión, otras cosas que debe hacer. Si les da un peso, pues es porque él se lo quiere dar.
─Antes yo vivía tranquilo en mi casa, nadie me vigilaba a dónde iba; yo no puedo comprarme ni una muda de ropa, ¡Como estar Dios! De ese dinero no he tocado ni un cinco, no lo voy a agarrar para mí, voy a trabajar para hacer los talleres, para rehabilitar la casa de la cultura, para seguir difundiendo lo de las tradiciones... El dinero ahí está, guardado, esperando su camino...
 
Ahí está el conflicto, su estallido va a perjudicar a algunos; hasta el momento, su saldo es haber separado al grupo Son de Artesa. En algún momento, algún funcionario decidió que el premio no era para el grupo sino para una persona. El grupo tiene razón: se lo merecen. Bucho tiene razón: se lo merece. Como nadie aclara si se premió a la artesa o al corrido, difícil es vislumbrar las intenciones ocultas. Bueno, de qué me quejo, podría decirme ahora Gabriela Campillo, funcionaria de la SEP y encargada de todo lo relativo a los premios nacionales: "Los dictámenes son secretos, sólo el jurado tiene acceso a ellos; sí quieres saber qué méritos tiene el maestro premiado, investígalo y luego nos dices para saber, ¿no?".


3. BUCHO NOYOLA, EL DESCONSUELO

Bucho es gente de monte. En el 2001 le dieron el Premio nacional de ciencias y artes 2001, en el rubro de arte y cultura popular. De los 400 mil no le tocó ni un cinco. Vive de rastrear terrenos ajenos y sembrando algún cultivo que no sea maíz. Hace rato que el maíz vale menos que madres; si no fuera porque se come, ya se habría extinguido. El 18 de marzo que viene, Bucho y sus compañeros irán a Cumbre Tajín, al Festival de la identidad, a representar la cultura negra de Guerrero. Sembró sandía, que se dio bien, y tiene algún dinerito. El gobierno municipal lo ha traído dando vueltas; el del estado apenas sí lo pela; pa’ los del Instituto Guerrerense de la Cultura es apenas un nombre. Bucho está encabronado. Apenas le digo “cuéntame” y se suelta.

─Mira, uno hace un trabajo cultural y lo hace voluntariamente. Hay otros que lo hacen porque les pagan. Y con eso dicen que están trabajando. Lo hacen porque les pagan y no saben nada de cultura.
─¿De quienes hablas?
─De esos de Chilpancingo, de ese Hubert. Yo le metí un escrito y nunca me ha respondido para nada. Ya tiene casi un año. Yo pedía que la casa de cultura se registrara.
─¿De San Nicolás?
─Sí. Ahorita no está funcionando. Con el dinero del premio yo mandé a reconstruirla, pero no está funcionando. Él tiene toda la documentación donde constan los gastos que hice; el Gobernador del estado también tiene esa documentación. Porque yo estoy trabajando como debe ser. ¿Por qué, digo yo, siendo premio nacional, por qué me ven de esa manera? Si mi trabajo no vale, que se vea, que vengan y me diga: “¿Sabes qué? Esto no sirve”.
─Con el dinero del premio se reconstruyó la casa de la cultura. ¿Cuál es su situación? ¿Por qué no funciona?
─Todo está cerrado, todo tapado, los instrumentos los tiene un señor que se llama Adán García, de acuerdo con los demás, porque ellos son los dueños…

Bucho no lo dice, pero luego de otorgado el premio el grupo Son de artesa, de San Nicolás, reclamó que le correspondía y logró que las autoridades locales repartieran entre ellos el dinero y pararan las obras de remodelación de la casa de cultura.

─¿Qué autoridad decidió eso?
─Gerardo Noyola Marín, que era el comisario en ese momento. El comisario de ahora está en lo mismo. A éste lo andan demandando porque se comió un dinero.
─¿Y cuál es la responsabilidad del IGC en este asunto?
─Quiero que ellos pongan atención. Del gobierno del estado me mandaron un escrito, desde el 20 de mayo, donde me notifican que el Presidente municipal va a resolver sobre mi solicitud de estar como maestro de música en la casa de cultura. Ese escrito apenas me lo entregaron, no tiene ni un mes. ¿Qué pasó?
─¿Cómo es que intervino en el asunto el gobierno del estado?
─Yo le llevé un escrito al Gobernador donde explico todo lo que compré, gastos, instrumentos, material, pago de albañiles y otras cosas. ¿Por qué? Porque él es el Gobernador del estado. Yo, como premio nacional, mi trabajo quiero darlo a reconocer. Manda, entonces, el gobernador a que el gobierno del municipio me dé trabajo en la casa de cultura. Y nada. Será que no soy nada, que no valgo nada. No viene nadie a apoyarme. ¿Qué cosa pasa? ¿Cuáles son los motivos? ¿Cuáles son las consecuencias?
─¿Qué es lo que estás pidiendo, en concreto?
─Que vengan a San Nicolás y que abran la casa de cultura. Que resuelvan el problema. Si yo tengo algo que esconder, que me lo digan. Porque eso a mí me está llegando. Porque ellos, mientras hallen gloria, todo está bien. Pero que hallen lumbre… Es el infierno, y si hallan el infierno nadie se va a querer quedar allí. Yo estoy muy ofendido, porque eso no debe de ser.
─¿Y de qué te has mantenido todo este tiempo?
─En el campo, yo laboro mis tierras, siembro. A veces rastreo. Lo del premio invertí todo completo, por eso le llevé el informe al Gobernador, a Hubert, porque yo quería dar una participación de mi trabajo. Pero aquí nadie ha venido a pararse. Al contrario, yo he estado hablando a Chilpancingo a Isabel Ortega, por ejemplo. Que según iba mandar a una mujer de Acapulco, que va a venir a investigar y que no sé qué… Bueno. ¿Por qué? ¿Por qué me ven de esa manera? A eso me refiero.
─Al Presidente de Cuajinicuilapa [Alejandro Marín Mendoza] le mandaron un oficio instruyéndolo para que te dieran trabajo como maestro de música en la casa de cultura de San Nicolás…
─Lo que pasa que ellos no quieren que se abra la casa de cultura. Mira, Hubert, al reconocer la casa de cultura, el IGC tiene que reponer el dinero que se invirtió en la reconstrucción. Y eso es lo que no quiere, quiere que se los dé. Por esa misma razón ellos no le ponen cartas en el asunto. Con el dinero que me dieron del premio yo hice trabajo, y ese dinero se tiene que recuperar para seguir trabajando.
─Es tu dinero…
─Por eso me hacen a un lado, porque no quieren reponer ese dinero. Si se abre la casa de cultura, tenemos que buscar maestros también para que enseñen a nuestros niños. Yo también quiero enseñar todo lo que sé, dejárselos como herencia, porque así también me lo dejaron a mí. Yo también lo aprendí. Quieran o no quieran, aquí están las raíces.
─¿Sigues grabando?
─Claro que sí, con mi dinero. Hay amigos que me dan su apoyo, que cincuenta pesos, que cien pesos. Desde antes, desde que yo entré a la casa de cultura he vivido de limosna, ¡verdad de Dios! Pero ahora siento yo mucho sufrimiento.
─ ¿Y el Presidente municipal?
─Ese va a tener cartas en el asunto porque ahora se le están acumulando todos los oficios. Por ejemplo, en el escrito que mandó el gobierno del estado desde mayo de 2003 se le dice que me resuelva y él no ha hecho caso.
─De todas las peticiones que le has hecho, ¿qué te ha resuelto?
─Él como si nada, como si yo fuera cualquier persona, porque a la mejor no soy partidario…
─¿Partidario de qué?
─De su partido político, pues. Porque sólo de esa manera están allí trabajando. Pero la cultura no tiene partido. Yo quiero que se reconozca mi trabajo, no mi vocabulario, mi modo de hablar. Que si fui o no fui a una escuela, porque a esos reconocen.
─Claro, tu trabajo es importante. ¿Qué proyectos tienes en mente?
─Voy a grabar algunos sones de artesa, corridos. Me han invitado a trabajar en otros lados, pero aquí nada de nada. Yo siempre he trabajado, me siento limpio, con satisfacción. Por eso en cualquier lado me paro.
─¿Conoces personalmente a Hubert de la Vega?
─Yo platiqué con él, en el mes de abril o marzo, ya va a tener el año. No me andaba haciendo caso; ya nomás porque le dijo Isabel [Ortega]: “Es el premio nacional”. Y se regresa, si no, ni me toma en cuenta. Y ya me dijo: “Yo le voy a poner atención”, que todo esto y lo de más allá, y cosas así. Y yo dije: “Está bien”. Yo confié en él. Para que resuelva en tanto tiempo. ¿Cómo me ve? Yo le pregunto a la gente, le pregunto a él. Él tiene preparación y anda en medio de los centavos. Yo no ando en medio de los centavos, ando en medio del monte. Acá tenemos cultura porque la cultura se nutre de la tierra. La obra la hace el hombre, para que se haga cultura. Yo no quiero que ellos me halaguen, sino que las cosas se hagan como se deben hacer.
─¿Cómo te sientes en medio de tanto embrollo?
─En lugar de ser un beneficio ese premio, vino a ser un perjuicio. Tan feliz que vivía yo. Mis compañeros, los primeros que comenzaron con el rescate de nuestra cultura, murieron en la necesidad. Ellos trabajan el billete, no trabajan la cultura. ¿Qué me va a enseñar Hubert a mí? ¿Una letra? ¿Lo que él estudió en una escuela? ¿Lo que yo no fui a estudiar? ¿Qué quieres que diga? ¿Que voy a ir a ver a los que tienen el billete, a los que saben vivir como se debe vivir? Si a mí me vienen a ver me van a encontrar todo revolcado, yo lo hago porque nací con este don. El gobierno les da, para que aunque sea una migaja nos alcance, porque deja uno su casa desatendida y no te están pagando. En mi juventud no quería yo dinero, me alegraba con escucharme cantar en la bocina. Ahora tengo mujer, tengo hijos, tengo compromisos en mi casa. Y ninguno me tiende la mano.

El día en que enterraron a Nacho Magallón

martes, 17 de febrero de 2009

LAS EXEQUIAS DE NACHO MAGALLÓN

...de un caso que ha sucedido
en el pueblo ‘e Huehuetán
Corrido de Melitón Chegüe

Llegar de madrugada a Huehuetán. Antes de la curva que descubre las luces del pueblo se oye un rumor que el canto de los gallos define; luego, los burros delimitan sus notas; sin embargo, un sonido metálico indefinido, un rumor confuso permanece. Segundos antes de mirar de frente la bajada que conduce al centro, una voz de mujer se impone desde la bocina: Atención, atención, los Magallones grandes invitan a las rezanderas y a toda persona que guste acompañarlos en el entierro del señor Ignacio Magallón Herrera; se les comunica que dentro de unos momentos se va a llevar a cabo. El anuncio se repite tres veces. Al callarse el altavoz aparece un saxofón regodeándose, fachoseando en el aire, abriendo camino para que la voz se imponga: ¡Ayayayayay! La cumbiambera está triste/ porque su cumbiamberito se ha ido, y la mirada no busca la voz sino que observa el llanto en los ojos. Trombón, guitarra eléctrica, sarsojón, batería y bajo eléctrico se aplican con emoción y sentimiento para alegrar el canto, en el patio trasero aledaño al cuarto donde está la caja del muerto, imponiéndose alternadamente cada uno, aunque el lamento dolorido lo disputan la voz y el saxo; algunos hombres hechos y derechos, ahítos de dolor y nostalgia, aprovechan el pretexto del alcohol para llorar o bailar. Concluida la canción, se hace patente la dedicatoria de la música para despedir al gran músico. Y se continúa con Soledad (manojo de ilusiones hechos trizas), donde la dupla trombón-saxofón hacen más plañidera la imagen del dolorido llorando frente al mar por la herida que nunca más cerró.
Al frente de la casa semi derruida, en la calle, las mujeres dejan sus asientos para preparar la despedida final de la casa paterna. El templo habilitado para velar el cuerpo se adorna con flores de muerto en cantidad, con velas que iluminan los cuadros religiosos, con los cuatro cirios infaltables; el piso está cundido de veladoras; en la pared del fondo aparece el difunto y dos de sus hermanos. Comienza el rito: recoger la muchedumbre de flores, apagar la multitud de veladoras, apagar y acomodar la concurrencia de velas, apartar los retratos de los santos, de la Virgen y de Nuestro Señor Jesucristo... Afuera la voz insiste en que Nacho Magallón no ha muerto todavía, que sigue y seguirá en el corazón de todos. Y se despican El Negro de la costa, al que nadie enseña a matar, menos si es huehueteco con machete entre las manos; aunque hace un montón que Juchitán y Huehuetán pelearon, el recuerdo sigue siendo largo. Tocando sus canciones, bailándolas, bebiendo, divirtiéndose, disfrutando, se le quitan cargos al muerto que emprende el viaje, se aligera a Nacho en su ruta hacia el camposanto.
Las mujeres han despejado el altar; ante la caja los deudos musitan, rezan, se acongojan, se despiden de un Nacho Magallón empequeñecido y color ceniza. Te vas ángel mío, comienzan los músicos, y los llantos estridentes, escandalosos, de la mujeres doloridas se enciman a las notas; algunas se aferran a la caja o la golpean mientras el llanto y la voz se desgarran; otras se sostienen en los hombros de sus hombres. La mayoría canta la despedida. Los hombres de la familia, los hijos, primos y sobrinos, se encargan de levantar el cuerpo encajonado y lo sacan a la calle. Los llantos arrecian, acompañados de gritos e invocaciones: despedidas y reclamos al que se va por haberse adelantado. Ahora son Las golondrinas. La procesión se acomoda: frente a la puerta, con los pies del difunto orientados hacia adelante, los cargadores se inclinan tres veces, haciendo una reverencia que es despedida final de la casa, mientras la dueña azota con agua bendita tres veces el ataúd. Adiós, mis señores santos,/ ya me voy al triste olvido./ Adiós mi casa querida;/ ténganse su despedida, cantan las rezanderas; las mujeres desamparadas estallan, al mismo tiempo, en ruegos, ayes y lamentos, ensordeciendo, ahora sí, el cortejo. Griterío y aullidos dominan todo: el dolor desnudo. Hijos míos, yo no quisiera/ escuchar su triste llanto,/ porque voy al camposanto/ a que me coma la tierra, entonan las rezanderas; luego de concluida la estrofa, la banda responde y comenta. Aún desordenado, el cortejo se dirige a casa de los parientes cercanos para despedirse y recibir la bendición. Y de todos mis parientes/ me despido, en general;/ a todos les doy las gracias/ por venirme a acompañar, siguen las rezadoras; y el coro de los metales y la tambora han de responderles. Ahora, el cortejo se acomoda: dos filas de mujeres, jóvenes y niños que vinieron a acompañar, se colocan en las orillas de la calle, velas encendidas y flores en mano. Al frente y entre las dos filas van los portadores de las coronas de flores; tras de ellos van dos portadores de estandartes de la Sagrada Ostia y de... Al final de las filas se ubican los deudos: los cargadores de la caja, los familiares cercanos apretados en torno a aquellos y las rezanderas, ubicadas en el costado derecho. Al final están los hombres que acompañan, los que han velado y bebido.
El sol rompe las nubes, y las nubes lo ocultan. El día parece gris. El cortejo recorre la calle principal, deteniéndose en ciertas casas para despedirse el muerto. De muchas casas emergen mujeres colocándose las sevillanas para acompañar al difunto al panteón; algunas se saludan de mano, apenas tocándose los dedos; dos mujeres se encuentran, se abrazan y dicen al mismo tiempo: “Buenos días, cuñadita. Buenos días cuñadita.”; otras sólo observan desde el quicio de sus puertas o a través de las ventanas. Y el ruidoso cortejo sube la cuesta que conduce al camposanto: música lenta y lamentos a voz en cuello y rezos cantados. Antes de bajar el lado opuesto de la cuesta, para tener enfrente el panteón, las mujeres descubren un matojo de epazote y acuden a cortar sus ramitas para espantar la cangrena, enfermedad de los muertos de la que no se sana (las hojas se colocan como tapones en la nariz para evitar que el mal penetre). En el camposanto se deposita la caja sobre una tumba, en tanto se prepara el lecho final de Nacho Magallón; todos se atutuñan en torno al ataúd, ya pisando las tumbas o sentados en ellas, corriendo el riesgo de importunar a los moradores y provocando su visita para jalar los pies a los profanos. Las cervezas y el brandy se sirven en todas direcciones. Las rezanderas callaron. Algunos deudos oran y lloran en silencio; otros lloran a grito tendido; los acompañantes platican y chancean, ríen, incluso. Los albañiles trabajan con paciencia. Los músicos emprenden, inspirados, el recuento de los éxitos de los más gallones de la Costa Chica, y se despachan al instante el mítico Cuararé, y a cantar y a bailar algunos; luego han de seguir Juguito de piña y papaya, el Corrido de Melitón Chegüe, Angustia, Bésame mucho, El conjunto Magallón, La huehueteca, La Mula Bronca... Y tendrán que callar mientras desciende el ataúd al sepulcro; los llantos retornan al escándalo, los gritos sollozan y lamentan. A media mañana el sol luce sin descaro. Una sobrina de Nacho impone sus palabras y se despide de un gran hombre, de un gran músico, de un hombre alegre y de bien. Luego de ello, los acompañantes se retiran, se despiden; los deudos permanecen, cansados, abatidos, empobrecidos. La sepultura ha sido sellada. El bullicio ha disminuido. Los músicos emprenden, por última vez, su labor de descargar a Nacho en su viaje al sepulcro del olvido: !Ay! ¿Dónde estará?/ ¡Ay! ¿Cuándo vendrá?/ Para que me alivie las penas...

(29 de enero de 2002)